La imparable Iehudit Abrams

14 min de lectura

La inconformista especialista en alta tecnología que recientemente ganó $360.000 por su dispositivo para la detección precoz del cáncer de mama, también es una conversa al judaísmo. Esta es su sorprendente historia.

Este verano en Jerusalem, al estar ante una multitud de 5.000 personas en la entrega de premios de We Work Creator, Iehudit Abrams tenía razones para estar nerviosa. Ese momento representaba la culminación de muchos giros dramáticos: una infancia en un devoto hogar cuáquero, la conversión al judaísmo ortodoxo, la investigación del ultrasonido (ecografía) para apoyar la misión a Marte de la NASA, codearse con la elite tecnológica de Silicon Valley y salir en misiones de asistencia médica alrededor del mundo.

Al estar bajo los reflectores con Adam Neumann, el legendario fundador de WeWork, Iehudit inspiró profundamente y focalizó la atención en el hecho de que el cáncer de mama pone fin a una vida cada 74 segundos.

Iehudit elevó una plegaria y luego se sumergió en el discurso en favor de MonitHer, el primer monitor manual y hogareño para la detección precoz del cáncer. Con una combinación de pericia médica e ingeniería, un feroz espíritu empresarial y una energía y pasión imparable, Iehudit describió su visión para revolucionar uno de los mayores desafíos de la medicina moderna.

Algunos minutos más tarde, Iehudit recibió el primer premio: $360.000.

Idaho y los primeros pasos

Iehudit a los 4 años

Nació en Idaho, Estados Unidos, y la llamaron Holley Abrams. El camino desde allí hasta aquí fue complejo, dramático y profundamente inspirador.

“Crecí en una familia de cowboys y rancheros, me educaron con una devota religión cuáquera”. Contó Iehudit a Aish.com cerca de su oficina en el centro de Jerusalem. “Mi madre es muy espiritual y desde muy pequeña me enseñaron que era natural hablar con Dios. Si pasaba una ambulancia, decíamos: ‘Por favor Dios, cuida a esta persona y no permitas que sufran’”.

Iehudit fue una niña precoz y sumamente inteligente, a quien alentaron a explorar el mundo de la música, la ciencia y la aventura. Sin embargo, en lo relativo a la religión le enseñaron a “no cuestionar”.

Yo nací cuestionando.

“El problema es que yo nací cuestionando”, afirma Iehudit. “Como cristiana, no le veía sentido a que el hombre pudiera ser Dios. Tampoco tenía sentido que porque alguien murió yo pudiera ir al cielo. Y tampoco tenía sentido que Dios estuviera dividido en tres entidades, porque por definición una Primera Causa no puede tener un comienzo dividido”.

A los 10 años, Iehudit comenzó a estudiar otras religiones, como taoísmo y budismo. Eventualmente llegó a la meditación trascendental, se conectó con un instructor local y meditó diligentemente durante los años de la escuela secundaria.

Desde muy pequeña, Iehudit fue autosuficiente. El divorcio de sus padres resultó en un padre no involucrado, una madre con dos trabajos y un hermano que siempre estaba afuera con sus amigos. “Cocinaba para mí misma y crecí rápido”, asegura.

La partitura original de cello de Iehudit para “Kol Nidrei”

A los 13 años Iehudit levantó la mano cuando el profesor de música de la escuela preguntó si alguien quería tocar el cello. Esa noche llegó a casa con el instrumento con el que formó una conexión inquebrantable para toda la vida. Se destacó tocando el cello y llegó a ganar competencias en todo el estado.

Su profesor de cello le dio una partitura de “Kol Nidrei”, la solemne plegaria con la cual comienza el servicio de Iom Kipur. “Incluso antes de tocarla, sentí algo especial. Observé la partitura y fue como si las notas saltaran de la página. Cuando lo toqué, se me puso la piel de gallina. No pude explicarlo y sentí la necesidad de descubrir su origen”.

Iehudit abrió las páginas amarillas y llamó a la sinagoga local para averiguar los horarios de los servicios. Ese viernes a la noche llegó a la legendaria sinagoga de Boise, construida en 1865, la sinagoga más antigua al oeste del Mississippi que continúa siendo utilizada. Aunque había una pequeña congregación sin un rabino, a Iehudit le dio la bienvenida un hombre de mediana edad llamado George, un converso al judaísmo y el hijo de un líder del KKK en Virginia. George estuvo dispuesto a responder todas las preguntas de Iehudit y le dio el libro: Judaísmo y cristianismo: las diferencias.

La histórica sinagoga de Boise

"Me enamoré de los servicios, la comunidad, y el estudio", dice. "Me sentía como en casa".

