La Torá, la naturaleza y el amor a Dios

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Vaerá (Éxodo 6:2-9:35 )

Enseñanzas profundas de la parashá semanal del líder espiritual de Moshav Matitiyahu en Israel.

      “El Nilo se llenará de ranas, y cuando salgan de ahí, estarán en tu palacio, en tu cuarto e incluso en tu cama. (Ellas también estarán) en las casas de tus oficiales y tu gente, incluso en tus hornos y en tus vasijas” (Éxodo 7:28)

La segunda plaga que Dios mandó sobre los egipcios fue “ranas”. Estas ranas invadieron todo Egipto, incluyendo los hornos encendidos para hornear.

El Talmud (Pesajim 53b) relata que las ranas fueron la inspiración para Janania, Mishael y Azarya.

¿Qué vieron Janania, Mishael y Azarya que los llevó a entrar al horno ardiente de Nebujadnetzar? Ellos sacaron una conclusión a partir de las ranas de Egipto. Si las ranas, que no tienen el mandamiento de santificar el nombre de Dios, se metieron al horno para santificar el nombre de Dios, cuanto más nosotros que tenemos el mandamiento de santificar el nombre de Dios.

Esta porción del Talmud expone el tema de cómo la naturaleza puede servir como un medio para llegar al conocimiento de Dios. Consideremos algunos de los usos y mal usos de la contemplación de la naturaleza.

Maimónides en el Sefer Hamitzvot dice que el camino para amar a Dios es a través del estudio de Torá. Sin embargo, en Yesodei HaTorá, Maimónides dice que la contemplación del mundo natural y de sus maravillas lleva a la persona a amar a Dios. El tema es que estos dos caminos son esencialmente uno. La Torá es el anteproyecto de la creación del mundo, y por eso la naturaleza es simplemente la manifestación física de la Torá. Los Diez Mandamientos (Aseret Hadibrot), en donde se alude a toda la Torá, corresponden a las Diez Aseveraciones (Aseret Maamarot) con las cuales el mundo fue creado. A pesar de eso, hay una diferencia crucial entre la naturaleza y la Torá como caminos hacia Dios.

El Midrash dice que Dios no creó el mundo con la primera letra, alef, porque la alef es la primera letra de la palabra “maldito” en hebreo, sino que lo creó con la segunda letra, bet, que es la primera letra de la palabra “bendición” en hebreo. Pero para apaciguar a la alef, que se sintió ofendida, Dios empezó los Diez Mandamientos con la alef – “Anoji”.

Cuando se trata de utilizar la naturaleza como un camino hacia Dios, las propias exploraciones deben ser cuidadosamente guiadas, para que uno realmente encuentre a Dios a través de su observación de la naturaleza. Tal como proclamó el Rey David, Dios puede encontrarse en la naturaleza:

      “Cuando veo Tus cielos, el trabajo de Tus dedos, me inspiró y me doy cuenta de mi insignificancia comparada con Dios, que es incontenible” (Salmos 8:4)

Pero hay un peligro en la observación de la naturaleza, tal como nos advierte la Torá:

      “No sea que eleves tus ojos hacia el cielo y observes el sol, la luna y las estrellas y te tientes a inclinarte ante ellos y servirlos”. (Deuteronomio 4:19)

Yuri Gagarin, el primer cosmonauta soviético, anunció al regresar a la Tierra que ahora él estaba seguro que Dios no existía (Dios no lo permita), porque no lo vio. Por otra parte, astronautas americanos en una de las misiones de Apolo transmitieron imágenes sobrecogedoras de la Tierra desde el espacio y recitaron el Salmo 119, “Los cielos declaran la gloria de Dios…”. Dos observaciones de la misma cosa, dos respuestas divergentes.

La bet de “bendición” debe ser clara y decisiva cuando se trata de observar a Dios a través de la naturaleza. Sin embargo, el camino del estudio de la Torá no está colmado de ese peligro. Justo lo opuesto, la luz interna del estudio de la Torá guía a la persona hacia el bien. Cuando se trata de Torá, incluso aquello que puede ser potencialmente una maldición - la alef - puede ser inspirado y dirigido por la luz interna de la Torá hacia el bien. Por esta razón, el estudio de Torá siempre debe ser el primer camino, la alef. Sólo alguien que está en el estudio de la Torá, puede utilizar real y adecuadamente el segundo camino, el camino de observar la naturaleza, la bet.

