Las mujeres quieren empatía, los hombres anhelan la validación

3 min de lectura

Mi nuevo entendimiento respecto a las diferencias con mi esposo.

Pensé que ya había descifrado todas las diferencias entre los hombres y las mujeres, pero descubrí una pequeña variación.

Estaba detallándole a mi esposo todos los preparativos necesarios para Pésaj. No sólo los constantes viajes al supermercado, a diferentes supermercados porque a cada uno le falta el producto que tú necesitas y algo muy caro está en oferta en otro lado… No sólo planificar el menú, kasherizar la cocina, que el horno se rompió justo cuando estaba a punto de comenzar a kasherizarlo (gracias por preguntar, ya lo arregló el amable técnico que vino el sábado a la noche)… No sólo cocinar, servir, lavar los platos y repetir, sino también el costo psicológico, la obsesión respecto a cuándo “cambiar la cocina”, qué servir esa noche, qué comerán los nietos la semana antes de Pésaj, cuándo limpiar el comedor, etc., etc.

Cuando hice una pausa para respirar, mi esposo respondió con un voto de confianza: “Confío por completo que lograrás hacer todo”. Por más alentador que pueda sonar y por más reconfortante que pueda ser que confíe en mí… ¡Eso no es lo que yo quería! (¿Oyen mi grito?)

Yo también sabía que lo iba a lograr. No me preocupaba no llegar preparada a Pésaj. No pedía una ratificación, pedía empatía, que entendiera mi estado psicológico. Lo que quería escuchar era: “¡Uau, son muchas cosas para hacer al mismo tiempo! Con razón estás tan abrumada (¡e impaciente conmigo!)…” No quería palabras de apoyo (no era esa clase de empatía la que deseaba). Quería que él entrara en los detalles de la situación y reconociera mis desafíos.

Quiero dar un ejemplo completamente diferente. Yo lucho con mi peso; mi esposo no. Esta no es necesariamente una diferencia hombre-mujer, pero creo que su respuesta puede serlo. Yo me angustio pensando si probar o no esa galleta, y luego recriminarme si lo hago y quejarme con él. Él siempre me halaga: “Para mí tú siempre serás hermosa” y “yo nunca noto tu peso”, así que no es agradable quejarse. Yo quiero que él entre en mi lucha, pero su actitud es: “Deja de quejarte. Si quieres la galleta, cómela. Si no, no”.

Yo quiero que él entienda la lucha, la sensación de éxito cuando lo logro, la sensación de fracaso cuando no (de acuerdo, estoy un poco loca). Que comprenda que este es un problema profundamente emocional con compleja resonancia psicológica. Quiero que él valore que para mí es difícil. Nuevamente, él me da validación pero no empatía. Es cierto que él nunca tuvo esa lucha, pero yo quiero que intente entenderme…

¿Por qué esto es tan difícil para la especie masculina? La respuesta obvia es porque ellos quieren validación. Cuando él me dice que está agobiado en el trabajo y que no sabe cómo va a lograr hacer todo en el plazo necesario, no quiere escuchar que yo lo entiendo y que sé que le resulta muy difícil. Él quiere (¡y eso es lo que le digo!): “Lo vas a lograr; siempre lo haces”. Entonces suspira aliviado y se va.

Una de nuestras alumnas tuvo un examen. Es una alumna extremadamente brillante y competente, pero no estudió durante un tiempo y estaba bastante nerviosa por su rendimiento. Cuando pasó el examen, mi esposo le dijo: “No dudé ni por un minuto que tendrías éxito”. Aunque era verdad, no era tranquilizador. Lo que ella quería era: “Sé que fue realmente estresante para ti; debes sentirte muy aliviada de que haya pasado”. Ella quería empatía con sus luchas psicológicas internas, no validación de su competencia.

Esto puede ser algo pequeño o muy grande, puede aplicarse a temas importantes o pequeños. Puede ser una fuente de frustración cuando no se entiende y una fuente de placer cuando es implementado. Me alegra que aún haya nuevos descubrimientos disponibles respecto a las diferencias entre los géneros (lo que podrías llamar variaciones en un tema) y me avergüenza un poco seguir aprendiéndolas…

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