La música es lo más elevado

8 min de lectura

Para Daniel Zamir, hacer música es la máxima experiencia espiritual.

De acuerdo con Daniel Zamir, el pionero saxofonista, improvisador y compositor con base en Jerusalem, la música es espiritual.

"La música es la cosa más espiritual que existe en el mundo físico", dijo Zamir en nuestra entrevista. "Por un lado, la música es física, y por otro lado… no se la puede explicar. La música es sólo frecuencias de sonido, ruidos… Sin embargo puede alegrarte, entristecerte, hacerte sentir una u otra cosa. Es inexplicable, lo cual, para mí, significa que en verdad es espiritual. Creo que se diferencia de toda otra clase de arte por ser tan espiritual. Es intangible".

La búsqueda espiritual de Zamir es inseparable de su música, algo que ha estado documentando desde el 2000 cuando su trío Satlah, lanzó su primer disco homónimo para Tzadik Records de John Zorn en Nueva York. Sus 13 álbumes, sin mencionar numerosos tours y presentaciones en festivales, fueron paralelos a su acercamiento a la observancia judía, y reflejan el desarrollo de sus intereses como artista. Él experimenta con múltiples estilos y dispositivos de composición, aunque podemos decir con certeza que su opción predeterminada es el jazz de alta energía y con sabor judío. La música judía ocupa gran parte de lo que él hace, y su influencia viene de fuentes familiares como las melodías jasídicas sin palabras (nigunim), melodías litúrgicas (piutim) y sonidos locales israelíes y mediterráneos, los cuales parecen estar por todas partes cuando uno camina por las calles de Jerusalem o Tel Aviv.

"Pienso que la principal virtud o la ventaja que tienen los músicos israelíes sobre otros músicos es que nosotros fusionamos sonidos israelíes, del Medio Oriente y otros sonidos similares con el jazz. Tenemos nuestro propio sonido y estilo, y a la gente le encanta. También el nivel musical es muy elevado. Hay muy buenos músicos, porque cuando se establece cierto estándar, entonces todos tienen que trabajar más duro para llegar a ese estándar".

La influencia y ubicuidad de Zamir (su lista de colaboradores incluye a todos, desde íconos de la música israelí y héroes del underground, hasta talentos prometedores en surgimiento), jugó un papel importante para elevar este nivel y constituye una gran parte del reciente renacimiento musical en Israel. Es posible que la pandemia actual lo haya frenado un poco, como a todo el mundo, pero sigue en la cima y creando nueva música.

Conversé con Zamir en su casa en Jerusalem. Entre otras cosas, hablamos de su eventual aceptación del rótulo de "jazz judío", el proceso espiritual de crear música, y la historia de su increíble grabación del "Hatikva", el himno nacional de Israel.

¿Cuándo comenzaste a tocar el saxofón?

Cuando tenía 11 o 12 años. Antes de eso tocaba violín y piano. Incluso tomé una lección de batería, pero mi mamá no me hubiera dejado entrar una batería a la casa, así que lo dejé. Entonces encontré el saxofón. Comencé con el alto.

¿Cómo llegaste al jazz?

Cuando empecé a estudiar saxofón, mi maestro me grababa casetes (en ese entonces usábamos casetes), y me grabó casetes de diferentes saxofonistas. Me dio un casete de Charlie Parker y me encantó. Era tan loco, inesperado y diferente a todo lo que estaba acostumbrado a escuchar en esa época. Me fascinó, y lentamente fui entrando más al tema. Me mudé a Nueva York cuando tenía 19 años y fui a la New School.

¿En Nueva York podías ganarte la vida tocando música original o también tenías que actuar y tocar en bodas judías?

En Nueva York nadie podía ganarse la vida tocando música original. Allí había una compañía llamada Neginah Orchestra, ellos tenían cantidades de bodas. Tenían como cinco o seis eventos cada día. Contaban con diferentes equipos, diversas bandas, y con ellos yo era muy popular. Eso me daba mucho trabajo, gracias a Dios, y también hacía mi música original. Pero para ganar dinero tenía que tocar en bodas.

¿Dónde tocabas tu música original?

En The Knitting Factory. Allí tenían tres espacios diferentes. Zorn por lo general tocaba en el escenario principal, que era llamado el "espacio principal". Nosotros tocábamos en los sitios más pequeños, pero así fue como podíamos conversar con Zorn. Tocábamos en el mismo lugar y yo subía las escaleras, me asomaba, le daba un Cd y lo saludaba.

¿El jazz era una forma de expresar tu identidad? ¿Algo así como: "Soy judío y esta es mi música"?

