

7 min de lectura
Durante más de cuatro siglos, Ámsterdam fue un refugio seguro para los judíos que escapaban de la persecución.
En 1492, España presentó a sus judíos una difícil elección: la expulsión o la conversión al cristianismo. Partir de España involucraba muchos peligros, desde enfrentarse a los piratas hasta el hambre. Muchos judíos españoles eligieron permanecer en España, convirtiéndose públicamente al cristianismo pero en secreto manteniéndose fieles a su herencia judía. Se los conoce como conversos.
Sin embargo, vivir como judíos secretos en España no fue menos peligroso. La infame inquisición española persiguió a los "cristianos nuevos" sospechosos de practicar el judaísmo, los torturó y los quemó en la hoguera. Los conversos más adinerados corrían todavía más peligro, ya que la iglesia trataba de acusarlos de "judaizar" con cualquier pretexto para confiscar su dinero y sus posesiones.
Buscando seguridad física y oportunidades para mantener a sus familias, algunos judíos secretos españoles se trasladaron a Ámsterdam, una ciudad portuaria en expansión que ofrecía oportunidades comerciales. En esa época, los judíos practicantes no eran bien recibidos en Ámsterdam. Sin embargo, el largo brazo de la inquisición no llegaba hasta allí. Por lo tanto, los conversos siguieron manteniendo ocultas sus creencias y sus prácticas mientras construían una comunidad.
En 1496, Portugal siguió el ejemplo de España y expulso o convirtió a la fuerza a sus judíos, entre ellos aquellos que habían llegado a Portugal después de haber sido expulsados de España. Algunos judíos de Portugal también encontraron refugio seguro en Ámsterdam, incluso si todavía no podían practicar abiertamente su religión.
En el siglo XVI, los holandeses lucharon para independizarse de España. Aunque la guerra duró ochenta años y culminó en 1648, a comienzos del siglo XVII la República Holandesa ya era reconocida por sus vecinos como un país independiente. A lo largo del siglo XVII, la República Holandesa vivió su edad de oro, convirtiéndose en el centro económico y comercial del mundo.
Una vez que dejó de estar bajo la influencia española, la República Holandesa comenzó a aceptar cada vez más a los judíos. En 1619 se promulgaron nuevos estatutos de tolerancia religiosa, que permitían a cada ciudad instituir sus propias políticas respecto a los judíos. Los dirigentes de Ámsterdam aceptaron a los judíos, aunque no como ciudadanos iguales. Aunque se les restringieron sus derechos comerciales y políticos, finalmente les permitieron practicar abiertamente su religión.
El exterior de la sinagoga portuguesa en Ámsterdam. A.A.W.J. Rietman, Wikimedia Commons
Incluso antes de 1619, los conversos de España y Portugal lentamente fueron saliendo a la luz. La primera sinagoga, Beit Iaakov, fue establecida en Ámsterdam en el año 1602.
El primer Gran Rabino de Ámsterdam, Rav Uri HaLevi, llegó de la ciudad de Emden, lo que hoy es Alemania. Un bote que llevaba a un grupo de conversos que escapaban de España se desvió. Los conversos de pronto se encontraron en Emden. Al ver una inscripción en hebreo en una casa local, comprendieron que en Emden vivían judíos. Buscaron a un Rabino local, Rav Uri HaLevi, y le suplicaron que les enseñara judaísmo.
Rav HaLevi accedió a sus súplicas sinceras. Les sugirió que se instalaran en Ámsterdam. Rav HaLevi y su familia se unieron al grupo en Ámsterdam, donde fundaron una sinagoga. Rav HaLevi sirvió como Rabino, enseñando a sus congregantes las bases del judaísmo y efectuando circuncisiones. Su hijo, Aharón, fue el jazán (cantor) de la nueva sinagoga. De esta manera, un rabino ashkenazí tuvo un papel crucial en el desarrollo de la comunidad sefaradí de Ámsterdam.
La falta de educación era el principal reto de la incipiente comunidad judía de Ámsterdam. Los conversos estaban ansiosos por volver al judaísmo, pero sabían muy poco sobre la ley y las prácticas judías. Cuando se fundó la primera escuela judía, el Talmud Torá, a comienzos del siglo XVII, no sólo ofrecía los estudios convencionales sino también clases sobre los fundamentos del judaísmo para aquellos que necesitaban ponerse al día. Los maestros usaban traducciones de textos judíos al español para ayudar a los alumnos.
La comunidad valoraba mucho la educación judía. Se creó un fondo de becas para estudiantes con dificultades económicas. A los niños de familias pobres también les proporcionaban tefilín (filacterias) y talit (mantos de plegaria), así como artículos de primera necesidad, como comida y ropa.
En 1639, tres sinagogas sefaradíes de Ámsterdam se fusionaron formando el Talmud Torá Kahal Kadosh. Hasta la actualidad, se lo conoce como la comunidad judía portuguesa. Aunque muchos de sus miembros procedían más bien de España y no de Portugal, decidieron omitir toda mención a España debido a la guerra que había entre la República Holandesa y España.
