Historias
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Si el mundo odia a los judíos, esto es lo que podemos hacer en respuesta.
El aumento del antisemitismo es un tema candente, el cual ha sido cubierto por revistas tan dispares como U.S. News and World Report, Tikkun, Commentary y Foreign Policy. Una encuesta realizada en Europa reveló que el 59% de los europeos señalan a Israel como la amenaza principal a la paz mundial, y en una encuesta italiana el 17% dijo pensar que Israel debería dejar de existir y el 22% declaró que los judíos italianos "no son realmente judíos". Estas encuestas hicieron sonar la alarma – y generaron una gran cantidad de intentos por explicar la fuente del "odio más antiguo del mundo".
Después de todo, el antisemitismo es más paradójico que una escalera de Escher. Tal como señala el seminario "¿Por qué los judíos?":
Los judíos son odiados por ser una raza perezosa e inferior – pero también por dominar la economía mundial y controlar el mundo.
Los judíos son odiados por ser explotadores capitalistas – pero también por ser socialistas y comunistas.
Los judíos son odiados por su mentalidad de Pueblo Elegido – pero también por tener un complejo de inferioridad.
A eso tenemos que agregarle el nuevo sabor del antisemitismo: los judíos fueron odiados durante 2.000 años por no tener su propio estado; ahora son odiados porque lo tienen.
Natan Sharansky, en un artículo publicado en la revista Commentary, describe las transformaciones radicales del antisemitismo desde la Roma antigua hasta el antisionismo moderno. Su teoría para la raíz del antisemitismo es que éste es el resultado del rechazo de los judíos ante la religión, moral o cualquier cosa que prevalezca en la sociedad que los rodea. Él cita al historiador romano Tácito:
Entre los judíos, todas las cosas que nosotros consideramos sagradas son profanas; por otro lado, ellos consideran que es permisible lo que nosotros consideramos inmoral… Al resto del mundo lo confrontan con el odio que se reserva para los enemigos. No se alimentarán ni casarán con gentiles… Han introducido la circuncisión para mostrar que son distintos de los demás… Para ellos es un crimen matar a un niño recién nacido.
¿Y qué pasó con los judíos que abrazaron felizmente las culturas prevalecientes? Después de todo, la judería alemana durante el siglo que precedió al Holocausto fue la comunidad judía más asimilada de la historia (hasta la presente comunidad judía occidental). Antes de la aprobación de las Leyes de Núremberg, la cual prohibía a los judíos cohabitar con los arios, la tasa de matrimonio mixto era del 42%. La conversión al cristianismo era también muy popular, con luminarias culturales como Heinrich Heine, Felix Mendelssohn y Gustav Mahler siendo ejemplos prominentes. Sin embargo, esto no evitó que los nazis quemaran los libros de Heine y que metieran a sus descendientes en las cámaras de gas.
¿Qué está impregnado en la esencia de su ser que hace que un judío sea odiado incluso cuando se ve, se viste y actúa de manera indistinguible?
El Sr. Sharansky explica el fenómeno de que los judíos asimilados son igualmente afectados por el antisemitismo: "El judío moderno es visto como un ser nacido dentro de la nación o raza judía, cuyos valores colectivos están profundamente impregnados en la esencia de su ser. La asimilación, con o sin conversión a la fe mayoritaria, puede tener éxito en enmascarar esta mancha indeleble, pero no puede quitarla".
El punto es más profundo de lo que el Sr. Sharansky puede advertir. ¿Qué está tan "impregnado en la esencia de su ser" que hace que un judío pueda ser olido por los antisemitas incluso cuando se ve, se viste y actúa de manera indistinguible respecto a los no judíos? ¿Cuál es esta esencia "indeleble" que no puede ser quitada, negada o erradicada ni siquiera con la conversión? El judaísmo diría: el alma judía.
El alma judía, que en realidad es una célula del alma colectiva del pueblo judío, es eterna e inmutable. Una vez que alguien adquiere un alma judía, ya sea por herencia de la madre o por una conversión halájica, ya no puede renunciar al alma judía, de la misma manera que no puede renunciar a su ADN. Las almas no son genéricas; el alma judía, al igual que el alma de cualquier nación, tiene sus propias propiedades específicas, algunas de las cuales son la compasión, el altruismo y la vergüenza (¡la fuente de la culpa judía!). El Talmud dice que si ves a un judío que no tiene compasión, puedes dudar de que sea realmente un alma judía.
Una de las propiedades del alma judía es que no se puede unir a ningún otro tipo de alma. Es por esto que el matrimonio mixto es, esencialmente, una negación de la propia esencia. El matrimonio es la unión de dos almas, y no sólo de cuerpos y corazones. Un alma judía no se puede unir con una no judía, de la misma forma que un átomo de helio no se puede unir a ningún otro. No es porque el helio sea exclusivista, racista ni arrogante – ni peor que un átomo de hidrogeno, sino simplemente porque la inercia química es una de sus propiedades esenciales.