Iehudit continuó meditando y en busca de una educación judía. A los 15 años se preguntó si vivía en Idaho algún cohen, un descendiente de los sacerdotes judíos. Abrió la guía telefónica y encontró un “Cohen” que vivía justo frente a su casa.

“Era de noche, salí, me acosté en el césped y observé las estrellas”, cuenta Iehudit. “Pensé en la bendición que había recibido Abraham y le pedí a Dios que me enviara a alguien para enseñarme más sobre el judaísmo”.

En ese momento, salió a tirar la basura un hombre bajo y robusto de 78 años. “Crucé la calle corriendo y le pregunté: ‘¿Usted es un cohen?’. Reubén se irguió con orgullo y me dijo: ‘Sí, soy un cohen. ¿Qué más te gustaría saber?’”.

Los dos se quedaron hablando en la calle hasta las 3 de la madrugada. Eran el uno para el otro. La esposa de Reubén había fallecido 10 años antes, y él se había quedado solo. “Se convirtió en mi mejor amigo y en un padre postizo. Cada día después de la escuela iba directo a su casa. Era una enciclopedia andante. Cada noche conversábamos de historia y de política y él me cocinaba la cena”.

El hogar en las montañas

Aunque Reubén no había estado en una sinagoga en los últimos 50 años, el entusiasmo de Iehudit lo contagió y comenzaron a asistir juntos regularmente a los servicios.

Conversión y la facultad de medicina

En la escuela secundaria, Iehudit decidió convertirse al judaísmo. Ella deseaba experimentar el judaísmo “de forma óptima, en Israel”, y encontró en la sinagoga un volante de Sar-el, el programa de voluntariado en una base militar o un hospital. En 1993, una semana después de su graduación, Reubén de 80 años y Iehudit de 17 partieron juntos rumbo a Israel.

Seis semanas más tarde Reubén regresó a su hogar en Idaho y Iehudit se quedó en el Heritage House para buscar un programa de conversión. “Lloré en el despacho de cada Rabino y ellos amablemente me rechazaron. De esa forma Dios me estaba preguntando: ‘¿Cuánto deseas realmente ser judía?’”.

Ese año, en Iom Kipur, Iehudit asistió a los servicios frente al Muro Occidental. Había descubierto que nació en Iom Kipur y recordó aquella partitura de Kol Nidrei que había dado comienzo a todo su camino.

“Ese día me rendí completamente a Dios. Le pedí con cada fibra de mi ser: ‘Haré Tu voluntad el resto de mi vida. Sólo ayúdame a volverme judía’”.

La vida como judía era mucho más brillante y potente. Esa sensación especial nunca desapareció.

Al día siguiente, Rav Asher Wade, él mismo un ex pastor cristiano, le dio a Iehudit el número de teléfono de Sharei Biná, un seminario para mujeres en Tzefat. La directora, Tova Weingot, aceptó con calidez a Iehudit y se comprometió a acompañarla durante el proceso de conversión. “Estudié de la mañana a la noche, saciando mi sed en la Torá”, afirma con una enorme sonrisa.

Reubén Cohen vivió hasta los 102 años

Un año más tarde Iehudit completó su conversión con Rav Abraham Auerbach de Tiberias. “Emergí de la mikve a una realidad diferente. La vida como judía era mucho más brillante y potente. Esa sensación especial nunca desapareció”.

Con un gran objetivo cumplido, la siguiente prioridad de Iehudit era cumplir su sueño de llegar a ser médica. Tras 6 meses de ulpán su hebreo todavía no estaba a un nivel universitario, así que decidió regresar a los Estados Unidos y estudió ingeniería mecánica en el Estado de Oregón. “En esa época prácticamente no había mujeres que estudiaran ingeniería”, dice y saborea el rol de inconformista. “En todo el departamento había sólo un pequeño baño para mujeres: el armario del bedel. Consideré que esa era una oportunidad para quebrar algunas normas”.

Iehudit solidificó su experiencia en ingeniería con pasantías en HP e Intel. Luego decidió asistir a la facultad de medicina en la Universidad Charles en Praga, la universidad más antigua de Europa central, fundada en 1348. Cada verano, durante sus estudios de medicina, se unió a diferentes equipos médicos en Guyana, la República Checa, los Apalaches, la zona rural de Idaho y en Tel HaShomer en Israel.

Praga, República Checa, donde se encuentra la facultad de medicina de la Universidad Charles

Su conclusión a partir de esas experiencias fue desalentador. “Por lo general los tratamientos eran superficiales, prescribían una píldora pero no se diagnosticaba el problema debido a una falta de medios diagnósticos. Entonces comencé a pensar cómo se podía aplicar la ingeniería a la medicina, para crear diagnósticos que permitieran brindar tratamientos acertados”.