El Shemá contiene la mitzvá de amar a Dios y está precedido por dos bendiciones. La primera, Yotzer Or, trata de la naturaleza y de todos sus aspectos. La segunda, Ahava Raba, trata del estudio de la Torá. La creación precede cronológicamente a la entrega de la Torá y por eso la bendición de la naturaleza es la primera. La bendición de la naturaleza sin embargo, comienza con una bet – baruj atá – mientras que la bendición de la Torá, empieza con alef – ahava raba. En la práctica, se le debe dar prioridad al estudio de la Torá.

Existe la costumbre de recitar Barji Nafshi después de Minjá en Shabat durante el invierno y de estudiar Pirkei Avot durante los meses de verano. Barji Nafshi representa el camino hacia Dios a través de la naturaleza y Pirkei Avot el camino a través del estudio de la Torá. En el invierno, la naturaleza está inactiva, mientras que el estudio de Torá está en su punto máximo, dado que las noches largas son conducentes al estudio de Torá. Por eso el camino de la naturaleza debe ser enfatizado a través de la recitación de Barji Nafshi, que habla de las maravillas de la naturaleza. En el verano, sin embargo, lo opuesto es cierto. La naturaleza está en su máximo esplendor, pero las noches son cortas y el estudio de Torá está en su punto bajo. Por eso la necesidad de estudiar Pirkei Avot que enfatiza el camino de la Torá. Aquí también, Barji Nafshi, la naturaleza, empieza con la bet y Avot comienza con una alef, para informarnos qué camino debe ser el primero siempre.

Toda la creación fue diseñada para inspirarnos, para que lleguemos a amar a Dios. El Talmud (Rosh Hashaná 31a) dice que en el quinto día de la semana, recitamos el capítulo 81 de los Salmos, “Canta alto al Dios de nuestra fuerza”, porque en este día se crearon los pájaros y los peces para alabar el nombre de Dios. Rashi explica que no son los pájaros y los peces mismos los que cantan las alabanzas a Dios, sino que cuando la gente observa los pájaros y los peces, ellos alaban a Aquel que los creó. De forma similar, el Perek Shirá, que relata las canciones de los variados animales, plantas y objetos inanimados, es explicado por el rabino Yosef Mitrani, en su trabajo Beit Elokim, como refiriéndose no a las afirmaciones de estas criaturas y objetos, sino a las respuestas que los fenómenos naturales evocan en los seres humanos que los observan y estudian.

Apreciar la naturaleza con nuestros sentidos es un suplemento importante para nuestro conocimiento de Dios. Como seres físicos, estamos afectados más por lo que vemos, oímos, tocamos, olemos y saboreamos que por lo que conocemos intelectualmente. A pesar de que Dios le informó a Moshé acerca del pecado del Becerro de Oro, él realmente no rompió las tablas hasta que observó el pecado en forma personal.

La fe y el amor a Dios deben ser tan reales e intensos como lo que experimentamos con nuestros sentidos. La Torá manifestada en la naturaleza ayuda a la persona a concretar su fe.

Entrar al horno ardiente para santificar el nombre de Dios requirió enorme fuerza y compromiso. Si Janania, Mishael y Azarya no hubieran estado en un nivel en donde el conocimiento de Dios era percibido a través de sus sentidos y era observado como un hecho de la naturaleza, ellos habrían tenido aprehensiones para tomar ese impresionante paso y se habrían justificado erróneamente aplicando de manera incorrecta el mandamiento de “vive con ellas [con las mitzvot]”. Ellos vieron en la naturaleza la santificación del nombre de Dios de las ranas y esto fue un suplemento para su conocimiento del mandamiento de santificar el Nombre de Dios. Su nuevo conocimiento les dio el valor y la voluntad para cumplir aquello que sabían intelectualmente que aplicaba. Al ver la santificación del Nombre de Dios manifestada en la naturaleza, ellos la percibieron, la sintieron. Si las ranas tienen la fuerza de hacer eso, pensaron, seguramente esa misma fuerza existe dentro de nosotros.

Que podamos llenarnos con el estudio de Torá para que al observar el mundo alrededor nuestro podamos inspirarnos, fortalecernos y adquirir valor para navegar nuestros caminos con confianza y amor a Dios.

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