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Nuestras mayores contribuciones al mundo resumidas en cinco palabras: memoria, optimismo, fe, familia y responsabilidad.
Los eruditos se han preguntado por mucho tiempo cómo es posible que los judíos, que representan menos de un cuarto del uno por ciento de la población mundial (así como lo expresó memorablemente Milton Himmelfarb: "La población total del pueblo judío es menos que un error estadístico en la tasa de nacimiento anual del pueblo chino"), hayan tenido una influencia tan profunda en prácticamente todas las áreas de actividad humana.
¿Cómo es posible que los judíos, más que ninguna otra minoría, hayan recibido tantos “Premio Nobel”, siendo judíos casi un quinto de los ganadores de dicho premio?
Quizás, todo se remonta al comienzo mismo de nuestro pueblo, y a la festividad de Pesaj que pronto estaremos celebrando.
Pesaj transmite cinco ideas importantes que se convirtieron en nuestro mantra respecto a cómo llevar una vida exitosa y productiva. Son las cinco cosas más importantes para saber sobre Pesaj, y para incorporar también en cada día del resto del año. Y dado que hemos absorbido dichas ideas en nuestra psique nacional durante los miles de años que han transcurrido desde el Éxodo, hemos sido privilegiados con cumplir en gran medida nuestro proféticamente asignado rol de ser una luz para las naciones.
Son nuestras mayores contribuciones al mundo, y pueden ser resumidas en cinco palabras: memoria, optimismo, fe, familia y responsabilidad.
El escritor católico irlandés Thomas Cahill estaba tan asombrado por la manera en que el pueblo judío había literalmente transformado al mundo, que escribió lo que posteriormente se convertiría en un bestseller internacional: Las Contribuciones de los Judíos. Una de las mayores contribuciones que él le acredita a la genialidad judía es la invención de la idea de la historia.
"Recuerden que fueron extraños en la tierra de Egipto". "Recuerden que Hashem los sacó de la esclavitud". Recordar es una obligación bíblica que nunca le pareció importante a nadie más antes de que el pueblo judío apareciera en escena. Fue la historia de Pesaj lo que inició un compromiso con la memoria.
Henry Ford era famoso por su creencia de que "la historia son patrañas". La compañía Ford también es famosa por producir el Edsel, un auto que fracasó rotundamente y que le hizo perder a Ford millones y millones de dólares. Y ambos fueron errores igualmente tontos. La historia es la única forma en que podemos aprender del pasado. La historia nos permite crecer al pararnos sobre los hombros de gigantes. Quien comete un error una vez es humano, pero quien no aprende nunca de lo que pasó es un tonto. Por eso es tan importante escuchar las famosas palabras de George Santayana: "quienes no aprenden del pasado están condenados a repetirlo".
La memoria une nuestro pasado con nuestro futuro; convierte la historia en nuestro destino.
Sabemos lo horrible que puede ser vivir sin una memoria personal de los eventos que precedieron. Para un individuo, tenemos un nombre para esto, el cual nos llena de terror: Alzheimer. Ésta es una enfermedad a la que le tememos quizás más que a la muerte misma, porque nos convierte en cadáveres vivientes. Pero extrañamente no tenemos una palabra similar para describir la ignorancia de nuestro pasado colectivo. Saber lo qué nos precedió es casi tan importante en un plano histórico como en uno personal; sólo al ser conscientes de nuestro pasado como pueblo, nuestras vidas podrán llenarse de propósito y significado.
La memoria une nuestro pasado con nuestro futuro; convierte la historia en nuestro destino. Aprender a valorar la historia fue el primer paso en nuestro ascenso por la escalera de la grandeza.
Estudiar la historia de Pesaj en profundidad lleva a reconocer que la tarea más difícil que tuvo que hacer Moshé no fue sacar a los judíos de Egipto, sino sacar Egipto de los judíos. Se habían habituado tanto a su estatus de esclavos que habían prácticamente perdido toda esperanza en que su destino alguna vez mejoraría.
Sin esperanza hubieran estado perdidos.
El verdadero milagro de Pesaj y su relevancia futura es el mensaje de que, con la ayuda de Dios, ninguna dificultad es insuperable. Un tirano como Paró puede ser derrocado. Una nación tan poderosa como Egipto puede ser derrotada. Los esclavos pueden ser hombres libres. Los oprimidos pueden romper las cadenas de su cautiverio. Todo es posible si tan sólo nos atrevemos a soñar el sueño imposible.
En la historia del “Gran Sello de Estados Unidos”, un capítulo particularmente relevante es el símbolo que sugirió Benjamín Franklin en agosto de 1776. Él propuso la dramática escena descrita en el Éxodo, en la que un pueblo confrontó a un tirano para obtener su libertad.
"Paró [está] sentado en una carroza sin techo, con una corona sobre su cabeza y una espada en su mano, atravesando las aguas partidas del Mar de los Juncos en su persecución de los israelitas: Rayos de un pilar de fuego, una expresión de la Presencia Divina, resplandeciendo sobre Moshé, que está parado en la costa y quién, al extender su mano sobre el mar, hace que éste se vuelque sobre Paró".
El lema que Franklin sugirió, basado en la historia de Pesaj, inspiró a George Washington y a los padres fundadores de las colonias norteamericanas para rebelarse en contra de sus opresores británicos: "Rebelión contra los Tiranos es Obediencia a Dios".
