La vida como una boda: el significado de Lag BaÓmer

17/05/2022

9 min de lectura

Lo finito como una puerta a lo infinito.

Lag BaÓmer, el día treinta y tres de la cuenta del Ómer que conecta Pésaj con Shavuot, es el aniversario del fallecimiento de uno de los más grandes sabios de la historia judía, Rabí Shimon bar Iojai.

Rabí Shimon vivió en Israel bajo la ocupación romana, alrededor del año 165 EC (aproximadamente cien años después de la destrucción del Segundo Templo, en el año 70 EC). Fue un erudito extraordinario y el autor del Zóhar, la obra principal de la Cábala. Él fue responsable por la revelación de la sabiduría de la Cábala, iniciando una nueva era en el desarrollo y la difusión del misticismo judío. La revelación más significativa tuvo lugar el día del fallecimiento de Rabí Shimon, en el cual él expuso durante muchas horas sobre los más íntimos secretos de la sabiduría Divina. Ese día fue 18 de Iar, o Lag BaÓmer.

Antes de morir, Rabí Shimon instruyó a sus discípulos que celebraran su iortzait (el día de su muerte) como un momento de alegría y festividad, porque el día de la muerte marca el punto culminante de todo lo que esa persona logró en el curso de su vida en la tierra. Desde entonces, los judíos en todo el mundo, especialmente en su lugar de descanso en Merón, Israel, celebran este día con bailes, canciones, encendiendo fogatas, estudiando Torá, con desfiles e incrementando actos de amor y unidad.

¿Una Boda?

Sin embargo, hay algo extraño sobre este día. En muchos textos judíos se lo llama “Hilulá DeRashbi” – el aniversario de la “boda” de Rabí Shimon bar Iojai.

Nunca antes un iortzait fue descrito como una “hilulá”, una boda, y por buenas razones: la muerte y el matrimonio son diametralmente opuestos. La muerte termina el matrimonio. ¿Por qué un iortzait, el día del fallecimiento, puede ser llamado una “boda”? ¿Y por qué de todos los iortzait, precisamente el de Rabí Shimon bar Iojai fue el primero en recibir el título de hilulá – boda?

El Talmud hace la siguiente observación:

El sabio Shmuel le dijo a su alumno Rabí Iehudá: “¡Ingenioso! ¡Aprovecha y come, aprovecha y bebe! El mundo por el que pasamos es como una boda”. (Eruvín 54a).

Obviamente, el gran sabio talmúdico Shmuel no estaba entrenando a su discípulo Rabí Iehudá a una carrera en glotonería ¿Qué le estaba diciendo? Rashi, el comentarista francés del Talmud del siglo XI, explica:

El punto de Shmuel era advertirle a su alumno que no esperara hasta mañana para usar su dinero, porque la persona no tiene ninguna garantía de que mañana estará viva para disfrutar su dinero. La vida es similar a una boda que pasa velozmente.

A veces, en nuestro afán de pensar a largo plazo (lo cual es importante), olvidamos que la vida está ocurriendo ahora mismo y que debemos vivir el momento. Algunas personas no se permiten disfrutar nunca de su riqueza y de su éxito, porque siempre hay un “mañana” para el que tienen que ahorrar. Pero la vida es corta y no puedes retrasar tu felicidad hasta mañana. John Lennon no fue el primero en entender que “La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”.

Este es buen consejo. Pero… ¿Por qué Shmuel dio el ejemplo de una boda para ilustrar la brevedad de la vida? Hay otros eventos que pasan rápidamente. Shmuel hubiera podido decir: “El mundo por el que pasamos es como un día”, “como un sueño" o “como una tormenta”. ¿Por qué usó una boda para describir una experiencia pasajera?

Claramente, el mensaje de Shmuel a su alumno era: “la vida es breve. ¡Vive hoy!” El ejemplo de la boda es esencial para entender este mensaje.

La paradoja del matrimonio

En el centro del matrimonio hay una paradoja.

