La realidad de la percepción

3 min de lectura

Vaigash (Génesis 44:18-47:27 )

Los hermanos muchas veces dicen que tienen entre ellos una conexión intrínseca. Aunque estuvieron separados muchos años, "Iosef reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él" (Génesis 42:8). Esto parece lógico, porque su último encuentro con Iosef fue cuando él era un adolescente lampiño y ahora era un hombre maduro con barba (Ketuvot 27b; Ievamot 88a; Bereshit Rabá 91:7). Además, Iosef usó un traductor para hablar con ellos (42:23), ocultando que sabía hablar hebreo; vestía ropas diferentes, joyas y el faraón había cambiado su nombre de Iosef a Tzanat Paneaj (41:42-45). De todos modos, podemos argumentar que su barba, el lenguaje, la ropa y el nombre son todos indicadores externos. ¿Realmente es posible que los sabios líderes de las tribus no fueran capaces de percibir que su hermano se encontraba detrás de esas meras externalidades?

Hay muchas alusiones respecto a que el virrey de Egipto trató a sus hermanos de forma diferente que a otros con los que se encontraba en el mismo escenario. Él los acusó de ser espías, simplemente porque entraron a la ciudad por diferentes entradas (42:9). Los envió de regreso a su hogar preocupado por sus familias, les dio provisiones para la travesía (42:25) y los albergó en su casa para una comida privada. Si sospechaban que eran espías, uno no hubiera esperado que el virrey de Egipto los invitara a comer. Hay varios otros incidentes sumamente llamativos. Un ejemplo es que Iosef se refiriera a detalles íntimos que ningún extraño hubiera sabido (Bereshit Rabá 91:10). Pero a pesar de todas esas pistas, los hermanos no pensaron ni por un momento que el virrey no era quien parecía ser. Incluso cuando Iosef finalmente reveló su identidad, a los hermanos todavía les costó creerle, hasta que él se los probó (Bereshit Rabá 93:8). ¿Por qué les costó tanto entenderlo? ¿Por qué los hermanos no podían reconocer a Iosef?

Quizás la respuesta tiene que ver con la psicología más simple. Los hermanos no podían reconocer que Iosef era el virrey de Egipto porque no querían reconocer que Iosef era el virrey de Egipto.

Mucho antes de que Iosef fuera famoso, "sus hermanos lo envidiaron" (37:11). Ellos se burlaron de sus sueños y desearon su muerte (37:20). Rashi explica que perdieron su sentido fraterno respecto a Iosef. Desde el momento en que lo arrojaron al pozo como un esclavo insignificante, Iosef se convirtió en eso en sus mentes. Durante los años que estuvieron separados de Iosef, en sus mentes él siguió siendo un soñador indigno. Los hermanos continuaban percibiéndolo a través de esa lente. En consecuencia, cuando finalmente se reunieron, el Iosef que estaba frente a sus ojos no coincidía con sus ideas preconcebidas. Esta disonancia cognitiva evitó que los hermanos entendiera quién era Iosef a pesar de todas las pistas, de su presencia física, la prueba y su declaración explícita.

Cuando creemos firmemente en algo y deseamos que así sea, podemos reiterar constantemente esa creencia a tal punto que para nuestra mente eso se convierte en un hecho. Hubo criminales que se demostró que eran culpables pero que deseaban tanto su inocencia que realmente llegaron a creer que eran inocentes. La mente es tan fuerte que incluso puede engañarse a sí misma. En la historia hay innumerables ejemplos en los que una suposición fue tan fuerte que definió y reemplazó a la lógica. La percepción personal puede convertirse en una realidad personal sin importar cuán contradictoria parezca ser a los hechos; puede ser racionalizada hasta convertirse casi en la verdad. Esto también encuentra expresión en escenarios más sutiles de la vida cotidiana, particularmente respecto a cómo vemos y tratamos a quienes nos rodean y a nosotros mismos.

El Talmud explica que la palabra "necedad" en el proverbio: "La necedad del hombre corrompe sus caminos" (Proverbios 19:3), se refiere a los hermanos de Iosef (Taanit 9a). Tal vez esto enseña una lección para la vida. Existe un peligro en basar nuestras acciones puramente en nuestra perspectiva subjetiva. Continuamente debemos volver a considerar nuestras creencias, analizarlas y revisarlas para asegurarnos que sean verdaderas. En contraste a los hermanos de Iosef, cada uno debe buscar la verdad, estar dispuesto a admitir un error y aceptarlo sinceramente en vez de cegarnos con nuestros prejuicios y convicciones. De esta manera, en vez de quedar atrapados por una percepción falsa y prejuiciosa, lograremos abrirnos a la verdadera realidad.

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