Las mejores cosas de la vida no son cosas

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En la festividad de Sucot está la clave para encontrar la felicidad.

Cuando Thomas Jefferson fue elegido para redactar la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, él incluyó como un "derecho inalienable" algo que antes no era un derecho ni una prioridad en un mundo en el cual la gente se esforzaba simplemente por sobrevivir. Jefferson concluyó que todos los ciudadanos de los Estados Unidos tendrían el derecho de buscar la felicidad.

Aunque Jefferson describió la felicidad como una 'búsqueda', vivimos en una época en la que se volvió una 'expectativa', algo que pensamos que nos corresponde. Sin embargo, la felicidad sigue siendo tan elusiva como siempre, quizás incluso más.

Pésaj es el momento en el que alcanzamos la libertad. Shavuot es el momento en el que renovamos nuestro compromiso con la Torá. La fiesta de Sucot es caracterizada como zman simajtenu, 'el tiempo de nuestra alegría', un tiempo con el potencial para alcanzar la felicidad. Yo hubiera asignado estas designaciones de una forma un poco diferente.

En Pésaj nos sentamos en una mesa magníficamente servida y bebemos reclinados cuatro copas de vino. En Shavuot somos indulgentes y comemos helados y tortas de queso, lo que para muchos es un vehículo de ilimitada alegría y felicidad. Luego llega Sucot, que nos encuentra al aire libre, dentro de una estructura inestable, comiendo en platos descartables, peleando con las abejas, las moscas, el frío o el calor, y minimizando la variedad de alimentos que hay en cada comida para no tener que cargar afuera demasiadas bandejas. Esto parece estar muy lejos de lo que podría considerarse el "tiempo de nuestra alegría".

El Rav Kook señala que la sucá es el símbolo de nuestro anhelo de paz. Las profecías se refieren al día en que nos sentaremos en la "gran sucá". En Shabat y en Iom Tov rezamos: "Bendito eres Tú, Dios, Quien extiende la sucá de paz sobre nosotros, sobre Su pueblo Israel y sobre Jerusalem". ¿Cuál es la conexión entre la sucá y la paz?

Imagina que contratas a un arquitecto para construir o renovar tu casa. Le pagas para que comience a hacer una casa, lo que típicamente consiste de habitaciones con paredes y un techo. Un día, el arquitecto te dice que ha terminado y tú vas a observar su obra. Encuentras que de un lado las paredes no llegan hasta el suelo y del otro lado no llegan hasta el techo. La pared tiene múltiples agujeros y el techo tiene un hueco. Enfurecido, enfrentas al arquitecto.

Sin inmutarse, él te responde: "¿Por qué estás tan enojado? La pared llega a tres tefajim (entre 22 y 30 cm) del suelo, así que es como si no existiera un espacio entre la pared y el suelo, se considera que está cerrado. La otra pared se extiende 10 tefajim (76-101 cm) desde el suelo, pero como está alineada justo bajo el borde del techo es como si se extendiera hacia arriba y se uniera a la pared, así que es una pared completa. Respecto al techo, el hueco tiene menos de 22 cm así que yo considero que el techo está completo". ¿Te sentirías satisfecho con esta explicación?

Cuando se trata de construir una sucá, estamos obligados a tener paredes y techo. Sin embargo, Dios nos dice: "¿Saben qué? Hay maneras creativas de decidir lo que es una pared y un techo. Usa las indulgencias de lavud, gud asik mejitzá, pi tikrá iored vesotem, dofen akuma, y yo consideraré como si las paredes y el techo estuvieran completos. Si tus paredes llegan a 3 tefajim del suelo, eso se considera lavud, y es suficiente. Si te queda un espacio en el techo, pero de menos de 3 tefajim, yo consideraré que está cerrado…".