El matrimonio por definición es una experiencia restrictiva. Mientras eres soltero puedes bailar a tu propio ritmo. Una vez casado debes bailar a dos ritmos, y a veces estos son divergentes o conflictivos.

Lo esencial es el compromiso. Las personas son diferentes. Hombres y mujeres son muy diferentes. Vivir juntos como marido y mujer requiere que cada uno “reconfigure” su base de datos o su psiquis, para crear espacio para un nuevo “programa” o, más precisamente, un nuevo “disco duro”. El yo debe crear espacio para el otro. Cada matrimonio requiere alguna forma de sacrificio personal.

Sin embargo, por otro lado, el matrimonio eleva el yo a alturas infinitas. No es sólo que a través del matrimonio uno puede desarrollar su más profundo potencial, sino que la unión de géneros opuestos hace posible la reproducción.

Todos somos mortales. Nuestras creaciones también son mortales. Incluso nuestras creaciones más impresionantes (el Imperio Romano, Bear Sterns, Lehman’s Brothers) decaen y mueren. Hay solo una excepción: los hijos. Ellos viven más que nosotros y sus hijos viven más que ellos. Tus hijos constituyen tu vínculo con la eternidad. Estamos aquí hoy en día porque hace miles de años nuestros tatarabuelos se casaron y tuvieron hijos. Esos ancestros se fueron hace tiempo; sus creaciones desaparecieron hace tiempo. Sus casas, sus pueblos y ciudades se han derrumbado hace tiempo. Pero nosotros estamos aquí. Y ellos están aquí hoy a través de nosotros.

A través de este proceso muy restringido, te conviertes en ilimitado e infinito.

Cuando pasas tres horas extra en la oficina de tu compañía, estás invirtiendo en algo que en el mejor de los casos es temporal. Cuando pasas ese tiempo con tus hijos (leyéndoles una historia, jugando con ellos, conversando, generando un vínculo, escuchándolos, validando sus emociones y brindándoles amor y sabiduría), estás invirtiendo en la eternidad.

Esta es la paradoja del matrimonio: la relación matrimonial impondrá limitaciones a tu vida. Requerirá que cada una de las partes reprima su autoexpresión ilimitada. Cuando una pareja decide tener hijos, estas limitaciones se vuelven incluso más dramáticas. La vida no gira en torno a tus deseos sino en torno a las necesidades de tus hijos. Sin embargo, en este mismo proceso, te vuelves ilimitado e infinito. Si quieres seguir siendo libre y no tener restricciones en tu vida, no estar limitado, entonces aseguras tu finitud. En un momento tu vida llegará a su fin. Por el contrario, al escoger ser finito te conviertes en infinito; al escoger estar limitado, al tener una relación y formar una familia, tienes acceso a lo infinito y logras la eternidad.

[Por supuesto, esto no se limita sólo a aquellos que se casan o tienen hijos. También las vidas de aquellos que por cualquier razón no pudieron casarse o tener hijos, son consagradas en la eternidad, como explicaré más adelante.]

El máximo matrimonio

Esta paradoja constituye la esencia misma de la vida.

El matrimonio con nuestra pareja en esencia es nuestro segundo matrimonio. Todos experimentamos un primer matrimonio en el momento de nacer, cuando nuestras almas “se casaron” con nuestros cuerpos y se “mudaron” a vivir juntos para toda la vida. El alma y el cuerpo son dos opuestos: uno es físico y concreto; el otro es espiritual y sublime. Uno disfruta del placer material; el otro anhela la trascendencia. Uno desea satisfacer sus deseos; el otro anhela la verdad. Uno considera que el objetivo de la vida es satisfacer sus necesidades y anhelos; el otro quiere convertirse en uno con Dios.

El Midrash (Midrash Rabá Kohelet) presenta la siguiente parábola:

Un granjero se casó con una princesa y ella se mudó a la granja. Él era un hombre agradable y la trataba respetuosamente. El primer día, él le enseñó cómo ordeñar las vacas; el segundo día, cómo alimentar a las mulas; el tercer día, cómo limpiar a los caballos. Le dio una cama cómoda cerca del establo, y le dijo que el cacareo del gallo la despertaría.

