Sociedad
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Cómo un padre judío navega los desafíos de las redes sociales y el uso de smartphone con sus adolescentes.
Yo recibí mi primer teléfono celular cuando tenía 18 años.
Ese verano trabajé como vendedor y la compañía me dio un teléfono para usar mientras viajaba. Era el año 1995. Los días de Ross y Rachel, Beanie Babies y la Macarena. Los teléfonos sólo se usaban para llamar a personas (si puedes imaginarlo), y todavía no cabían en tu bolsillo. A menos que fueras un albañil. Recuerdo la primera vez que usé mi nuevo teléfono. Estaba en un embotellamiento de tráfico y llamé a mi amigo, Jay.
“¿Cómo estás, Jay?” —dije sonriendo de oreja a oreja— “Habla Guideon. ¡Te llamo desde el AUTO!”
El trabajo de verano acabó al igual que mi período como dueño de un teléfono celular, pero en menos de 10 años los celulares pasaron de ser ladrillos a ser los mejores amigos. Ya no eran sólo para llamar. Se convirtieron en computadoras personales, oficinas móviles, centros de entretenimiento, cámaras, sistemas de música y por supuesto utilizados para algo nuevo llamado "redes sociales".
El vocero de salud pública de los Estados Unidos dijo: “Estamos en medio de una crisis nacional de salud mental juvenil y me preocupa que las redes sociales sean un importante impulso de esa crisis”.
Recuerdo cuando apareció Facebook. Me gustó la idea de reconectarme con viejos amigos. Era genial (e intrascendente) saber que Gordon Chong de la escuela secundaria ahora era camarógrafo en una estación de televisión local. Pero no tenía idea de que pronto cambiaría la forma de comunicarse de muchas personas en todo el mundo. Cuando mi esposa y yo tuvimos gemelos, un niño y una niña, no me imaginaba que muy pronto los médicos darían la voz de alarma sobre los peligros del uso de redes sociales para los niños.
El vocero de salud pública de los Estados Unidos, Vivek Murthy, dijo que hay “amplios indicadores respecto a que las redes sociales también pueden dañar el bienestar de los niños. Estamos en medio de una crisis nacional de salud mental juvenil y me preocupa que las redes sociales sean un importante impulso de esa crisis; algo que debemos abordar con urgencia”. Aunque este problema cada vez atrae más atención, el problema de los niños y el tiempo que pasan frente a las pantallas siempre estuvo en mi radar. Por eso, cuando era un padre joven, me dije a mi mismo que nunca les permitiría a mis hijos tener sus propios teléfonos.
Sí, claro.
La primera grieta en la represa apareció cuando mi hija fue a un campamento de verano después de quinto grado. Allí se hizo amigas que viven por todo el continente. Necesitaba mantenerse en contacto con ellas. Todas las niñas se mantenían en contacto a través de iMessage y iVideo. “Todas lo usan” y, “¿Cuán malo puede ser”.
Después de discutirlo un poco, con mi esposa accedimos a un iPod que podía usarse para mensajes de texto y llamadas de video, pero nada más. En general parecía funcionar. Hasta el COVID.
El COVID provocó un gran cambio para la sociedad en general y obviamente los niños no fueron la excepción. Las clases se daban online y así también hablaban con sus amigos. Nuestros hijos empezaron a presionar para tener sus propios teléfonos. Recluidos en casa con pocas opciones de interacción social fue difícil decir que no.
Mis hijos de séptimo grado ahora tenían sus propios teléfonos celulares.
Pero no tiramos por completo la toalla. No olvidé el juramente que había hecho de proteger a esos bebes que una vez tuve en mis brazos. Seguíamos teniendo una responsabilidad como padres.
Primero, pensamos que era importante educar a nuestros hijos sobre los potenciales peligros inherentes en estos aparatos. Los hice leer artículos sobre el daño que los teléfonos y las redes sociales presentan para los niños: que llevaban a problemas de baja autoestima especialmente entre las niñas, aumento en las tasas de suicidio y un montón de otros problemas de salud mental. Traté de entender exactamente para qué necesitaban teléfonos y los personalicé para que fueran adecuados a sus necesidades. En general, querían sus teléfonos para mantenerse en contacto con sus amigos, jugar algunos juegos y (supuestamente) ayudarlos con las tareas. Por lo tanto, el primer plan que desarrollamos era algo así:
También ayudó que las escuelas a las que mandamos a nuestros hijos compartían nuestra sensibilidad al tema. Estuve en contacto con los directores de las escuelas de mis dos hijos para expresar mis sentimientos sobre el tema y ellos fueron receptivos. Organizaron una noche educacional para los padres con expertos en tecnología e incluso recomendaron algunas soluciones. Como resultado de esa sesión compré un filtro para nuestra casa que nos permite filtrar el contenido por rango de edades, poner límites de tiempo de pantalla y provee varias otras herramientas (se llama Circle).
