La sabiduría del corazón

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Vaiakel-Pekudei (Éxodo 35-40 )

En general, la cabeza se percibe como el centro de la sabiduría y del intelecto, mientras que el corazón es la fuente de la emoción. Sin embargo, en una intrigante porción de la Torá, estos polos opuestos se unen en la repetición de la frase jajam lev, o "sabio de corazón", en un total de siete veces, en referencia a los líderes y los constructores del Tabernáculo.1 La pregunta es cuál es el significado detrás de esta frase singular.2

Las búsquedas académicas generalmente se consideran intelectuales. Temas como matemáticas, filosofía y ciencia típicamente son explorados en el reino cognitivo teórico. Incluso campos de estudio que pueden tener aplicación práctica en el día a día a menudo no afectan la manera en que uno vive ni el carácter que uno representa.

Sin embargo, el judaísmo, en su sentido más verdadero, requiere una combinación de rigor cerebral, conductual y espiritual. Requiere un compromiso de corazón, mente y práctica. Mientras que aquellos dotados de grandes conocimientos pueden ser considerados sabios, en definitiva la manera en que se conducen será la vara de medida que definirá si son o no un talmid jajam, un erudito de la sabiduría. El hecho de que este título requiera la aplicación práctica de la sabiduría, no sólo el conocimiento teórico, es lo que lo diferencia de cualquier otra búsqueda académica o intelectual y nos permite entender el significado profundo del término jajam. Por lo tanto, ser un jajam lev es ser un académico de pensamiento y acción, alguien con la capacidad de armonizar consideraciones, sentimientos y práctica. No se trata sólo de la inteligencia regular ni del coeficiente intelectual, sino de la inteligencia o coeficiente emocional.

La plegaria judía arquetípica, el Shemá, declara: "(La Torá) que te ordeno hoy estará sobre tu corazón".3 La pregunta obvia es por qué la Torá debe estar sobre nuestro corazón y no en nuestro corazón. Si la Torá tiene tanta importancia, uno asumiría que deberíamos internalizarla y no sólo situarla por fuera de nuestro ser. Esta sutil diferencia puede agregar profundidad a nuestro entendimiento de la expresión jajam lev.

De cierta forma, cada persona se ve tocada o emocionada en diferentes momentos de su vida. Puede ser un momento importante de la familia o de amigos, un paisaje impresionante, un intenso momento musical o un encuentro poderoso… Todos se sienten emocionados por lo menos una vez. El judaísmo considera que estos momentos inspiradores son regalos, oportunidades que Dios coloca sobre nuestro corazón, por así decirlo. Una vez que lo colocan sobre nuestro corazón, de nosotros depende aceptarlo. La declaración diaria respecto a que la Torá está colocada sobre nuestro corazón (y no en nuestro corazón), es un recordatorio constante de nuestra responsabilidad de convertirnos en jugadores activos en el universo y de la necesidad de reconocer e internalizar estos regalos espirituales únicos en vez de dejarlos pasar por alto.

Si retornamos a los versículos que relatan sobre la construcción del Santuario, ahora podemos entender el significado de la repetición de la descripción de las personas como "sabias de corazón". La verdadera sabiduría no es simplemente un talento intelectual, sino una valoración emocional, no la exposición superficial a momentos emotivos, sino más bien la capacidad de reconocer lo sagrado y llevarlo a nuestra vida cotidiana. En numerosas ocasiones, todos enfrentamos tanto con contenido basado en el conocimiento como momentos emocionales y vivenciales. Para poder ganarnos el título de jajam lev, sabio de corazón, de nosotros depende no sólo prestarles atención o aprender, sino sintetizar esas experiencias únicas simultáneamente en nuestras cabezas, en nuestro corazón y en nuestra vida cotidiana. Por lo tanto, nuestra responsabilidad es vivir realmente lo que aprendemos. Quizás por esta razón las palabras del Shemá están escritas dentro del tefilín que nos colocamos durante la Plegaria Matutina, con una porción cerca de nuestra cabeza y la otra cerca de nuestro corazón y de nuestras manos, y ninguna de las dos se puede colocar de forma aislada. Nacemos con muchas bendiciones: un buen cerebro, un corazón generoso y manos capaces, pero sólo de nosotros depende conectar exitosamente nuestro intelecto con nuestras emociones y expresarlo a través de nuestros actos para ganarnos la sabiduría del corazón.

RESUMEN:

Identificamos la cabeza como el lugar del intelecto y el corazón como la fuente de la emoción. La sabiduría generalmente puede atribuirse a aquellos que refinan su intelecto y la bondad por lo general se atribuye a quienes trabajan sobre sus corazones. En ese contexto, la Torá entrelaza estos dos conceptos una y otra vez y su uso de la expresión "sabios de corazón" nos lleva a preguntarnos cuál es el mensaje subyacente que nos transmite.


NOTAS

1. Éxodo 32:25, 35:35, 36:1, 36:2, 36:8

2. Esta pregunta también la formuló Rav Naftali Tzvi Iehudá Berlin, Emek Hadavar 31:6

3. Deuteronomio 6:6

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