La reina Ester encuentra su voz

4 min de lectura

La transformación de la reina Ester de ser una jovencita callada y pasiva a una valiente heroína.

¿Qué viene a tu mente cuando piensas en una reina?

Quizás poder. Tal vez palabras como decisiva, independiente, firme. Un jefe de estado. Una voz poderosa.

Pero la “Ester” que llegó al palacio real no era nada de todo esto. Esa Ester era una niña que quedó huérfana siendo muy pequeña y que fue criada por su pariente Mordejai, quien la trató como a una hija. Esta Ester es una mujer obediente que hace caso a lo que le dice Mordejai y cumple con sus pedidos, sin alejarse de sus instrucciones ni un milímetro (1). Ester no tenía el mínimo deseo de llegar a ser reina; ella fue llevada al harem del rey en contra de su voluntad para participar en un concurso de belleza. Incluso después de que Ester fuera elegida entre otras jóvenes para ser la reina de Persia, el Libro de Ester nos dice que ella seguía cumpliendo con las instrucciones de Mordejai (2).

Al comienzo del Libro de Ester, oímos la voz del rey. Oímos la voz de Mordejai. Pero todavía no se escucha la voz de Ester. Todavía nos falta oír la voz de una reina.

El cambio ocurre en medio de la saga de Purim.

Repasemos la historia.

En la antigua Persia del siglo IV AEC, Hamán, uno de los principales ministros del rey, escribe y envía una declaración ordenando que el pueblo se levante para asesinar a los judíos. Cuando Mordejai se entera del decreto, le envía un mensaje a Ester, pidiéndole que le suplique al rey que salve a su pueblo.

Pero Ester está preocupada, y tiene razones para estarlo. Al fin de cuentas, cualquiera que se presente ante el rey sin ser convocado puede ser condenado a muerte.

Mordejai lo sabe. De todas maneras, le envía a Ester el siguiente mensaje: “Si ahora tú permaneces callada, el pueblo judío se salvará por otro medio. Tal vez la razón por la cual estás en esta posición es para que seas quien trae salvación a tu pueblo. Piénsalo”.

Las palabras de Mordejai impactan sobre Ester.

Ella decide acercarse al rey. Ester le pide a Mordejai que reúna a todos los judíos y les diga que ayunen durante tres días y tres noches. Mordejai obedece el pedido de Ester. Él reúne a los judíos de Persia y todos ayunan y rezan a Dios.

Al final del capítulo, Mordejai hace exactamente lo que le ordenó Ester, y no a la inversa. De hecho, de este punto en adelante, podemos detectar un cambio completo en la personalidad de Ester (3).

A pesar de saber que esa podía ser su sentencia de muerte, Ester avanza hacia el rey y le pide que asista a un banquete con Hamán. El rey acepta. Al día siguiente, en el banquete, Ester identifica a Hamán como el hombre que desea aniquilarla a ella y a todo su pueblo. Ella le suplica al rey que los salve de ese destino. Sin que Ester lo supiera, la noche anterior el rey Ajashverosh había descubierto que Mordejai le había salvado la vida de un intento de asesinato. Como consecuencia, el rey se enfureció ante la idea de que el hombre que lo había salvado de la muerte se viera enfrentado a su propia muerte en manos de Hamán. En ese momento, el rey ordena que cuelguen a Hamán.

El liderazgo de Ester continúa luego de la muerte de Hamán, cuando el pueblo judío todavía tiene que enfrentar el fantasma de la guerra debido a que la nefasta proclamación de Hamán seguía teniendo efecto. Ester pide permiso para emitir su propio decreto, otorgándoles a los judíos la posibilidad de defenderse de sus enemigos y contrarrestar de esta forma el decreto previo de Hamán. Y, finalmente, Ester le pide al rey permiso para que los judíos tengan un día más para abolir a sus enemigos. Una vez más, el rey está de acuerdo y el 14 de Adar, Ester y su pueblo matan a los hijos de Hamán y a los otros adversarios que querían destruirlos.

La voz de Ester se convierte en una herramienta proactiva de redención, un relámpago de cambio. Ella suplica, pide, dirige y persuade. Al final, Ester hace honor a su título y se convierte en la poderosa reina que debía ser.

En nuestras propias vidas

La transformación de Ester muchas veces puede reconocerse en la narrativa de nuestras propias vidas.

Comenzamos a vivir completamente dependientes de nuestros cuidadores. Nuestra autoestima depende de quienes nos rodean. Nuestra voz a menudo queda ahogada por la influencia del más grande y del más inteligente. Esto tiene sentido en un aspecto de desarrollo. Nosotros representamos al niño, arrastrados por las corrientes que nos rodean. Pero en cierto punto debemos individualizar y cultivar nuestra propia voz. Debemos nutrir nuestros propios objetivos, nuestro coraje y nuestra vida interior. Comenzamos a escuchar las instrucciones y las directivas de nuestros propios anhelos, nuestra propia brújula. El cambio de una voz juvenil a una voz adulta es una de las transiciones más importantes que debemos efectuar.

A veces, esto puede comenzar a partir de un proceso interno. Otras veces puede ser alentado por fuerzas externas o por las personas que comparten nuestra vida, tal como ocurrió en la experiencia de Ester. En cualquier caso, nuestra voz que una vez era inaudible se vuelve clara. La responsabilidad y la fuerza que una vez eran dominio de los demás, se convierten en algo propio. Ya no somos pasivos, nos convertimos en los reyes que debíamos ser.


Notas:

(1) Adaptado por Itzjak Barth de HaRav Aharón Lichtenstein

(2) Meguilá 2:20

(2) Adaptado por Itzjak Barth de HaRav Aharón Lichtenstein

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