La Masacre de Mercaz HaRav

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¿Cómo se puede experimentar gran alegría en lo que para mí es el día más triste del año?

A medida que se acerca el tercer yortzait de mi hijo, apenas puedo creer que ya han pasado tres años. Pareciera ser que fue ayer que yo esperaba ansiosamente a que él llegara de la Ieshivá, con las orejas atentas para escucharlo entrar por la puerta. Pero a veces pareciera ser que lo vi por última vez hace una eternidad.

Abraham David fue uno de los ocho niños y adolescentes asesinados en un ataque terrorista en rosh jodesh adar, el 6 de marzo, de 2008, mientras estaba estudiando en la biblioteca de la Ieshivá Mercaz HaRav. Dentro del grupo de ocho, él era uno de los cinco que estudiaban en la secundaria de Yashlatz.

El dolor nunca se va, pero con el tiempo cambia.

Tantas cosas han cambiado desde entonces. Lo más obvio, para mi familia y para mí, es que Abraham David ya no está. El dolor nunca se va, pero con el tiempo cambia. Al principio hubo un gran shock. Había en el ambiente una sensación de fe, de que si Dios tenía un plan, Él estaría allí para nosotros. Ahora, tres años después, la vida tiene mucho más de rutina. Sus hermanos llegan a la escuela a tiempo, la cena es cocinada, hasta hay tiempo y energía para actividades extracurriculares para los niños y clases de danza para mí.

En realidad ahora lloro con más frecuencia. El shock más grande ya ha pasado, por eso ahora, cuando pienso en cuánto extraño a Abraham David, lo que siento es una tristeza intensa. Aquel sentimiento está siempre en el fondo, participando en mis decisiones, y es por eso que la mayoría del tiempo estoy simplemente ocupada viviendo.

Hay una expresión: “Cuando Dios cierra una puerta, se abre una ventana”. Atravesar una puerta es una manera de acceder a un lugar o, metafóricamente, de no quedarse “varado”. Cuando se nos cierra una puerta, es difícil no sentirnos tanto perdidos como atrapados. Cuando Dios nos abre una ventana, nos está proveyendo una forma de salir adelante. Pero es nuestra decisión si utilizamos la ventana o no.

Para salir de un cuarto, la gente casi siempre elige la puerta, obviamente. No sólo es conveniente, sino que es un hábito. Sin embargo, cuando una persona utiliza la ventana para salir, lo lógico es que debe ser un poco más creativa que lo usual. ¿Quién sabe si esta ventana metafórica siquiera está en el primer piso? Y no sólo eso, sino que la ventana metafórica fuerza a una persona a desafiar sus convenciones, sus expectativas de lo que “podría” ser la manera de dejar un cuarto, demandando una especie de creatividad emocional también.

En ocasiones es tentador quedarse junto a una puerta, esperando, llorando y hasta rezando para que se abra de nuevo. La decisión que más nos ayudó a mi familia y a mí para luchar con nuestra pérdida fue la decisión de aceptar que la puerta había sido cerrada; una gran e importante puerta había sido cerrada irrevocablemente en nuestras narices. Tomé la firme decisión de aceptar lo que todavía teníamos y atesorar las bendiciones. Decidí utilizar la ventana.

Eso me ayudó a permitir que mis otros niños siguieran viviendo, creciendo y prosperando, a pesar del dolor. Además, abrió nuevas posibilidades para mí. Ya no me sentí tan limitada por las convenciones, y me di cuenta de que me preocupé mucho más por los otros niños también. Me di cuenta que quería conectarme con los compañeros de clase de Abraham David en Yashlatz. Por un lado, es simbólico. Ellos son “los chicos que sobrevivieron”, pero también es genuino. Es convencional que una madre se preocupe sobre todo por sus hijos, pero, si utilizo la ventana, ¿por qué no oponerse a lo convencional y cuidar a otros chicos también, si nos queda amor para dar?

La prueba de que este era un buen camino no tardó en llegar. Acercándonos al primer Shavuot después del ataque, me superó el dolor ante la idea de que la silla de Abraham David estaría vacía durante el estudio de Shavuot. Pero me di cuenta de que los estudiantes secundarios quizás se sentirían peor, con cinco de sus compañeros faltando. Por lo que horneamos tortas. Mis hijos y yo hicimos tortas en la memoria de Abraham David para que sus amigos comieran en el Beit Midrash en la noche de Shavuot. El dolor es un tipo de amor, por lo tanto, expresamos nuestro dolor en amor, de una forma que nutrió la Torá y la vida.

Por el bien de la memoria de Abraham David, y por el bien de la vida, continúo invirtiendo tanto como puedo en mi familia, y también en Yashlatz. No es una coincidencia que mi proyecto favorito en Yashlatz es el nuevo comedor que todavía está en la etapa de planeamiento, pero que esperamos comenzar a construir pronto. “Sin harina no hay Torá”, y si algo de esa harina se transforma en una torta, ¡mucho mejor!

Estoy descubriendo que hay alegría en tanto más de lo que alguna vez me había dado cuenta.

El yortzait de Abraham David cae en rosh jodesh adar, el día en el que proclamamos: “Mishenijnas adar marbim besimjá” – “desde que comienza adar, aumentamos la alegría”. Este mandato cae sobre mí tanto como sobre todos los judíos. ¿Cómo se experimenta gran alegría en lo que para mí es el día más triste del año? No hay ninguna respuesta fácil para esto, pero el comienzo de una respuesta yace en el cambio de rumbo que he sido forzada a tomar. Aunque para mí el día está asociado con tristeza, también estoy descubriendo que hay alegría en tanto más de lo que alguna vez me había dado cuenta.

Por supuesto, esto no significa que estamos felices de que Abraham David haya muerto. Significa simplemente que podemos estar felices a pesar de que estamos tristes porque Abraham David murió. La ventana no me llevó al camino al que llevaba la puerta, sino a otro lugar que está lleno de mi amor por Abraham David, a pesar de que él no está en este mundo para recibirlo.

Creo que el alma de Abraham David ahora está a la luz de la Presencia Divina, y creo también que él de alguna manera todavía sabe cuánto lo amamos y lo extrañamos. Y para nosotros, la ventana que utilizamos está llena con la luz de su memoria.


Fotos por: Abraham David por Rebecca Kowalsky, y la foto grupal por Yashlatz.

Este artículo, reimpreso con permiso, apareció inicialmente el 22 de febrero en el sitio de internet y el newsletter de la Orthodox Union (www.ou.org).

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