Gal Gadot gana el "premio nobel judío"


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Así se fabrica una mentira viral
Hay imágenes que definen una guerra. O, mejor dicho, que definen la percepción de una guerra. La fotografía de un niño de dieciocho meses, escuálido, acunado por su madre en Gaza, apareció recientemente en la portada de The New York Times y se convirtió, en cuestión de horas, en símbolo del sufrimiento palestino. Con el titular insinuando malnutrición severa —y sin advertencias adicionales— la historia fue compartida desde la cuenta principal del diario, alcanzando a más de 50 millones de seguidores en la red social X. Políticos, activistas y comentaristas replicaron el mensaje con indignación: Israel estaría, una vez más, matando de hambre a los niños.
La historia, sin embargo, era incompleta. Y esa omisión, en el contexto actual, equivale a una falsedad.
Días después, tras la intervención del Consulado General de Israel en Nueva York, el mismo New York Times publicó discretamente una corrección: el niño, Mohammed Zakaria al-Mutawaq, sufría desde su nacimiento de una grave condición neurológica que le impedía tragar con normalidad. Su aspecto físico no era consecuencia directa del conflicto, sino de una patología crónica documentada por los médicos que lo atendieron. Una tragedia, sin duda. Pero no la tragedia que el Times había sugerido.
La corrección —colgada únicamente en una cuenta secundaria de relaciones públicas con una fracción del alcance del perfil principal del periódico— no tuvo ni remotamente el impacto de la nota original. Mientras la historia errónea gritó desde la primera plana, la rectificación apenas susurró desde un rincón. A esa escala, el daño ya estaba hecho: millones vieron la imagen y absorbieron su mensaje implícito. Muy pocos vieron la fe de erratas.
No se trata de negar la realidad humanitaria de Gaza. La situación es, por todos los informes creíbles, devastadora. Pero justamente por eso, la precisión importa más que nunca. Porque en una guerra donde las cifras y las fotos moldean tanto la respuesta internacional como la presión política, un solo error puede inclinar la balanza emocional de una audiencia entera. Y cuando esos errores caen —una y otra vez— siempre del mismo lado del relato, la sospecha se vuelve razonable: ¿estamos ante fallas humanas o ante una inclinación ideológica?
No es la primera vez que medios de alcance global caen en la trampa de las narrativas de Hamás. El ciclo suele repetirse: se publica una denuncia impactante, se multiplica sin filtro por redes sociales, y solo luego, si acaso, se contrastan los hechos. Pero para entonces, el desmentido ya llega tarde.
En este caso, la falta de contexto médico no fue menor. Fue lo que convirtió una situación clínica en una acusación política. Y cuando se reveló la verdad, el diario no aplicó el mismo estándar de visibilidad. No usó la misma cuenta. No empleó el mismo espacio. No se dirigió al mismo público. La lógica periodística exige que las correcciones sean proporcionales a los errores. Si una historia ocupó la portada, su rectificación también debe estar ahí. Si se viralizó, la aclaración debe recorrer exactamente los mismos caminos.
Esto no es una cuestión de orgullo nacional ni de defensa ciega de Israel. Es una cuestión de ética profesional. Porque cuando los medios —especialmente los más influyentes— omiten información crítica, descontextualizan tragedias o demoran en corregir, no solo fallan a sus lectores: debilitan la confianza pública en el periodismo como institución.
En conflictos como el de Gaza, la batalla no se libra solo en túneles y campos de refugiados. También se libra, y con igual intensidad, en los titulares, los hashtags y las portadas. Hamás lo sabe. Y lo explota. Utiliza cada niño, cada cuerpo, cada imagen, como herramienta de propaganda. Y si los medios caen en la trampa sin verificar, se convierten en engranajes —involuntarios o no— de esa maquinaria.
The New York Times afirma en su manual de estilo que sus errores deben reconocerse de manera "rápida y transparente". Esta vez fue rápida, sí, pero no transparente. Fue técnica. Fue escondida. Fue una nota a pie de página en una historia que ya había dado la vuelta al mundo. Y en términos de credibilidad, eso no basta.
En la era del eco digital, la responsabilidad de los medios no termina con la publicación. Empieza con ella. La verdad no solo requiere ser dicha. Requiere ser dicha con la misma fuerza, volumen y visibilidad que la falsedad que vino antes. Y cuando se falla en ese principio básico, la credibilidad se erosiona. No por malicia, necesariamente. A veces, simplemente, por comodidad.
Pero en un conflicto tan complejo como el de Medio Oriente, donde cada palabra pesa, y cada imagen puede inflamar pasiones o decisiones diplomáticas, la comodidad no es excusa. Ni para los políticos, ni para los militares. Ni, mucho menos, para los periodistas.
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No me llama la atención la mala fe del NYTimes.
Mi pregunta es por qué los judíos americanos no cancelan de inmediato su suscrpción al NYTimes?
Y cuál es la razón de por qué el gobierno de Israel nunca ha querido mostrar al mundo,desde un principio, las imágines de la masacre del 7/10 2023?
Desde hace muchos años Israel permitió que Hamas y otros como ellos dominaran los medios con cantidades importantes de dinero. Israel se durmió y eso nos ha dañado terriblemente a los judios de la diáspora. Y lo más triste es que sigue dormido. Exceso de confianza? De soberbia? De “me vale un comino lo que digan”? El hecho de que no hayan querido difundir imágenes del 7 de octubre nos ha dañado a todos
El artículo es muy bueno pero hay que tomar acción con las redes sociales ya que están llenas de mentiras hay que multarlos por cada mentira que sacan. Mi soporte total a Israel hay que acabar con el terrorismo mundial, la hambruna no mata tanta gente en el mundo como el terrorismo . Viva Israel muerte a todos los terroristas del mundo .
Que terrible que sigan usando la excusa del terrorismo para acabar con gente y niños inocentes... No importa si el niño tenía una condición porque de todos modos destruyeron los hospitales dónde pudieron haber ayudado a su condición y de una forma u otra su situación actual aunque sea parte de su condición sigue siendo culpa de la destrucción indiscriminada en palestina