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"Y en toda la mano poderosa y en todo ese gran pavor que Moshé realizó ante los ojos de todo Israel" (Deuteronomio 34:12)
"En el principio del crear de Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1)
En Simjat Torá concluimos el ciclo anual de la lectura de la Torá y de inmediato leemos la primera porción de Génesis, iniciando el ciclo del nuevo año. En la Torá no hay pausa. La Torá es como un círculo, sin principio ni fin.
La Torá es la sabiduría de Dios. El Rambam dice que a diferencia del hombre, cuya sabiduría es adquirida, la sabiduría de Dios es una con Dios mismo (Hiljot Teshuvá 5:5), Así como Dios es infinito, sin principio ni fin, tampoco la Torá tiene principio ni fin.
La continuidad ininterrumpida de la Torá también implica que no puede haber ninguna parte de la vida que esté separada de la Torá. Observamos la Torá no sólo cuando la estudiamos y cumplimos las mitzvot, sino también cuando comemos, dormimos, nos dedicamos al comercio o realizamos cualquier otra actividad. En la Torá no sólo hay directrices para cada faceta del comportamiento humano, sino que todo lo que hacemos debe estar dirigido al objetivo de la observancia de la Torá.
La Torá es el corazón del judío, y el corazón del judaísmo. No hay vida judía sin Torá.
La última letra en la Torá es lamed. La primera letra de la Torá es bet. La continuidad de la Torá yuxtapone estas dos letras, lamed y bet, formando la palabra lev (corazón). La continuidad de la Torá nos enseña que la Torá es nuestro corazón, individual y colectivamente.
El corazón no sólo es indispensable para la vida, sino que el corazón también es quien distribuye nutrición a todo el cuerpo. La Torá provee la nutrición espiritual que nos permite ser seres espirituales y no simplemente homo sapiens, humanoides con algo de intelecto. La Torá es la que nos da la distinción y la dignidad de ser humanos.
En tanto que la Torá es un reflejo de Dios, cuando uno absorbe la Torá incorpora, por así decirlo, a Dios. Moshé, cuya existencia entera fue la Torá, se ganó el título de "el hombre de Dios" (Deuteronomio 33:1). Cuando el Rambam dice que "cada persona puede ser como Moshé", quiere decir que toda persona puede llegar a ser divina en la medida que absorba la Torá.
En la bendición por la lectura de la Torá, decimos: "Él implantó en nosotros la vida eterna". Con la Torá tenemos la capacidad de ser eternos.
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