Si predicaba a mis hijos sobre los peligros de las redes sociales pero seguía constantemente las últimas tendencias de TikTok, mi mensaje podía ser bastante más difícil de aceptar para mis hijos.
También pensamos que como padres era importante ser un ejemplo de hábitos saludables en el uso del teléfono. Yo uso mi teléfono principalmente para comunicación, trabajo y noticias y no tengo redes sociales en mi teléfono. Si predicaba a mis hijos sobre los peligros de las redes sociales pero seguía constantemente las últimas tendencias en TikTok, mi mensaje podía ser bastante más difícil de aceptar para mis hijos. Pero no soy perfecto. Hace poco estábamos de vacaciones y yo estaba mandando un mensaje a alguien. Mi hija me dijo: “Papi, guarda tu teléfono. Tienes que estar presente en el momento”. Le dije que tenía toda la razón. Fue un momento de orgullo. Najat.
Mis hijos mayores ahora tienen 15 años y están terminando el tercer año de secundaria. Desde que entraron a la secundaria tuvimos conversaciones respecto a soltar un poco las restricciones iniciales que detallamos más arriba. En nuestras charlas, mi hija dijo que ahora ve la sabiduría de algunas de nuestras reglas. Aunque en un momento ella quiso tener acceso a aplicaciones como TikTok, dijo que sabe que eso tendrá un efecto negativo en ella y que por más tentador que sea, quiere mantenerse alejada de eso. Aal mismo tiempo, aboga por más libertad.
Entonces, aunque TikTok, Instagram y Facebook siguen estando prohibidos, permitimos Pinterest, Spotify y apagar los aparatos una hora más tarde. Ella sigue insistiendo en más y nosotros en menos, pero intentamos tener un dialogo abierto y respetuoso sobre el tema para mostrarles a nuestros hijos que regulamos el uso de estos aparatos porque los queremos y tomamos seriamente nuestro rol como sus padres. Decir que "no" no es fácil, especialmente cuando “todos lo hacen”, pero si se hace con amor y entendimiento, mis hijos parecen aceptarlo. ¿Tienen miedo de perderse algo? Quizás. Pero nosotros les hemos dado una alternativa convincente: ser parte de una divertida, comprensiva y afectuosa familia y cuando se les presentan las alternativas, ellos escogen a la familia.
Mi hijo de 15 años estudia en una escuela secundaria judía para varones donde están prohibidas las redes sociales y no se permiten smartphones en la escuela. El impacto es enorme.
Gracias a Dios mi hija menor, que tiene 9 años, aún no tiene un aparato e intentaremos mantenerlo así tanto tiempo como sea posible. Hay muchas iniciativas alentando a los padres a unirse y retrasar por lo menos hasta el segundo año de secundaria para darles un smartphone a sus hijos, y nosotros esperamos unirnos a ese movimiento.
Mi hijo de 15 años estudia en una escuela secundaria judía para varones donde están prohibidas las redes sociales y no se permiten smartphones en la escuela. En una reciente reunión de padres le pregunté a uno de los profesores de estudios generales de mi hijo si su clase está atrasada respecto a los niños de escuelas públicas en términos de sus habilidades académicas. Yo tenía esta preocupación porque dedican muchas horas a materias judías y sólo comienzan con los estudios generales por la tarde. Era razonable pensar que estarían atrasados.
El profesor me miró incrédulo y me dijo: “¿Bromea? Estos niños están mucho más adelantados que los niños de escuelas públicas en sus habilidades analíticas, su lectura, escritura y habilidades verbales. ¡Los niños de escuela pública no se pueden comparar!”. Y agregó: “Yo pienso que la política de esta escuela que no permite redes sociales y sólo un uso limitado de smartphones es excelente. Los niños que estudian en escuelas públicas ya no pueden concentrarse en absoluto. Los veo en la escuela, siempre con sus teléfonos en la mano. Adictos. Son como zombis”.
La vida parecía mucho más simple cuando yo era niño. Creo que la mayor preocupación de mis padres era que yo pasara demasiado tiempo jugando Super Mario Bros. Hoy en día estaría fascinado si lo único que hicieran mis hijos fuera jugar Super Mario Bros. Los tiempos han cambiado pero nuestras responsabilidades como padres siguen siendo las mismas: Amarlos. Guiarlos. Protegerlos. Especialmente en la era de las redes sociales.
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