No, para nada. En verdad negaba por completo que era música judía. Solía llamarla música mundial o música étnica. No tenía idea por qué ni de dónde salía eso. En ese entonces era totalmente laico y negaba por completo mi legado y mi tradición. Negaba que fuera música judía. Yo no era quien lo llamaba jazz judío. Lo llamaba cualquier otra cosa, música mundial, música étnica, pero la gente comenzó a llamarlo jazz judío. Entonces pensé: "Bueno, supongo que es judío, ¿qué puedo hacer?".

¿Cómo superaste el obstáculo y empezaste a llamarlo tú mismo jazz judío?

La verdad es que yo no lo llamé jazz judío. En una entrevista de radio, alguien me preguntó sobre el jazz judío: "¿Cómo llegaste a eso?". Le dije: "Esta es la primera vez que escucho que le llaman jazz judío. No tengo idea cómo llegué a esto. Lo siento. La siguiente pregunta".

¿Aceptaste el nombre al volverte más observante?

No. Comencé a aceptarlo cuando todo el mundo comenzó a rotularme como jazz judío. En Israel, principalmente en Israel, era más significativo, porque en verdad yo era el único que lo tocaba. Para la audiencia israelí, que no era en absoluto una audiencia típica de jazz, que no estaba interesada en absoluto en el jazz y que no sabía nada de jazz, por alguna razón, esa vibración judía era lo que le permitió conectarse mucho con la música. Eso provocó una pequeña revolución en los hábitos de la audiencia israelí. Gracias a esto, gente que nunca imaginó acercarse al jazz, comenzó a acercarse.

¿Quién era esa audiencia? ¿Estaba formada principalmente por israelíes seculares o contaba con representantes de diversos grupos demográficos?

La mayoría era secular, pero la novedad fue el público israelí religioso. Algunos israelíes seculares escuchan jazz, pero entre los israelíes religiosos no existía que alguien escuchara jazz. No había algo así. Yo fui como la primera ventana hacia el jazz. Yo fui su primera conexión con el jazz. De lo contrario, esa gente no hubiera tenido ninguna conexión con el jazz.

La melodía no está escrita, tú tienes que crearla, y si no estás conectado con el Creador, entonces no va a surgir.

¿Piensas que el jazz tiene una esencia o una energía espiritual?

Sí. Para tocar Jazz tienes que ser muy profundo. Es una situación sumamente religiosa. Realmente estás solo. En ese momento, no hay ningún lugar a donde puedas ir o escaparte. Eres tú y el Creador. La melodía no está escrita, tú tienes que crearla, y si no estás conectado con el Creador, entonces no va a surgir. No va a sonar lindo. Pararse en el escenario e improvisar y crear la melodía, en cierta forma, es una experiencia sumamente religiosa.

¿Eres como un conducto para la música?

Trato de no sentirme a mí mismo al tocar. Trato de eliminarme de la escena al tocar. Trato de no estar, o por lo menos estar lo menos posible. La música, la melodía, ya existe y es divina. Yo sólo puedo interferir. Sólo puedo destruir. Por eso trato de estar lo menos posible, y estar lo menos involucrado que sea posible.

¿Qué rol tiene la práctica? ¿Es para llevar tus habilidades a un nivel en el que la música pueda fluir a través de ti y que tú puedas mantenerte al margen?

Exactamente. No es mi música. Pasa a través mío, pero no es mía. Si fuera mi música estaría bien. Pero lo que es realmente bueno no es mi música.

A través de la música, ¿puedes llegar a niveles espirituales que no hubieras alcanzado de otra forma, digamos por ejemplo, a través de la plegaria?

Para mí es mucho más elevado que la plegaria. Es lo más elevado.

¿Es diferente si estás o no frente a un público?

Eso marca una gran diferencia. Es decir, no hay diferencia en cuanto que puedo tocar frente a cuatro personas o sin nadie y tocar muy bien, pero la sensación es diferente. Hay en el aire mucha emoción, energía y tensión, y es mucho más estresante.

¿Tus compañeros de banda también impactan en esas sensaciones?

Por supuesto, porque nosotros creamos juntos la música. El jazz no es una música de solistas, la música se crea en equipo. Improvisamos. Si en una improvisación yo hago algo y el baterista hace algo que no es adecuado, o que no es musicalmente suficientemente sensible, puede sonar muy tonto. Necesito que él fluya conmigo. Que escuche lo que hago, que lo interprete correctamente, y que entienda mi significado interno, para que pueda complementarlo y acompañarme de la manera correcta. De lo contrario, no suena conectado.

