Las personas tóxicas no hacen excepciones

2 min de lectura

Escoge sabiamente a tus amigos.

Cuando estamos en presencia de personas a quienes les encantan los chismes (lashón hará en hebreo), y esparcir rumores negativos sobre otros, podemos sentir una gama de emociones, desde incomodidad hasta repulsión. Pero cualquiera sea la posición que tomemos y cómo decidamos manejarlo, una cosa es segura: si hablan mal de otros con nosotros, hablarán mal de nosotros cuando no estemos presentes.

Siempre se los mencionamos a nuestros hijos cuando entrenamos sus cualidades de carácter y les enseñamos cómo escoger a sus amigos. ¡Pero por alguna razón olvidamos esta lección cuando se trata de nosotros mismos! Por alguna razón tengo que seguir estudiándolo.

El problema no son sólo los chismes. Cualquier característica destructiva puede regresar como un bumerang. Supongo que aprendo lento, porque me ocurre una y otra vez. Hace muchos años teníamos un conocido a quien le gustaban mucho las discusiones. Todo el tiempo había que calmarlo, intervenir y prevenir que destruyera a individuos y organizaciones. Hasta que dirigió sus conflictos hacia nosotros y nos vimos enredados en demandas legales y pasamos muchos días en demasiadas cortes de justicia.

Lección aprendida: la forma en que las personas tratan a los demás es la forma en que eventualmente te tratarán a ti. No pienses que tú eres diferente. Por eso la Torá nos advierte constantemente que seamos cuidadosos con aquellos que nos acompañan, que nos mantengamos lejos de malos vecinos o amigos, que escojamos bien nuestra comunidad.

Pero, como dije, parece que yo aprendo lento o mi memoria no es lo que solía ser, porque la lección que pensé que había aprendido vuelve a perseguirme. Hace poco pasó de nuevo. Una buena (?) amiga creó una dinámica muy hostil con una conocida mutua. Me avergüenza decir que yo hice muy poco por intentar disuadirla de su posición, aunque estaba convencida de que ella estaba equivocada. Quizás la conocida había hecho legítimamente algo para irritarla, quizás simplemente no había química; obviamente yo tenía más habilidades sociales, mejores herramientas para hacer amigas e influenciar a las personas y simplemente llevarme bien con los demás. No saqué pecho como una caricatura, pero podría haberlo hecho.

Hasta que un día sin querer hice algo que hirió los sentimientos de mi amiga y se sintió dejada de lado en una situación social en particular. Toda esa ira se dirigió a mí. Decir que me sentí aturdida es poco. El veneno, la agresión… ¿Qué había hecho para merecer eso?

Pero no me debería haber sorprendido. No debería haberme considerado especial o diferente. Quizás lo que hice para merecerlo fue no defender a nuestra conocida en común, quedarme a un costado y permitir que el “abuso” ocurriera… mientras no me tocara a mí. Ahora estoy en el eje.

La situación no se resolvió y me siento angustiada, no por la pérdida de una amistad (la cual estoy reevaluando mientras escribo), sino por mi propia ceguera, mi egocentrismo, mi falta de compasión y comprensión humana.

No quiero pasar mi vida con cautela de las personas, no quiero evitar las relaciones, pero tenemos que escoger a nuestros amigos cuidadosamente y si ellos se comportan en formas que son inquietantes, tenemos que hablar con ellos o alejarnos. La ilusión de ser diferente es sólo eso. La ilusión de ser especial es sólo eso. E incluso si fuera cierto, todavía tenemos la responsabilidad de escoger a nuestros amigos sabiamente y defender a otros.

Han sido unas semanas brutales, pero espero que esta vez finalmente pueda decir: ¡lección aprendida!

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