En el “arenero” de la NASA

En un impulso, durante su último año en la facultad de medicina, Iehudit aplicó para la Universidad Singularity, una incubadora de elite tecnológica y comercial. El programa de 10 semanas que tiene lugar en el campus de la NASA en California, expone a líderes creativos a tecnologías de vanguardia, con el objetivo de crear compañías cuyo objetivo es impactar sobre millones de vidas.

Iehudit fue aceptada en Singularity y recibió una beca de $25.000 de Google. “Fue un verano increíble. Aprendimos la parte comercial de los start-ups, lo cual encendió mi veta empresarial. Después de estar con Elon Musk, Larry Page, astronautas y personas laureadas con el premio Nobel, entendí que todos tenemos la grandeza en nuestro interior. Yo también podía hacer grandes cosas. Entender eso me dio mucha fuerza”.

Después de estar con Elon Musk, Larry Page, astronautas y personas laureadas con el premio Nobel, entendí que todos tenemos la grandeza en nuestro interior.

En Singularity, Iehudit se conectó con el director médico de la NASA. La contrataron y “la arrojaron al arenero”, el edificio en el cual ingenieros jóvenes colaboran en proyectos innovadores de la NASA.

Iehudit participó en el equipo de NASA que trabajaba en los dispositivos médicos para el cuidado de la salud de los astronautas durante las misiones espaciales. “Marte es una misión de larga duración, por lo que es necesario identificar, diagnosticar y tratar con los mismos dispositivos. Esa es la belleza de trabajar en NASA: ellos fijan niveles imposibles de alcanzar y esperan que logres grandes cosas”.

En el 2010, tras el devastador terremoto en Haití donde murió un cuarto millón de personas, Iehudit viajó para asistir a los equipos de ayuda médica. Recorrió los hospitales y vio pacientes de día y de noche. Al descubrir que uno de los hospitales principales de Haití, que asiste a 400.000 personas, contaba con una sola máquina de rayos X, Iehudit comenzó a pensar cómo se podía convertir a los ecógrafos en equipamiento accesible, portable y de fácil uso.

Iehudit regresó a la NASA, donde ayudó a desarrollar un “parche ecográfico” futurista al que ella llama “una ventana al cuerpo”. Éste se pega al cuerpo y produce imágenes continuas y un diagnostico médico, todo con bajos requerimientos y sin efectos secundarios en el cuerpo.

Con los antecedentes de Iehudit en ingeniería mecánica y medicina, sus conexiones en el mundo de la alta tecnología y su pensamiento original, las piezas comenzaron a encajar para el resultado creativo del ecógrafo portatil.

Mientras tanto, ella todavía tenía que terminar algunos puntos de su carrera de medicina y se dedicó a buscar una residencia. Pero no se imaginó el desvío que tomaría su vida. En la NASA conoció a su esposo, tuvo un bebé y poco después se divorció. De repente Iehudit era una madre sola y su carrera médica se estancó. “Pasé los siguientes cinco años aplicando para diversas residencias médicas, y cada vez hubo otra cosa que interfirió en mis planes. Me sentía frustrada por esa demora en mis planes”.

Por supuesto, todo eso resultaría ser una bendición oculta.

Las piezas del rompecabezas

Durante el tiempo que Iehudit estuvo en la NASA, murió en un accidente de tránsito su prima, una sobreviviente de cáncer de mama que había descubierto la enfermedad a través de un autoexamen. Entonces Iehudit decidió focalizar su atención en la detección precoz del cáncer de mama. Al estar en casa con su hijo, tuvo tiempo para digerir todo lo que había aprendido a través de los años, y comenzó a jugar con las ideas.

El cáncer de mama puede producir metástasis rápidamente, lo que hace que sea crítico detectarlo en un estado precoz. “Una vez que el cáncer hace metástasis, la tasa de supervivencia de 5 años puede caer del 95 al 23%”, afirma Iehudit. De los 250.000 casos de cáncer de mama invasivo diagnosticados cada año, sólo 60.000 se encuentran en el estadio 0, lo cual significa que pueden curarse fácilmente. “El cáncer de mama puede hacer metástasis en unos pocos meses, sin embargo las revisaciones se realizan cada uno o dos años. Los números prueban que sólo la mamografía no es suficiente para detectarlo a tiempo”.

