La lección de Purim respecto a cómo derrotar al "enemigo"

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Hace un año, en Purim, nos pusimos las máscaras y no volvimos a sacarlas. No entres en pánico.

Si bien Purim normalmente es uno de los días más alegres de nuestro calendario, este año marca un hito aleccionador. En esencia, Purim marcará un año de vida con esta pandemia que cambió nuestras vidas de forma radical. Aunque estamos sumamente agradecidos por el progreso con los tratamientos y las vacunas, regresar a cierto sentido de normalidad no parece algo demasiado inminente.

En tiempos comunes, cuando nos encontramos con alguien, le damos la mano. La historia del apretón de manos se remonta al siglo V AEC en Grecia. Darle a alguien la mano le muestra que no te acercas con un arma. Era un gesto para comunicar que llegabas en son de paz, que no constituías ninguna amenaza.

Durante esta pandemia, el apretón de manos llegó a simbolizar una simple amenaza. Hace un año que le dimos a otro la mano, un año desde que abrazamos a alguien fuera de nuestra familia nuclear, un año de distanciamiento de las personas con las que queremos sentirnos cerca.

¿Quién hubiera imaginado hace un año que nos íbamos a poner una máscara para Purim y que seguiríamos usando una máscara todo el año? ¿Cómo podemos evitar sentir ansiedad para que esto finalmente termine, frustración por cuánto tiempo dura y preocupación por lo incierto que es el futuro?

Hacia el final del Rollo de Ester, está escrito que los días escogidos para celebrar la festividad de Purim fueron seleccionados porque en esos días el pueblo judío "descansó de sus enemigos".

¿No es esta una forma peculiar de elegir una festividad? ¿No deberían haberse designado en base a cuando vencieron, cuando tuvieron la victoria sobre su enemigo? ¿Por qué precisamente cuando tuvieron paz y descansaron de sus enemigos?

Podemos encontrar una respuesta en la forma que la Torá describe a Amalek, el archienemigo del pueblo judío, el antepasado de Hamán. Amalek quiso eliminar por completo a los judíos. La metodología de esta nación no se limitaba a atacarnos físicamente, dominarnos y destruirnos. Amalek también estaba satisfecho con aplastar nuestro espíritu, con quebrar nuestra fe.

La Torá nos dice que el ataque de Amalek fue inesperado. El pueblo no estaba preparado. Amalek llegó de repente, por la retaguardia, y nos sorprendió. Amalek prospera al confundir a su enemigo, al despertar una sensación de pánico e histeria en su oponente. Cuando crean una paranoia, infunden miedo y preocupación, cuando privan al pueblo judío de una sensación de tranquilidad y serenidad, entonces en esencia lograron su objetivo. Ellos han ganado.

El exilio de Persia, en el cual tuvo lugar la historia de Purim, se caracterizó por el caos, la locura, el frenesí y la histeria.

El exilio de Persia, en el cual tuvo lugar la historia de Purim, se caracterizó por el caos, la locura, el frenesí y la histeria. Cuando llegan a buscar a Hamán para llevarlo al banquete de Ester, la Meguilá dice: "se apresuraron a llevarlo". Llegaron de repente, corriendo, apresurados. El exilio de Persia se caracteriza por la confusión y el pánico. El poder de Amalek es quitarnos la paz mental, molestarnos. Este era el objetivo de Hamán. Como dice el Libro de Ester: "Hamán planeó destruir a los judíos e hizo un pur (un sorteo) con la intención de confundirlos, complicarlos, destruirlos y exterminarlos".

En cada persona hay cierta energía de Amalek, una voz negativa que nos dice: "¡Entra en pánico! Debes estar histérico, no tengas paz mental, siente ansiedad, preocúpate, no puedes sentir felicidad ni tranquilidad".

Vencemos al Amalek que nos rodea y al Amalek interior cuando encontramos la capacidad de manifestar fe, mantener la calma y seguir adelante con confianza. Rav Abraham Schorr dice que por esta razón los Sabios no hicieron que la festividad de Purim correspondiera directamente con el momento en que se venció físicamente a Hamán, sino específicamente con el momento en que descansaron, cuando recuperamos nuestra serenidad y encontramos una forma de estar en calma, de vivir con confianza, de tener paz mental para encontrar la fe sin importar lo que ocurriera.

Entrar en pánico, ponernos frenéticos, preocuparnos por lo que pasa, por lo que será, estresarnos por cosas que no podemos controlar, todo esto es la influencia de Amalek. Esa es la voz de nuestro enemigo que busca privarnos de la felicidad, robarnos la serenidad. No es lo que somos ni lo que podemos ser. Somos judíos de fe profunda. Creemos en tomar la iniciativa, hacer nuestro esfuerzo y luego confiar en nuestro Creador.

A pesar de lo difícil que fue y sigue siendo este período, no debemos perder nuestra vida y nuestra felicidad en el mes en que debemos estar más alegres que nunca, tener más confianza, creer que hay algo mucho más grande que nosotros mismos y en consecuencia encontrar las fuerzas para mantener la calma.

En 1939, al prepararse para la Segunda Guerra Mundial y con el objetivo de elevar la moral de los británicos, el gobierno imprimió dos millones y media de copias de un póster que colgaron en las principales ciudades de Inglaterra. Allí imprimieron un mensaje simple que sigue resonando más de setenta años después: Mantén la calma y sigue adelante.

Hay demasiadas cosas que no podemos controlar, demasiadas variables que no podemos predecir. Una de las pocas cosas que podemos regular es nuestra paz mental.

Al cumplir un año de estar usando mascarillas, hagamos un esfuerzo extra para recordar el impacto del pensamiento al estilo Amalek en nuestras vidas y nos comprometamos a que sin importar lo que ocurra, mantendremos la calma y seguiremos adelante.

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