Cuando te estabas volviendo religioso, ¿hubo un período en el que pensaste que tal vez dejarías de hacer música para dedicarte a estudiar a tiempo completo?

No, porque desde el comienzo me encontré con el enfoque del Rebe de Lubavitch respecto a lo que ocurre cuando alguien tiene un talento especial. Él considera que tu talento es un don, un regalo que recibiste de Dios. Por lo tanto, tu shlijut (tu misión) es usarlo. Eres un emisario, y tienes que aprovechar tus talentos para servir a Dios. Si tienes una habilidad y no la utilizas, no valoras los regalos que Dios te ha dado.

Si dejaras de tocar música, estarías desperdiciando tu regalo.

Exactamente. Además, siento que mi principal misión en la vida es tocar música. Básicamente, eso es lo principal que Dios espera de mí. En otras palabras, puedo estudiar Torá y puedo rezar, pero hay gente que estudia y reza mucho mejor que yo. Creo que la forma en que toco música es lo que es singular. Para mí, tocar bien, practicar, estar en forma, es como un mandamiento de Dios. Eso es lo que Él quiere de mí, y cuando lo hago bien, es como una mitzvá.

Muchos artistas israelíes estuvieron explorando recientemente la música de la diáspora judía, particularmente entre los judíos de origen sefaradí. ¿Por qué piensas que esto está ocurriendo?

Esto es algo único que ocurrió en la música israelí. Al comienzo del milenio, las audiencias israelíes estaban un poco cansadas con el material y con las letras que se usaban entonces. Todo era muy similar y sobre los mismos temas. Pero entonces hubo un gran concierto en el 2004. Yo también participé allí. Lo llamaron "La esquina de Iehudá Halevi y Ibn Gabirol", que son dos grandes calles de Tel Aviv en homenaje a dos grandes poetas del siglo XIII. Allí hubo muchos artistas y cada uno interpretó cierto piut, que es una canción tradicional (un poema o melodía litúrgico). Fue un gran éxito, y luego se convirtió en una moda.

¿Acaso la música elimina conceptos erróneos que la gente tiene sobre otras comunidades?

La música es el mejor escenario para cerrar esas brechas. Es la manera más sencilla de conectar a personas que tienen opiniones completamente diferentes, puntos de vista completamente diferentes, y posiciones políticas completamente diferentes. La música conecta a todo el mundo. La música acerca a las personas, La música puede curar la sensación de que una persona está contra otra.

¿Por qué es así? ¿Se debe a que la música es un lenguaje que trasciende al lenguaje hablado?

Es más que eso. La música es algo espiritual. Es lo más espiritual que existe en el mundo físico. Por un lado, la música es física, pero por otro lado… no se la puede explicar. La música es sólo frecuencias de sonido, ruidos... Sin embargo te alegra, te entristece, te hace sentir esto o aquello. Es inexplicable, lo cual, para mí, significa que es realmente espiritual. Creo que es diferente a cualquier otra forma de arte porque es tan espiritual. Es intangible.

¿También cantar fue siempre parte de lo que haces o comenzaste a hacerlo más tarde?

Canto desde que era un niño. Después de comenzar a tocar, el foco estuvo en tocar música, y completamente dejé de cantar, pero de alguna forma regresó. No juzgo estas cosas. No lo planeé de antemano ni pensé que iba a empezar a cantar. Simplemente ocurrió, tal como ocurrió que comencé a tocar jazz judío, algo que no había planeado. De la misma manera empecé a cantar. Me siento bien al hacerlo, así que por qué no hacerlo.

¿Cuál es la historia de tu versión del Hatikva?

En verdad no fue mi idea. Hay un sitio web de noticias, el más grande de Israel, llamado Ynet. Ellos tenían un proyecto para el día de la independencia de Israel, me parece que fue en el año 2007. Seleccionaron cinco artistas y cada uno interpretó el himno nacional. Yo fui uno de esos cinco. Me preguntaron si quería hacer mi versión del himno nacional y pensé: "¡Qué gran oportunidad! Puedo cambiar el himno y volverlo más acorde a mi gusto". Cambié la letra, la melodía, la armonía, y el tiempo. Ahora es grandioso.

¿Qué es lo que dices en la sección de rap? ¿Son sólo sonidos?

No, son palabras reales. Toco esa canción prácticamente en todas mis presentaciones. Habla sobre el fin del tiempo, anticipando al Mashíaj (la era mesiánica) y todo lo que falta. Cosas así.

Este artículo apareció originalmente en The Ingathering, y fue levemente editado por razones de espacio.


Foto: Sherban Lupo

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