Iehudit considera que el problema se debe a las limitaciones de los métodos actuales de detección. Ella explica que la mamografía provee una tasa alta de falsos positivos, aproximadamente uno cada tres. “La mamografía no encuentra el cáncer de mama agresivo suficientemente temprano, no se puede confiar sólo en ella el caso de mamas densas y no puede usarse para monitorear a mujeres en alto riesgo. Tampoco diferencia algunos cánceres que pueden no requerir tratamiento de aquellos que lo precisan. Esto provoca diagnósticos y biopsias innecesarios. Sólo en los Estados Unidos, 20.000 mujeres estuvieron dispuestas a extirpar voluntariamente sus mamas sanas para evitar vivir con miedo y ansiedad. Queremos eliminar estas cirugías innecesarias”.

Afortunadamente, Iehudit fue contratada por un star up de ecografías durante 4 años y medio. Allí agudizó su conocimiento sobre el ultrasonido, sus habilidades como científica e investigadora y estableció relaciones que luego resultarían críticas para su propio start up. También aprendió de los errores de la compañía que llegó a la bancarrota por mala administración.

Por esa época falleció a los 102 años Reubén, su padre adoptivo. El hijo de Iehudit ya iba a la escuela y ella sintió que había llegado el momento de mudarse a Israel.

Iehudit quería diagnosticar el cáncer de mama en su estadio más precoz, para mantener la tasa de supervivencia por encima del 95%.

Mientras tanto, Iehudit registró sus propias ideas para un enfoque completamente novedoso para el diagnóstico del cáncer de mama. En vez de buscar cáncer, ella quería monitorear la salud, para lograr descubrir el cáncer de mama en su estadio más precoz y mantener la tasa de supervivencia por encima del 95%.

Ella abrió la patente para el sistema de monitoreo MonitHer, con el cual se realizan cada mes ecografías completas de mama en el hogar para detectar cualquier cambio. En el caso en que se detecta cualquier cambio sospechoso, el usuario envía a un médico la historia de imágenes de la zona de la mama en cuestión a través de un link seguro para revisión. Esto elimina la necesidad de que los médicos tengan que adivinar si efectuar o no una biopsia. MonitHer utiliza un software aprobado por la FDA (Administración de Alimentos y Drogas) desarrollado uno de sus colaboradores.

El gran premio

La madre y el hijo de Iehudit en la final de MassChallenge

Con un futuro brillante en la Tierra Santa y después de pasar cinco años en casa criando a su hijo, Iehudit entendió que esa era la oportunidad perfecta para volver a poner en acción su carrera médica y completar su entrenamiento en radiología. Aplicó para una residencia en Israel, sin saber a qué hospital llegaría. “Mi primera opción era Shaarei Tzedek en Jerusalem. Es un hospital dirigido de acuerdo con la ley judía y es el hospital con el que soñaba desde que viví en Israel durante mi adolescencia”.

Iehudit comenzó el 2018 haciendo aliá con su hijo y su madre, y se establecieron en el barrio de Najlaot. Increíblemente, fue aceptada en Shaarei Tzedek para comenzar su residencia en julio del 2018. Mientras tanto aplicó para MassChallenge, un prestigioso acelerador de start up dedicado a empresarios de alto impacto en sus estadios iniciales. La sucursal israelí recibió más de 500 aplicaciones de 40 países y Iehudit fue seleccionada para participar. “Esto me dio acceso a asesores, clases y un espacio donde trabajar”.

En Abril del 2018, luego de ver un aviso sobre el premio WeWork, Iehudit envió de inmediato un “video de presentación”. Basado en los criterios de impacto social, capacidad de crecimiento y potencial comercial, MonitHer fue aceptado para competir.

La competencia colocó a MonitHer contra emprendimientos tan diversos como la agricultura orgánica y la desalinización del agua a través de energía solar.

Cae el papel picado y Iehudit se emociona de haber ganado el gran premio de WeWork

“Momentos antes de subir al escenario, todo encajó a la perfección. Los años de ingeniería, la incapacidad de volver a mi residencia, lo que llevó a muchos años de investigación sobre ultrasonido. Nada salía como yo quería. Pero ese no era mi acuerdo con Hashem. Yo di mi vida para cumplir Su voluntad, y quizás ahora esta era la voluntad de Hashem para mí. Observé a la multitud y comprendí que entre esas miles de personas, una de ocho mujeres sería diagnosticada con cáncer de mama. Supe lo que tenía que hacer y ya no me sentí nerviosa. Entendí que no se trataba de mí. Y tomé un compromiso: haría lo que Dios quisiera. Sólo le pedí que me mostrara el camino”.

La gran final de la noche fue el anuncio del primer premio de WeWork de $360.000. (Adam Neumann, el israelí observante del Shabat y fundador de WeWork es meticuloso en fijar sus premios en múltiplos de 18, jai).