Al sentarnos en una sucá típica, para ver una estructura completa debemos acudir a nuestra imaginación y creatividad y prestar atención a lo que hay, no a lo que falta. El Rav Kook dice que esto es lo mismo que se necesita para que haya paz. Y además de eso, yo humildemente creo que estos también son los ingredientes críticos no sólo para buscar la felicidad, sino para atraparla.

Podemos enfocarnos en los detalles, las minucias, las deficiencias y los defectos, lo que falta, los "huecos" en nuestra vida, y nos sentiremos miserables. O podemos emplear la imaginación y la creatividad y encontrar la felicidad. La felicidad no es el resultado de obtener lo que nos falta, sino que se alcanza al enfocarse en lo que hay y al ver nuestras vidas como completas, incluso si a menudo para eso es necesario acudir a la imaginación y a la creatividad.

La felicidad no viene de las cosas, viene de las experiencias y de las relaciones. No me malentiendan, las cosas son agradables, son buenas y se las puede disfrutar, pero todos conocemos o escuchamos de personas que tenían muchas cosas y seguían buscando la felicidad que todavía no habían encontrado. También hay personas a las que les faltan muchas cosas, pero que son muy felices.

La Universidad Emory condujo un estudio sobre la relación entre los gastos que hay para una boda y los años que dura el matrimonio. Los dos profesores de economía que efectuaron el estudio analizaron la información de 3.000 parejas casadas o que una vez estuvieron casadas. Ellos descubrieron que las mujeres cuyos anillos de compromiso costaron más de 20.000 dólares tienen 3,5 más probabilidades de divorciarse que aquellas que recibieron anillos que costaron entre 5.000 y 10.000 dólares. Los hombres que invirtieron entre 2.000 y 4.000 dólares en el anillo de sus esposas se divorciaron 1,5 veces más que los que gastaron entre 500 y 2.000 dólares. Por supuesto, estos resultados son mucho más una correlación que una causa. Hay personas felizmente casadas que recibieron anillos sumamente caros, pero el estudio concluyó que tener un anillo caro o la capacidad de comprar otras cosas caras tiene un impacto inverso para tener un matrimonio exitoso.

Rav Hirsch escribió: "La locura con la que nos apegamos a nuestras posesiones materiales no deja lugar para la verdadera felicidad". Sucot es el tiempo de la alegría porque acabamos de estar parados en la sinagoga suplicando por nuestras vidas y diciendo: "Tú decidirás quién va a vivir y quién va a morir"; pensando sobre las personas que partieron del mundo en el último año y preguntándonos quiénes no estarán aquí el próximo Rosh HaShaná y Iom Kipur.

Mira hacia atrás al año que acabamos de experimentar. Piensa en las personas cuyos hogares son mucho menos firmes o estables que nuestras sucot y alégrate por lo que tienes. Piensa en los judíos que fueron asesinados simplemente por ser judíos y canaliza en alegría tu gratitud por estar vivo. Piensa en las personas que conoces que darían todo para poder sentarse en una sucá húmeda, calurosa e incómoda con un ser querido que ya no está aquí. Considera el mundo que nos rodea y todo lo que puede salir mal y elige ver lo que marcha bien en tu vida. Si es necesario, acude a tu imaginación y a tu creatividad y mira lo que hay, no lo que falta.

El Shelá HaKadosh dice que en la sucá no debe haber en absoluto enojo. No podemos y no debemos contaminar nuestras sagradas sucot, diseñadas para invocar alegría, con impaciencia, enojo o palabras duras.

En la sucá, no sientas el calor del sol, siente la calidez de tu familia. No te concentres en quien no está en tu mesa, enfócate en quienes están. No prestes atención a lo que se derrama; concéntrate en cuánto más queda para disfrutar.

El secreto para encontrar finalmente la felicidad es sumergirnos en la sucá. Sal de tu casa con paredes fijas y un techo completo y entra a tu cabaña temporaria e incompleta, un espacio que requiere creatividad e imaginación para poder verlo como un lugar habitable, entonces experimentarás verdadera alegría y felicidad.
 

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