Sociedad
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¿Somos dueños de nuestro cuerpo o sólo lo tenemos en préstamo?
¿Cómo ve el judaísmo la relación del individuo con su cuerpo? ¿Cuánto control tenemos y cuáles son nuestras obligaciones?
Si bien la cultura occidental en las últimas décadas ha girado hacia la autonomía del paciente, el judaísmo conserva una visión marcadamente paternalista de la medicina. La Torá afirma que el cuerpo humano fue creado Betzelem Elokim, a imagen de Dios, y es propiedad del Creador. La persona tiene derechos de custodia sobre su cuerpo y no tiene más derecho a dañarlo o destruirlo del que tiene el portero de un edificio que fue contratado para su mantenimiento.
Este concepto sencillo tiene aplicaciones en todas las facetas de la medicina. La Torá prohíbe los tatuajes porque estropean el cuerpo de forma permanente, como su pintaran un grafiti en un magnífico edificio (Levítico 19:28). Perforar los lóbulos de las orejas está permitido porque no es un cambio permanente y cicatrizará si el perno no se mantiene permanentemente en su sitio. Dejando de lado la estética, presumiblemente puede perforarse cualquier otra parte del cuerpo si los efectos no son permanentes. En la Torá leemos que Rivká llevaba un aro en la nariz.
El suicidio está estrictamente prohibido porque el custodio no puede destruir prematuramente el cuerpo que está obligado a proteger (Génesis 9:5). Por extensión, un médico no puede acelerar la muerte de un paciente, no sólo por su obligación de preservar la vida, sino porque no tiene derecho a destruir la propiedad de otro, en este caso de Dios.
Nuestra obligación de custodiar el cuerpo llega todavía más lejos. Una persona debe proteger su cuerpo de cualquier daño y hacer todo lo posible para reparar cualquier daño que se produzca. Por lo tanto, el individuo está obligado a llevar una vida sana y a buscar atención médica cuando eso sea necesario. Interesantemente, Maimónides fue uno de los primeros proponentes de la medicina preventiva, el aire y medio ambiente limpios y el valor de una dieta sana y de hacer ejercicio.
La ley judía nos alienta a proteger nuestro cuerpo de forma proactiva sometiéndonos a pruebas diagnósticas que potencialmente pueden salvar la vida, como la mamografía y la colonoscopia. También debemos vacunarnos y vacunar a nuestros hijos para evitar enfermedades prevenibles. Muchas autoridades halájicas prohíben actividades peligrosas como fumar y el resto las desaconsejan enérgicamente. Esto es especialmente cierto en el caso de los cigarrillos que causan enfermedades y muerte a terceras personas expuestas al humo ajeno.
El judaísmo no reconoce el derecho a rechazar una terapia eficaz que no conlleve un riesgo significativo. Si no se espera que un tratamiento para una enfermedad peligrosa tenga efectos secundarios significativos, hay que aceptarlo. Por otra parte, en general se nos prohíbe realizar tratamientos experimentales peligrosos en seres humanos, a menos que el resultado esperado sea terapéutico y no exista ningún otro tratamiento eficaz alternativo ya establecido. Un enfermo terminal que sufre dolores intratables puede negarse a recibir un tratamiento paliativo que no tenga expectativas razonables de curación.
Una persona no puede donar su cuerpo a la ciencia o a una facultad de medicina para la formación de futuros médicos.
La responsabilidad sobre el cuerpo continúa incluso después de la muerte. La Torá exige que todos sean enterrados de inmediato, incluso los criminales (Deuteronomio 21:23). Sin una razón válida, no se permite invadir el cuerpo, porque fue creado a imagen de Dios. La opinión aceptada en la ley judía, formulada en el siglo XVIII por Rav Iejezjkel Landau, prohíbe la autopsia y los trasplantes a menos que pueda salvarse una vida humana identificable. Dado que el cuerpo de una persona no es su propiedad, el consenso halájico es que la persona no puede donar su cuerpo a la ciencia o a una facultad de medicina para la formación de futuros médicos.
Un erudito moderno que se ocupó de la prohibición de dañar el propio cuerpo fue Rav Moshé Feinstein. Aunque las dietas por razones médicas sin duda están permitidas, Rav Feinstein examinó la cuestión de las dietas por mera vanidad, que privan al cuerpo del placer de comer y pueden involucrar considerable incomodidad. Él dictaminó que está permitido hacer dieta, incluso sólo para verse delgado, porque el beneficio personal de la sensación de verse bien es mayor que el beneficio que se obtiene al comer un postre extra.
Si bien la cirugía plástica para corregir deformidades por cierto está permitida, Rav Feinstein dictaminó que la cirugía plástica a veces también está permitida para mejorar la propia imagen. Su razonamiento es que mejorar la propia imagen es un beneficio tangible que, en ciertas circunstancias, puede pesar más que la prohibición de hacerse daño.
Como vemos, la obligación de respetar y proteger nuestro cuerpo no se limita sólo a evitar las actividades riesgosas sino que incluye tener un estilo de vida sano. Esto incluye tanto la medicina preventiva como el tratamiento activo de las enfermedades. De hecho, la obligación de respetar nuestro cuerpo continúa incluso después de la muerte.
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