Cuando anunciaron que el ganador era MonitHer y caía el papel picado, por un instante Iehudit se paralizó. “Sentí que toda mi vida cobraba sentido. Dios y la Torá son la base de todo mi camino, de la forma en que llegué hasta aquí. Esos cinco años de frustración al no obtener una residencia fueron la manera en que Dios me permitió quedarme en casa y pasar mucho tiempo de calidad con mi hijo”.

Asimismo, Iehudit comprendió que esos años en el hogar le permitieron que floreciera su lado empresarial. “Cuidar a un niño pequeño es un momento maravilloso para la creatividad. Tuve el lujo de desarrollar mis ideas, conducir investigaciones de ultrasonido y establecer conexiones con científicos de todo el mundo que ahora apoyan el trabajo que estoy realizando. Educar a un hijo es un tiempo para ser creativo, para explorarse a uno mismo y dejar que Dios te guíe en la dirección correcta”.

¿Cómo logra Iehudit relacionarse con la anomalía de ser una mujer ortodoxa en el medio de la alta tecnología, particularmente al cubrir su cabeza de la forma tradicional?

“Todo el tiempo se me acercan mujeres observantes y me dicen que soy una inspiración. Así como pude florecer como ingeniera mecánica en un departamento formado casi completamente por hombres, así también llevo con orgullo la corona que tengo sobre mi cabeza. Cubrirme el cabello para mí es una manifestación clara de que tengo mis prioridades bien acomodadas. Creo que transmite el mensaje de que soy una judía orgullosa, que sirvo a Dios con el conocimiento técnico que Él me permitió adquirir”.

Hacia el futuro

Luego de la ceremonia, Iehudit no se quedó a disfrutar de los elogios, sino que se fue directamente al aeropuerto para partir a una visita previamente programada a sitios históricos judíos en el este de Europa. En Uman, en la tumba de Rabí Najman de Breslov, se enfrentó a un enorme dilema:

“Mi objetivo final durante todos estos años fue terminar mi residencia. Tenía programado comenzar la residencia en el hospital de mis sueños la semana siguiente. Pero ante las prometedoras perspectivas de MonitHer, necesitaba decidir: ¿debía dedicarme 100% a dirigir la compañía o debía buscar a alguien que se hiciera cargo?”

En Uman, Iehudit encontró la respuesta: “Medité y busqué una voz clara que me respondiera. La voz dijo: ‘Sigue adelante y no mires hacia atrás’. Yo tenía mi meta fija en mi carrera médica, pero Dios tuvo otras ideas”.

Iehudit regresó a Israel y canceló su residencia en Shaarei Tzedek. Ellos se sintieron un poco molestos, pero entendieron su decisión.

Adam Neumann, fundador de WeWork, comparte el escenario con Nir Barkat, intendente de Jerusalem

El dinero del premio de WeWork fue destinado a construir un hardware prototipo del dispositivo de monitoreo hogareño. La experiencia demuestra que cualquier hardware médico requiere mucho dinero y mucha mano de obra: años de investigación y rigurosos estudios clínicos para obtener la aprobación de la FDA. Se proyecta que el producto estará a disposición de los consumidores en otros tres o cuatro años.

Para poder dedicarse más a los aspecto de ingeniería y medicina del desarrollo, Iehudiot muy pronto anunciará a una cofundadora, a quien ella describe como “una potente empresaria que fue directora ejecutiva de una exitosa compañía de dispositivos médicos”.

MonitHer apenas está comenzando, pero parece que Iehudit se dirige a toda velocidad a su destino. En julio, MassChallenge eligió a MonitHer como la máxima start up del 2018, lo que le dio un lugar en el prestigioso simposio de innovación en noviembre. Además, en la actualidad compite para llegar a la final global de WeWork en el Madison Square Garden en enero del 2019.

Los momentos difíciles son la manera en la que Dios nos lleva hacia algo más grandioso.

Después de años de aventuras, incluyendo 8 universidades en 3 continentes, Iehudit ha regresado a donde pertenece, agradecida por el largo y sinuoso camino. “Cuando te crías sola a los 8 años, obviamente es muy difícil, pero eso te obliga a hacerte cargo de lo que quieres llegar a ser. Los momentos difíciles son la manera en la que Dios nos lleva hacia algo más grandioso”.

“Estamos democratizando la detección precoz al llevar el diagnóstico clínico al hogar, permitiendo la detección más exacta posible del cáncer de mama”.

“No se trata de mi. Se trata de salvar vidas, pikuaj nefesh. Cada minuto se puede salvar otra vida”, afirma Iehudit con fuego en sus ojos.

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