Interior de la Sinagoga Portuguesa en Ámsterdam, por Emanuel de Witte (1616/7-1692)
El lenguaje hablado en la comunidad era el portugués, pero para escribir usaban el español. Inicialmente, partes del servicio eran conducidas en portugués, para el beneficio de los conversos que todavía estaban aprendiendo hebreo. Posteriormente, los servicios pasaron a ser en hebreo, pero los anuncios hasta el día de hoy se hacen en portugués.
La comunidad trajo a sus primeros rabinos y cantores desde Italia, Salónica e incluso de Marruecos; pero a medida que la erudición judía comenzó a crecer en Ámsterdam, los graduados de la ieshivá Etz Jaim local comenzaron a servir como rabinos y líderes religiosos. La extensa biblioteca de la ieshivá sigue siendo considerada una de las bibliotecas judías más destacadas del mundo.
La comunidad sefaradí creció no sólo en su observancia religiosa sino también en su riqueza e influencia. Con su extensa experiencia comercial, los conversos tomaron parte en el desarrollo comercial y la expansión económica de Ámsterdam. Se destacaron especialmente en la industria del diamante.
A medida que la comunidad se fue estableciendo, se embarcaron en una campaña de construcción que dio como resultado un magnífico edificio para la sinagoga. Llamada Esnoga, "sinagoga" en portugués, sigue en uso hasta la actualidad. La Esnoga, completada en 1675, es una de las sinagogas más antiguas que siguen funcionando en el mundo.
La comunidad continúa adhiriendo a su amada tradición sefaradí. El cantor dirige los servicios desde la tebá, una plataforma ubicada en la entrada y no en el centro. El piso de la sinagoga está cubierto de arena para suavizar el sonido de los pasos y para mantener limpio el suelo. Las plegarias se pronuncian lentamente, con las tradicionales melodías españolas y portuguesas.
El interior de la sinagoga portuguesa en Ámsterdam. Gerd Eichmann, Wikimedia Commons
A medida que crecía la reputación de Ámsterdam como un refugio seguro para los judíos, también comenzaron a llegar los judíos ashkenazíes que escapaban de la persecución en Europa. Los primeros judíos ashkenazíes llegaron a Ámsterdam desde Alemania en 1620 y se unieron a la comunidad sefaradí. Para 1635 ya había suficientes judíos ashkenazíes como para fundar una sinagoga que siguiera la tradición ashkenazí.
Tras las masacres de Chmielnicki en Ucrania y Polonia en 1648-1649, llegó a Ámsterdam una nueva ola de inmigración ashkenazí. Al principio establecieron su propia sinagoga, pero en 1673 se unieron con la comunidad alemana.
Eventualmente, los judíos ashkenazíes superaron numéricamente a los sefaradíes. Ellos construyeron la Gran Sinagoga Ashkenazí, que se terminó en 1671. Actualmente el edificio alberga el Museo Histórico Judío de Ámsterdam.
Aunque las comunidades sefaradí y ashkenazí tuvieron sus inevitables conflictos, en general colaboraron respecto a asuntos comunitarios y religiosos. Ambas comunidades contrataron a destacados rabinos e imprimieron textos en hebreo.
El Museo Histórico Judío de Ámsterdam, ubicado en lo que fue la Gran Sinagoga Ashkenazí. S. Sepp, Wikimedia Commons
A lo largo del siglo XVIII, XIX y la primera mitad del siglo XX, la población judía de Ámsterdam siguió creciendo. En la década de 1930, Ámsterdam volvió a convertirse en un refugio seguro para los judíos alemanes que escapaban de la persecución nazi.
Para 1941, la comunidad judía de Ámsterdam contaba con 79.000 personas. Los nazis comenzaron a deportar a los judíos de Ámsterdam hacia campos de concentración en febrero de 1941. Si bien algunos locales colaboraron con los nazis, otros ayudaron a esconder a los judíos y a salvar sus vidas. Unos 25.000 judíos fueron ocultos por holandeses. Lamentablemente, un tercio de ellos fueron descubiertos y deportados entre ellos Anna Frank y su familia. Hoy en día, la casa de Anna Frank es un museo.
Sólo el 20% de los judíos holandeses sobrevivieron al Holocausto. La mayoría fueron asesinados en diversos campos de concentración.
En mayo de 1945, las fuerzas canadienses liberaron Ámsterdam. Cuatro días después de la liberación, se reanudaron los servicios en la sinagoga Esnoga, que sobrevivió a la destrucción nazi. La comunidad judía de Ámsterdam comenzó a reconstruirse.
Museo la Casa de Anna Frank en Ámsterdam. Dietmar Rabich / Wikimedia Commons
En la actualidad, Ámsterdam cuenta con una vibrante comunidad judía de unas 15.000 personas. Hay más de una decena de sinagogas, así como tres escuelas judías, varios restaurantes kasher y una residencia de ancianos judíos. Como en el pasado, los judíos sefaradíes y ashkenazíes conviven en Ámsterdam, celebran en conjunto eventos comunitarios y se unen por causas comunes. Pero recientemente soplan fuertes vientos de antisemitismo, tema del que hablaremos próximamente.
Fuentes:
Nuestro newsletter está repleto de ideas interesantes y relevantes sobre historia judía, recetas judías, filosofía, actualidad, festividades y más.