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"Pues este mandamiento que yo te encomiendo hoy no está oculto de ti ni es lejano. No está en el cielo… sino que está muy cerca de ti: en tu boca y en tu corazón para llevarlo a cabo". (Deuteronomio 30:11-14)
En psicología se habla del "yo repudiado", es decir que hay facetas de la personalidad que la persona quiere negar. Puede haber un sentimiento que nos resulta tan repulsivo que ni siquiera podemos llegar a admitir ante nosotros mismos que somos capaces de sentir algo tan aborrecible. Ideas y sentimientos como estos pueden ser reprimidos, es decir enterrados en la parte subconsciente de la mente, con la esperanza de que nunca lleguen a la consciencia.
Una idea enterrada en el subconsciente no se queda dormida. Por el contrario, intenta entrar a la consciencia. La persona debe invertir mucha energía para mantener esa idea reprimida, y a veces puede desarrollar una o más defensas para reforzar la represión. Estas defensas a menudo son la causa de los síntomas psicológicos.
Hay una manera mucho más eficaz de manejar las ideas y los sentimientos inaceptables. La persona debe entender que el ser humano es una criatura compuesta por un cuerpo esencialmente animal y un espíritu humano Divino. El cuerpo tiene todos los deseos y los impulsos de un animal, y la función del espíritu es dominarlos e, idealmente, canalizar esas energías de forma constructiva.
La lujuria puede transformarse en deseos por metas espirituales; el enojo puede convertirse en intolerancia a la injusticia; la envidia pude dirigirse a desear lograr las alturas espirituales de los tzadikim, etc. Todo impulso puede sublimarse, pero en lugar de que la sublimación opere en un nivel subconsciente, este puede ser un proceso consciente. Mientras un impulso está en el subconsciente y la persona no tiene consciencia de su existencia, existe una lucha interna contra un enemigo desconocido. Si la idea o el sentimiento puede ser admitido en la consciencia, entonces uno está en mejores condiciones para enfrentarlos.
El Midrash cuenta que cuando Moshé ascendió al cielo para recibir la Torá, los ángeles se opusieron y le dijeron a Dios: "La Torá es demasiado sagrada para ser entregada a mortales que no la valorarán ni la venerarán. Que la Torá permanezca aquí, entre nosotros".
Dios le dijo a Moshé que refutara el argumento de los ángeles. Moshé dijo: "La Torá dice: 'No codiciarás la esposa de tu prójimo'. ¿Acaso esto se aplica a ustedes? La Torá dice: 'No robarás'. ¿Ustedes son capaces de robar algo? La Torá dice: 'No asesinarás'. ¿Pueden matarse entre ustedes?". Con este argumento, Moshé triunfó sobre los ángeles y nos trajo la Torá.
El punto de este Midrash es que los ángeles son totalmente espirituales y no necesitan una Torá. Precisamente necesitamos una Torá debido al componente animal del hombre. Si la persona desea saber qué impulsos forman parte de la naturaleza humana, sólo necesita leer las 365 prohibiciones de la Torá. Cada una de ellas es un mandamiento para evitar hacer algo que desea nuestro cuerpo animal. ¿Por qué entonces debería la persona repudiar cualquier sentimiento como si tenerlo significara que uno es decadente? No hay ninguna razón para renegar de cualquier pensamiento o sentimiento. Sólo tenemos que entender que eso se origina en nuestro cuerpo animal y que nuestro deber es dominarlo.
El "Tiferet Israel" sobre la Mishná cita un Midrash que cuenta que hubo un rey que escuchó hablar de la grandeza de Moshé y envió a sus artistas al campamento israelita en el desierto para que hicieran un retrato de Moshé. Cuando regresaron, el rey entregó ese retrato a sus fisionomistas, los sabios que pueden describir el carácter de una persona mediante el estudio de su rostro. Los fisionomistas le dijeron que ese era el retrato de una persona narcisista, arrogante, lujuriosa y capaz de los peores comportamientos. Esto era tan incongruente con lo que el rey había oído sobre Moshé que decidió ir a comprobarlo por sí mismo.
Al conocer a Moshé vio que el retrato que habían hecho sus artistas era preciso hasta el más mínimo detalle. Le preguntó a Moshé cómo era posible que sus fisionomistas se hubieran equivocado tanto. Moshé le explicó que los fisionomistas sólo pueden describir los rasgos de carácter con los que la persona ha nacido. "Todo lo que te dijeron de mí son cualidades innatas. Nací con todos esos rasgos. Pero los he transformado y canalizado hacia objetivos positivos y deseables" (Tiferet Israel, al final de Kidushín).
Esto es lo que Moshé estaba diciéndoles a los israelitas. "La Torá no está en el cielo. No fue destinada a los ángeles que no tienen impulsos inapropiados. Es una Torá para los mortales, para los seres humanos cuyos cuerpos animales pueden generar deseos que la persona desearía considerar ajenos. Pero eso no es necesario. Tenemos la fuerza y la capacidad de dominar nuestro comportamiento".
"Está muy cerca de ti: en tu boca y en tu corazón para llevarlo a cabo".
El Rambam dice que cada persona puede ser como Moshé. Esto significa que cada persona es capaz de sublimar conscientemente todos los impulsos que se originan en el cuerpo físico. No hay necesidad de repudiar ninguna parte de nuestro ser.
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