Israel
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Atacamos a ISIS pero no decimos nada de quien los financia.
Las imágenes de los bombardeos franceses contra ISIS en Siria deben tener un efecto bálsamo en muchos corazones asustados. Por supuesto, no es un bálsamo porque guste la violencia, sino porque parece que hacemos algo, que Francia no permitirá un acto de guerra en su territorio, y que la respuesta es inmediata.
Así mismo se expresó Estados Unidos después del 11-S, y la mayoría de preguntas que me dirigen los periodistas que me entrevistan en Argentina (donde estoy ahora presentando la edición argentina de mi libro “Basta”) tiene que ver con ese palpito: ¿Los podremos derrotar pronto?
La respuesta que esperan se formula en términos de victoria militar y aplastar a los ejércitos yihadistas. Todo está concentrado en un solo fenómeno y en una sola geografía, como si esta barbarie la hubiera inventado el Estado Islámico y tuviera su único foco entre las torturadas tierras de Iraq y las de Siria.
Igual que Bush aseguraba que mataría a Bin Laden y acabaría con Al-Qaeda, también ahora pensamos que mataremos a los líderes de ISIS y acabaremos con la amenaza.
La respuesta no sólo es un no rotundo a ese concepto global de victoria militar, sino que además esconde una gran hipocresía.
Y es ahí, en el corazón de esa hipocresía, donde crece nuestra debilidad y se fortalece su ya enorme fuerza.
Porque, como algunos llevamos años avisando, sirve de poco ir a matar a fanáticos yihadistas, sino hacemos nada contra la serpiente que lleva décadas alimentado los huevos que después eclosionan.
Lo expresaré en forma de pregunta, la primera en la frente: ¿las democracias del planeta exigirán a los aliados del petrodólar que dejen de financiar una mirada extremista, antidemocrática y fanática del Islam?
Porque la hipocresía empieza ahí, en ese punto concreto, cuando aceptamos como normal que se envían millones de dólares para radicalizar a los jóvenes musulmanes en todo el mundo, cuando se entiende como normal que en nombre del Islam se perviertan todos los derechos fundamentales, se persiga a los cristianos, se esclavice a las mujeres, se condene a los homosexuales.
No es cierto que el Islam no sea compatible con las libertades y los derechos. Lo que es cierto es que las dictaduras teocráticas usan la idea de un Dios brutal para mantener sus privilegios. Y lanzada la bestia del fanatismo ideológico, anida en muchos corazones que lo convierten en violento.
El salafismo es una maldad totalitaria, también cuando no mata…
A partir de aquí, las preguntas se amontonan: ¿matamos a ISIS pero no decimos nada de quien los financia?; ¿continuamos disimulando con la muchas patitas amigas que, en la guerra de Siria, ayudan a la locura yihadista para cambiar el equilibrio en la zona?; les diremos algo a los emires y reyetones que sentamos en nuestras mesas democráticas, sobre el dinero que va hacia ISIS? Y etcétera.
Y luego hablemos de la guerra…
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