Fue el registro bíblico del Éxodo lo que facilitó que el espíritu de optimismo prevaleciera en los seguidores de Martin Luther King en su búsqueda por derechos igualitarios, porque fueron motivados por la visión de Moshé llevando a su pueblo a la Tierra Prometida. Fue la esperanza engendrada al recordar cómo Dios redimió a nuestros ancestros lo que permitió que incluso los judíos encarcelados en Auschwitz celebrasen furtivamente la Festividad de la Libertad y creyesen en la posibilidad de su propia liberación.
Ese espíritu optimista, basado en nuestra propia historia milagrosa, es el segundo gran regalo que le hemos dado a la humanidad y que define nuestra identidad.
Se dice que un pesimista es quien no tiene un medio invisible de apoyo.
El optimismo judío está enraizado en una noción contraria: una creencia firmemente sostenida en un Dios superior que se interesa en nosotros. Y esa fe en un Dios personal nos da fe en nosotros mismos, en nuestro futuro y en nuestra capacidad para cambiar el mundo.
El Dios de Sinaí no dijo: "Soy el Eterno, tu Dios, Quien creó los cielos y la tierra", sino que anunció: "Soy el Eterno, tu Dios, Quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud". El Dios de la creación podría, teóricamente, haber abandonado al mundo después de completar su tarea. El Dios del Éxodo dejó bien en claro que Él está constantemente involucrado en nuestra historia y que está comprometido con nuestra supervivencia.
La historia de Pesaj enseña que la historia no es una ocurrencia casual, sino que sigue un plan maestro Divino.
Thomas Cahill les acredita a los judíos no sólo el monoteísmo, sino que también la revolucionaria idea de un Ser Divino con Quien tenemos una relación personal. Esto, señala, es fundamental para los conceptos de la civilización occidental de responsabilidad personal, consciencia y culpabilidad, tanto por uno mismo como por el resto del mundo.
La historia de Pesaj enseña que la historia no es una ocurrencia casual, sino que sigue un plan maestro Divino. Tiene un orden predestinado. "Orden" en hebreo se dice "Séder" – y es por eso que el ritual principal de Pesaj es identificado con ese nombre. “Coincidencia” no es un concepto judío; una coincidencia es simplemente la manera en que Dios elige permanecer en el anonimato.
La fe nos da la certeza de que más allá de los problemas que tengamos hoy en día, la historia se mueve en dirección hacia la redención mesiánica final. Eso es lo que siempre nos ha llevado a creen en el progreso y a participar en tikún olam - en los esfuerzos para mejorar el mundo.
Pesaj nos enseñó otra importante verdad: la forma de perfeccionar el mundo es comenzando con nuestras propias familias.
Dios no construyó Su nación ordenando una reunión general de cientos de miles de personas en una plaza pública, sino que le pidió a los judíos que convirtiesen sus hogares en lugares de adoración familiar, por medio de un Séder dedicado principalmente a responder las preguntas de los niños.
Pareciera ser demasiado obvio; los niños son nuestro futuro. Los niños son quienes más necesitan nuestra atención. El hogar es el primer lugar en el que formamos nuestra identidad y descubrimos nuestros valores.
Aún más que en la sinagoga, es en nuestros hogares donde sembramos las semillas del futuro y aseguramos nuestra continuidad. No es por tanto ninguna sorpresa que los comentaristas señalen que la primera letra de la Torá es la bet, la letra cuyo significado es una “casa”. Toda la Torá continúa sólo después de que hayamos entendido la primacía de la familia.
Puede que el mundo se burle de los padres judíos por ser sobreprotectores y por llevar una vida centrada en los hijos, pero a fin de cuentas, ellos son los principales responsables de los logros extraordinarios de su progenie.
En la mesa del Séder, los niños son alentados a ser las estrellas y sus preguntas son tratadas con respeto. Y ese es el primer paso para desarrollar la genialidad judía.
Hay una gran pregunta que pide a gritos ser respondida cuando celebramos nuestra liberación Divina de la esclavitud de Egipto. Le agradecemos a Dios por habernos sacado, pero ¿por qué Dios permitió que fuésemos víctimas de un trato tan terrible en primer lugar?
Hay una hermosa respuesta que es evidente en muchos textos de Torá. Fuimos esclavos en Egipto – y por eso debemos tener empatía con los desfavorecidos en cada generación. Fuimos esclavos en Egipto – y por eso debemos preocuparnos por los derechos de los demás. Vivimos la opresión – y por eso debemos entender más que cualquiera el dolor de los oprimidos.
La tragedia de nuestro encuentro con la injusticia tuvo el objetivo de prepararnos para servir en todas las generaciones futuras como portavoces de aquellos con cuyo dolor nos podemos identificar a nivel personal.
El objetivo de nuestro sufrimiento fue convertirnos en un pueblo comprometido a corregir las cosas que están mal en el mundo y a convertirnos en socios de Dios para hacer que el mundo merezca la redención final.
Comenzamos el Séder invitando al hambriento y al destituido a unirse a nosotros; y concluimos abriéndole la puerta al profeta Eliahu. Es nuestra aceptación de la responsabilidad por los demás lo que acelera la llegada del Mashiaj.
Desde su más temprana infancia, todo judío se identifica con estas cinco poderosas ideas que están en el centro de Pesaj y de su mensaje. Y precisamente porque la memoria, el optimismo, la fe, la familia y la responsabilidad se han convertido en características tan vitales de nuestro pueblo, es que hemos sido capaces de lograr mucho más de lo que cualquiera hubiera imaginado posible.
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