La reconstrucción del Kibutz Beeri después del 7 de octubre

06/01/2025

4 min de lectura

Yardén Tzemaj y un grupo de sobrevivientes están decididos a reconstruir su amado hogar, donde 101 residentes fueron brutalmente asesinados, entre ellos su hermano.

El 7 de octubre del 2023, el Kibutz Beeri fue uno de los kibutzim más golpeados cerca de la frontera de Gaza. Se estima que unos 340 terroristas invadieron el kibutz en las primeras horas de la mañana, asesinando a 101 residentes y llevándose 36 rehenes. Cuando entré al kibutz con un grupo de personas en una misión de Janucá, vi juguetes rotos tirados en los patios y casas quemadas por todas partes. Muchas de las entradas todavía tienen posters y fotos de aquellos que fueron asesinados adentro o que todavía no regresaron del cautiverio.

Yardén Tzemaj, uno de los primeros miembros del Kibutz Beeri que regresó una semana después del 7 de octubre para empezar la reconstrucción, nos guio por el kibutz y nos contó las horribles historias de las familias que fueron asesinadas en sus casas. Mientras caminábamos entre los escombros de las casas destrozadas, Yardén describió las tres generaciones de su familia que construyeron aquí su hogar.

Su abuelo fue uno de los primeros fundadores del kibutz, y Yardén creció aquí con sus cuatro hermanos. Sus padres, sus cinco hijos y sus familias vivían en Beeri cuando Hamás atacó el kibutz. Aunque Yardén pasó años viajando fuera de Israel como asesor agrícola, siempre supo que acabaría volviendo a casa.

Cuando regresó a Beeri años atrás, Yardén construyó la infraestructura agrícola de mango y palta (aguacate) en el kibutz y fue voluntario en el equipo de seguridad. Shajar, uno de sus hermanos, también formaba parte del equipo de seguridad. La mañana del 7 de octubre, Yardén se encontraba de excursión con unos amigos fuera del kibutz. Cuando se enteró de lo que estaba ocurriendo, no logró pasar los bloqueos en las carreteras hacia Beeri. Desde su teléfono, Yardén intentó coordinar lo mejor que pudo con los otros miembros del equipo de seguridad y su familia para luchar contra la embestida de los terroristas invasores.

Su hermano Shajar vigilaba la clínica dental del kibutz, que se había convertido en un centro de emergencias improvisado donde yacían varios miembros del kibutz que habían sido heridos, allí eran atendidos por un paramédico y un médico del kibutz. Tras varias horas de combate, Shajar se quedó sin municiones y tuvo que entrar a la clínica. Finalmente lanzaron una granada contra la clínica y todos los que estaban allí murieron. Shajar murió dejando atrás a su esposa Ofri y a sus dos hijas, Ella de 4 años y Netta de 2, así como a sus padres Shlomit y Dorón y a sus hermanos menores, Yardén, Itai, Shai e Ido.

Shajar Tzemaj con su esposa Ofri y sus dos hijas, Ella (4) y Netta (2)

Ese día, el resto de la familia de Yardén sobrevivió milagrosamente. Un hermano corrió a la casa de otro hermano que quedaba muy cerca. Estaban escondidos juntos en el refugio cuando un miembro de las fuerzas de seguridad vio desde lejos a dos terroristas en la entrada de la casa y logró dispararles. Cuando más terroristas se acercaron a la casa, vieron los cuerpos muertos y se alejaron. Yardén estaba tratando de coordinar con las FDI mientras daba directivas a su hermano autista que vivía solo en su propio departamento. "Sabía que él no lograría entrar en una habitación segura y encerrarse adentro. Y sabía que no entendería exactamente lo que estaba sucediendo. Así que le dije que cerrara las cortinas, que apagara el televisor y estuviera lo más callado que fuera posible".

De alguna manera, su hermano no entró en pánico. Se sentó en su sillón y esperó en silencio mientras los dos departamentos al lado de su casa eran atacados. Por alguna razón, los terroristas saltearon su puerta. En medio de todos los disparos y gritos, el hermano de Yardén esperó solo y en completo silencio durante 17 horas. "Le dije que no hiciera ningún ruido y que se mantuviera lejos de las ventanas. Y él siguió escuchándome cuando lo fui llamando a lo largo del día".

Cuando Yardén habló con sus padres que vivían en el otro lado del kibutz, les dijo que encontraran una manera de trabar la puerta del refugio y que se escondieran en las esquinas de la habitación, lejos de los disparos. Sus padres ataron dos bastones de senderismo para trabar la puerta de su refugio mientras los terroristas saqueaban su casa y se sentaron en su salón durante más de 15 horas antes de que llegara el ejército. Incluso después de que el ejército consiguiera entrar en la casa, hasta la mañana siguiente fue demasiado peligroso que salieran.

El único momento en que Yardén lloró al contar la historia de su familia fue cuando describió llegar con los sobrevivientes de su familia sólo con el pijama que llevaban puesto para alojarse en viviendas provisionales cerca del Mar Muerto. Salieron a comprar calcetines y ropa interior y no pudieron encontrar ni un par de calcetines en ninguna tienda, porque cientos de personas habían salido corriendo en cuanto se enteraron de lo ocurrido para comprarles ropa. Enjugándose las lágrimas, Yardén dijo: "Todo el mundo intentaba ayudarnos. Fue la primera vez desde que empezó el ataque que no nos sentimos solos".

Recordando la destrucción en el Kibutz Beeri

Una semana después del 7 de octubre, Yardén y un grupo de sobrevivientes de Beeri comenzaron a viajar 90 minutos cada día para trabajar en el kibutz a pesar del profundo dolor que los rodeaba. Estaban decididos a reconstruir sus vidas en el Kibutz.

Al lado del edificio del jardín de infantes con decenas de agujeros de bala, el ruido de las casas quemadas que son demolidas para hacer lugar para nuevas casas retumba a lo largo del kibutz. Yardén observa los restos de la plaza de juegos contra los árboles iluminados por el sol de la mañana y dice: "No nos rendiremos. Nunca. El Kibutz está construyendo nuevas casas cada día y reparando sus clínicas y escuelas. Esperamos terminar la reconstrucción en el 2026, cuando la mayoría de los residentes de Beeri planean volver a casa".

En nuestra próxima visita, esperamos volver a esta plaza y oír nuevamente el sonido de las risas infantiles a lo largo del Kibutz.

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