La Unión Europea y la estrella amarilla

4 min de lectura

El edicto de la UE de etiquetar los productos de Israel llegó justo en el aniversario de Kristallnacht.

La coincidencia en el calendario es absolutamente extraordinaria.

La semana pasada la Unión Europea (UE) estableció nuevas directrices para el etiquetado de productos provenientes de Israel. Los granjeros, vinicultores y manufactureros en Jerusalem del Este, Cisjordania y las Alturas del Golán —incluso quienes emplean trabajadores palestinos—, deben informarle a los consumidores que los productos provienen de un “asentamiento” en territorios que fueron capturados “ilegalmente” por Israel en la guerra árabe-israelí de 1967.

Hay más de 200 disputas territoriales y “ocupaciones” en el mundo, pero la UE ha decidido enfocarse sólo en Israel.

Como señaló el primer ministro Benjamín Netanyahu, hay más de 200 disputas territoriales y “ocupaciones” en el mundo —incluyendo China, India y Turquía—, pero la UE ha decidido enfocarse sólo en Israel. Sólo Israel debe sentir la reprimenda de un boicot que busca aislar a los judíos y a los productos judíos. ¿En qué fecha fue emitida esta resolución de la UE? El 11 de noviembre. ¿La importancia de esta fecha? Hace menos de un siglo, los horrores del Holocausto comenzaron en Kristallnacht. Fue entonces que Reinhard Heydrich, jefe de la oficina principal de seguridad del Reich, recomendó por primera vez que los judíos debían vestir insignias distintivas, luego del pogromo de Kristallnacht del 9 y 10 de noviembre de 1938, y que todos los negocios judíos debían tener la palabra Jude expuesta de forma destacada.

Poco después de la invasión a Polonia en septiembre de 1939, las autoridades locales alemanas comenzaron a introducir el uso obligatorio de las insignias, y para finales de 1939, todos los judíos en los recientemente adquiridos territorios polacos estaban obligados a vestir brazaletes amarillos con una Estrella de David. Desde ahí, la idea se expandió a todo el territorio dominado por los nazis. La estrella tenía por objetivo humillar a los judíos y marcarlos para segregarlos y discriminarlos. La medida también hizo que fuese más fácil identificar a los judíos para deportarlos a los campos.

Todo comenzó con una etiqueta, un distintivo, un brazalete —una señal externa que diferenciaba a los judíos del resto de la humanidad—, y esto fue lo que posibilitó el genocidio y la exterminación de más de 6 millones de víctimas.

¿Quién habría imaginado que el antisemitismo nazi del 9 y 10 de noviembre de 1938 sería seguido por el vil antisemitismo europeo del 11 de noviembre de 2015?

Habrá que ver si las nuevas etiquetas que son requeridas sólo para los productos israelíes tendrán que ser de color amarillo. Pero de seguro que ninguna persona sensata obviará el llamativo paralelo con el anterior esfuerzo de etiquetar a los judíos con perniciosas razones.

También sería altamente instructivo retroceder en el tiempo y recordar cuál fue la fuente original de este particular método de marcar a un grupo específico para aislarlo, condenarlo y castigarlo. La historia del brazalete amarillo, mucho antes de que los nazis alemanes lo aplicaran a los judíos, tiene su fuente en un edicto cristiano de antisemitismo. Ocurrió en el cuarto Concilio de Letrán, liderado por el papa Inocente III, el cual en 1215 dictaminó que los judíos debían vestir un atuendo distintivo para demostrar públicamente su estatus inferior, e insistió que para esto se utilizara un brazalete amarillo, pues amarillo es el color de la orina.

Es una trágica parte de la historia de los prejuicios antijudíos cristianos, los cuales llenaron las páginas de la Edad Media. Y sorprendentemente, durante la época de Miguel Ángel, fue pintado secretamente en el mismísimo vaticano en uno de los frescos de la Capilla Sixtina otro mensaje sobre el brazalete amarillo que fuera impuesto sobre los judíos. En la época en que Miguel Ángel trabajaba en la Capilla Sixtina, el estatus de los judíos en el mundo occidental estaba en su peor nivel histórico. La Inquisición estaba en la cúspide de su poder, habiendo ya expulsado a los judíos de España, Portugal y Sicilia. La literatura judía era quemada en fogatas a lo largo de toda Europa, y en ocasiones los santos rabinos y sabios que enseñaban estos textos también eran lanzados a las llamas. En el medio de esta ola de prejuicios y odio, Miguel Ángel sintió la necesidad de ir en contra de la corriente.

Como señalé en mi libro The Sistine Secrets (Los secretos de la Capilla Sixtina) —escrito conjuntamente con Roy Doliner—, un llamativo ejemplo de esto es un increíble detalle que ha salido a la luz luego de la limpieza y restauración del techo de la Capilla Sixtina a comienzos de este siglo. Cerca del final de sus tortuosos años de pintar el fresco, Miguel Ángel estaba pintando justo por sobre el área donde el papa se sentaría en su dorado trono. En ese lugar hizo un retrato de Aminadab, una extraña elección puesto que Aminadab esta lejos de ser un conocido héroe bíblico. En la parte superior del brazo izquierdo de Aminadab podemos ver hoy en día con claridad un brillante círculo amarillo, un aro de tela que ha sido cosido a su vestimenta.

Este es el mismo vergonzoso distintivo que el cuarto Concilio de Letrán y la inquisición habían forzado sobre los judíos de Europa.

Miguel Ángel retrató esta poderosa ilustración de antisemitismo en Aminadab, cuyo nombre en hebreo significa "de mi pueblo, un príncipe". Para la Iglesia, "un príncipe de los judíos" se refiere a una sola persona: Jesús, el príncipe de la paz. Allí, directamente sobre la cabeza del papa, el vicario de Cristo, Miguel ángel señaló cómo la Iglesia Católica estaba tratando a la mismísima familia de Jesús. Lo que él estaba diciendo era que si Jesús estuviera vivo en ese entonces, el antisemitismo de la Iglesia habría hecho que Jesús mismo se viera forzado a vestir un brazalete amarillo, tal como debía hacerlo cualquier judío.

Y el mensaje de Miguel Ángel resuena poderosamente en nuestros tiempos. Es la Europa cristiana la que busca hoy en día el favor del mundo árabe y musulmán mediante unirse al popular pasatiempo de adoptar medidas antijudías. Cree que puede apaciguar a quienes buscan la destrucción de Israel mediante el unírseles en la infame tradición del brazalete amarillo para separar a los judíos para un trato desigual. Lo que la UE ha olvidado es el mantra musulmán que no esconde su meta final: "Primero eliminaremos a la gente del sábado para luego hacernos cargo de la del domingo".

La UE no sólo debería sentirse avergonzada. Debería estar sumamente asustada, asustada de que su voluntad de silenciar sus conciencias tan poco después del Holocausto será recordada no por su boicot, sino por su bumerang. La Europa cristiana pagará con su propio declive por haber estado dispuesta a unirse a los fanáticos musulmanes en su odio a los judíos y en su plan para la dominación mundial.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.