La nota de la maestra

17/06/2022

3 min de lectura

Cómo 49 palabras cambiaron la vida de una mujer.

La Sra. Horowitz, una maestra de ciencias de secundaria que amaba conectar la Torá con la ciencia, desarrollaba una relación con cada alumna. Al final del año, ella se quedaba despierta toda la noche escribiendo notas personalizadas para cada niña y las adjuntaba a su libreta de calificaciones. Quería que cada niña se sintiera especial.

“¿Tú crees que las notas hacen alguna diferencia en la vida de estas niñas?” le preguntó su esposo, que también era maestro. “¿Por qué no te vas a dormir?”

Ellos mantenían este intercambio de opinión cada año, y a veces la Sra. Horowitz se preguntaba si debía continuar con esa práctica.

Años más tarde, llegó una carta a la casa de la familia Horowitz que resolvió el asunto. Era la carta de una exalumna:

Al final del año, usted le escribió a cada niña una nota y la adjuntó a nuestra libreta de calificaciones. Recuerdo que abrí ese sobre y leí lo que usted se había tomado el tiempo de escribirme. Increíblemente, cada niña de la clase sintió lo mismo que yo: '¡Maravilloso! Esto es tan personal y pensado… ¡Apuesto que la carta de nadie más es tan especial como la mía!'. Yo guardé ese pequeño sobre rosado durante toda la secundaria y el seminario, y cada vez que necesitaba un empujón de confianza lo abría y leía lo que usted me había escrito. Esto es lo que decía la nota: 

Querida Rajel (1):

¡Me emociono mucho cuando pienso en el enorme potencial con el que has sido bendecida! Por favor, sigue usando tus talentos especiales para aprender y crecer en tus mitzvot y buenas cualidades de carácter. 

No te satisfagas con la mediocridad; sé lo mejor que puedas ser y busca llegar al máximo.

La alumna le escribió que años después tuvo un terrible accidente de auto. Durante ocho meses pasó por un largo y arduo proceso de recuperación, durante el que tuvo que estar todo el tiempo acostada de espaldas. Sólo respirar ya le causaba un dolor enorme. Cada hora pasaba lentamente y precisó una fuerza enorme para salir adelante.

Cada mañana ella leía la nota rosada de su maestra. El mensaje le permitía empezar su día con confianza.

La carta de la alumna terminaba diciendo: Sra. Horowitz, usted cambió mi vida. Como maestra, a veces me pregunto hasta qué punto estoy marcando una diferencia en la vida de mis alumnas. Usted no tiene idea del profundo impacto que se puede tener en una alumna. Ya pasaron ocho años y todavía me siguen afectando las olas de los efectos de lo que usted hizo. No tengo palabras suficientemente fuertes para agradecerle.

Cuarenta y nueve palabras cambiaron su vida.

Después de recibir esta carta, el esposo de la Sra. Horowitz comenzó a escribir cartas a sus alumnos (2).

Después de leer esta historia, le escribí a cada uno de mis hijos una sincera nota y se las dejé sobre sus camas mientras dormían.

También recordé que una vez alguien se emocionó por una nota que yo había escrito. Cuando vivía en Nueva York, nuestro vecino de 60 años de edad paleaba secretamente la nieve de nuestra entrada cada vez que nevaba. Yo lo saludaba todo el tiempo, pero nunca mencioné sus amables actos. Esto continuó por un tiempo hasta que me di cuenta que era él quien lo hacía.

Para agradecerle, le escribimos una carta sincera, le horneamos jalá y le llevamos todo con un regalo.

Años después, descubrí que nuestro vecino guardaba nuestra nota de agradecimiento todo el tiempo en su billetera.

A lo largo del día tenemos oportunidades de expresar gratitud, bondad y de ayudar a alguien a construir su propia confianza. Esto puede llenarlos de valentía y fuerza y no cuesta ni un centavo.

En la época de las redes sociales, ahora más que nunca nuestras palabras pueden herir o construir. Como la Sra. Horowitz, usemos nuestras preciadas palabras para influir para bien en las vidas de otros.


Notas:

  1. El nombre fue cambiado
  2. Brull, Baruch, For Goodness’ Sake, pág. 99
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