Pero su esposa estaba deprimida.

El granjero consultó con su suegro, el rey. “Me esfuerzo mucho para satisfacer a su hija; pero todo es inútil. Ella está deprimida. ¿Qué puedo hacer?".

El rey le respondió: “Tú eres un joven bueno y sincero. Pero debes entender algo: tu esposa creció en la realeza; la vida de la granja no llena su corazón. No puedes ofrecerle lo que ella necesita, porque no sabes que eso existe”.

Esta es una parábola del alma que se casó con el cuerpo. El cuerpo es el campesino, ofreciéndonos Wall Street y condominios, éxito, poder y toda clase de papas y tomates. La mayoría de las personas viven pensando que son el campesino. Por eso sin importar cuánto tengamos, nunca es suficiente. Porque estamos alimentándonos con la cosa equivocada. Puede ser todo lo que el campesino siempre ha soñado, pero sigue sin ser suficiente porque la princesa ha sido criada con cosas más finas.

El cuerpo es agradable y educado. Tiene buenas intenciones. El alma está ansiosa, entonces el cuerpo le dice al alma: "espera a que veas qué hay de desayuno". El cuerpo le da al alma el mejor desayuno, el almuerzo y la cena más deliciosos. Pero seguimos teniendo un vacío; el vacío de un alma que anhela algo más.

El cuerpo lleva al alma en caros cruceros y elegantes vacaciones, construye para ella casas gigantes y autos maravillosos, le da ropa de diseñadores exclusivos y preciosas joyas. Pero el alma sigue sintiendo un vacío. Porque el alma creció en la realeza; los deleites de la “granja” no le sirven de nada. El alma necesita trascendencia; ella busca lo Divino.

Sólo en este mundo, a través de su arduo trabajo desde y con el cuerpo, el alma puede alcanzar grandes alturas espirituales.

Cuando el alma entra al cuerpo para un “matrimonio” de toda la vida, su autoexpresión se ve gravemente limitada, porque vive con una pareja que ni siquiera entiende su lenguaje. A diferencia del matrimonio, en donde puedes escaparte de tu esposo por unas horas para tomar aire, el alma nunca puede dejar el cuerpo para tomarse un descanso. Está confinada dentro del cuerpo. A veces, como en un matrimonio, el alma es completamente ignorada.

Sin embargo, al igual que en un matrimonio físico donde sólo como resultado de la unión entre el hombre y la mujer pueden alcanzar la eternidad, lo mismo ocurre en el matrimonio del alma y el cuerpo. Sólo en este mundo, cuando está dentro del cuerpo, el alma puede trascender a sí misma y llegar a alturas completamente imposibles de alcanzar si se mantuviera “soltera” en el cielo. Sólo en este mundo, a través de su arduo trabajo desde y con el cuerpo, el alma puede cumplir las mitzvot de Dios (los “hijos” creados por el matrimonio de cuerpo y alma), a través de las cuales se conecta con Dios mismo. Sólo en la tierra podemos experimentar la transformación, salir por completo de nuestras limitaciones fijas y convertirnos en una nueva persona.

En el cielo, somos lo que somos. En la tierra, podemos transformarnos. Un adicto puede experimentar una recuperación; una persona desagradable y egocéntrica puede volverse noble y bondadosa; un sucio mentiroso puede convertirse en un ser humano honesto. En este mundo, podemos hacer cambios reales. El verdadero crecimiento es posible.

La vida en la tierra es una boda

Ahora podemos entender lo que Shmuel le dijo a su alumno, Rabí Iehudá: “¡Ingenioso! ¡Aprovecha y come, Aprovecha y bebe! El mundo por el que pasamos es como una boda”.

Una boda puede parecer una experiencia limitante. Sin embargo, es precisamente esta limitación la que nos permite desarrollar nuestro más profundo potencial, y nos eleva a la eternidad. El Sabio del Talmud sugiere que lo mismo ocurre en el mundo que vivimos. Nuestros caminos en este mundo pueden parecer muy restrictivos y estresantes, llenos de agonía, dificultades y dolor. Incluso la vida más bendecida está repleta de ansiedad del alma confinada en un cuerpo material. Pero el sabio Shmuel enseñó que debemos saber que a través del trabajo en este mundo el alma alcanza su más profundo potencial y experimenta un crecimiento radical, infinito y eterno, Nuestro camino aquí en la tierra es el que nos da la oportunidad, a cada momento, de volvernos uno con Dios a través del cumplimiento de sus mitzvot y al saturar el cosmos con su Torá, lo cual puede ocurrir sólo en este mundo.

Este mundo es como una boda, un portal a lo infinito.

Por eso: “¡Aprovecha y come, aprovecha y bebe!” ¡Aprovecha el momento! Agarra todas las mitzvot que puedas cumplir en este mundo. Atesora cada momento que tengas. Porque lo que puede parecer un momento pasajero e insignificante, en realidad es como una boda, una puerta a lo más profundo de lo profundo y a lo más santo de lo santo. Cada momento que pasamos en este trayendo santidad y bondad tiene el potencial más increíble, el potencial de cumplir con el plan de Dios y convertirnos en Uno con Su esencia.

Este mundo y cada momento que disfrutamos en él, es como una boda, un portal a lo infinito. Aprovecha cada oportunidad de estudiar Torá, de cumplir mitzvot, de servir a Dios, de hacerle un favor a otra persona, porque no podrás hacer nada de eso en el paraíso celestial.

El regalo de la Cábala

Por esto el iortzait de Rabí Shimon bar Iojai fue el primero en ser definido como “hilula”, como una boda. Porque él fue quien le dio al mundo judío el regalo de la Cábala, el estudio del misticismo y la espiritualidad judía. ¿Qué es la Cábala?

En la superficie, el judaísmo se trata de estructura: cumplir leyes fijas en ciertos momentos y lugares, de cierta forma. Cada mitzvá tiene una estructura detallada y fija, grabada en piedra. La Halajá, ley judía, es restrictiva. Ella obliga al judío a hacer muchas cosas y a abstenerse de muchas otras. Para todo hay un tiempo fijo. La Cábala nos reveló cómo cada una de estas mitzvot es un portal a lo infinito, para trascender la estructura y tocar lo Divino. La Cábala se enfoca en el significado interno de cada aspecto y de cada detalle de la ley y la observancia judía, demostrando su significado cósmico y su poder espiritual Divino.

Las enseñanzas de la Cábala explican extensamente el significado y el propósito de cada momento en este mundo, la calidad sagrada del cuerpo, el misterio de cada fenómeno físico, la profundidad y la santidad de cada criatura en este mundo. En otras palabras, Rabí Shimon fue quien nos mostró que la vida es una “boda”, un lugar donde las limitaciones son oportunidades para lo infinito.

Los místicos dicen que el último día de vida de la persona en este mundo marca el punto en el cual “todas sus acciones, enseñanzas y trabajos” alcanzan la cumbre de perfección y el cénit de impacto en nuestras vidas. Por eso, cada Lag BaÓmer celebramos la vida de Rabí Shimon y la revelación del alma esotérica de la Torá. Bailamos con el alma que nos enseñó que la vida es como una boda, una oportunidad para fusionar las paradojas y conectarnos a la eternidad.


Este ensayo está basado en un discurso de Rav Dov Ber, el Rebe de Mitel (1773-1827), Maamar Admor Haemtzai Vaikrá vol.2, Maamar Lehavin inian Hilulá DeRashbi. Y también en los discursos con el mismo comienzo del año 5654 (1894) del Rebe Rashab y el discurso anterior del Rebe de Lubavitch de los años 5730 (1970), 5737 (1977) y Maamar Shabat Vaietzé, 10 de kislev 5746 (1985), publicado en Séfer Hamaamarim Melukat. 

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