Asimilación significa abandonar la identidad judía y adoptar el comportamiento y los valores de los no judíos, ya sean católicos o comunistas, protestantes o humanistas seculares. De acuerdo a la Torá, el designio de Dios para el pueblo judío es que será una nación separada y discreta, "una nación que morará en soledad y no será contada entre las naciones" (Números 23:9).
Los judíos están destinados a ser "una luz para las naciones" (Isaías 42:6). Una luz se encuentra separada de aquello que ilumina. El encargo divino para el pueblo judío es "que sea un reino de sacerdotes y una nación sagrada" (Éxodo 19:1). Ésta es una misión a la que no podemos renunciar, porque es parte del pacto entre Dios y la nación de Israel.
El pacto, que Dios introdujo en Sus promesas a los Patriarcas, que fue aceptado por toda la nación judía en el Monte Sinaí (en donde estuvieron presentes todas las almas judías), y que fue renovado en dos ocasiones más en la historia judía, estipula lo siguiente:
Por el lado de Dios, Él prometió:
Que el pueblo judío nunca dejará de existir (Génesis 17:7).
Que Dios nunca abandonará totalmente al pueblo judío (Levítico 26:44).
Que el pueblo judío heredará la Tierra de Israel (Génesis 12:7; Génesis 15:18).
Por el lado de Israel, nosotros prometimos:
Que seremos fieles a Dios y respetaremos Su Torá (Éxodo 24:7).
A diferencia de la mayoría de los pactos, éste es incondicional. Incluso si Israel reniega su obligación, Dios, en el mérito de los Patriarcas y las Matriarcas, nunca anulará Su Pacto con nosotros.
En su libro The New Anti-semitism (El Nuevo Antisemitismo), la autora feminista Phyllis Chesler escribe:
Se me parte el corazón por el astuto e intencionado silencio de los progresistas y los académicos sobre el tema del antisemitismo y el terrorismo. Escribo "silencio" por ser amable. De lo que estoy hablando en realidad es de la traición a los judíos… por parte de los intelectuales occidentales, algunos de los cuales son ellos mismos judíos. Quizás, al igual que yo, no quieren renunciar al mundo en general para conservar su identidad religiosa, racial y cultural como judíos. Después de todo, ¿quién quiere portar una estrella amarilla?
La Sra. Chesler es consciente de la misión que tienen los judíos por el pacto. Unas pocas páginas después describe al pueblo judío como "un traductor eterno entre los mundos: los mensajeros de Dios". Sin embargo, su aversión a "la estrella amarilla", combinada con su atracción al "mundo en general", define a las fuerzas que siempre han llevado a algunos judíos (en mayor o menor cantidad) al agujero negro de la asimilación.
Dado que la asimilación es incompatible con el designio de Dios para el pueblo judío, ¿qué puede hacer Dios para mantener su promesa de que los judíos nunca se extinguirán? Un principio básico del monoteísmo judío es la insistencia en que todo – todo – viene de Dios, Quien es la única y exclusiva fuente de todo. Al mismo tiempo, Dios le ha dado a los seres humanos el libre albedrío en el ámbito moral. Puede que los humanos no tengan la posibilidad de elegir lo que les pasa, pero siempre están eligiendo entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal. Entonces, ¿qué pasa si todos los judíos de una generación eligen asimilarse para extinguirse?
La asimilación no es el antídoto para el antisemitismo; el antisemitismo es el antídoto Divino para la asimilación.
Aquí es donde comienza el antisemitismo. El antisemitismo es el equivalente Divino al padre de un niño diabético que guarda el tarro de galletitas. Un judío del siglo 15 en España, del siglo 20 en Alemania o del siglo 21 en Estados Unidos puede querer mezclarse con la sociedad que lo rodea, pero el antisemitismo es una puerta cerrada, fuerte y negra como el hierro, que lo mantiene afuera – y separado. El antisemitismo evita que el pueblo judío se disipe hasta la desaparición.
El esfuerzo generalizado para vincular la fuente del antisemitismo a los judíos que permanecen diferentes y apartados – implicando que la asimilación cura al antisemitismo – es una tergiversación de la verdad. La asimilación no es el antídoto para el antisemitismo; el antisemitismo es el antídoto Divino para la asimilación.
La expulsión de España es un es un ejemplo sobresaliente de esto. La expulsión de los judíos de España en 1492, después de cinco siglos de judíos españoles floreciendo profesional, política y económicamente, fue la mayor catástrofe en la judería europea previa al Holocausto. Como dijo Rav Berel Wein: "El desastre que le ocurrió a la sección más rica, sofisticada y estable de la judería mundial dejó a los judíos de todos lados en un estado de depresión".
La forma normal de entender la expulsión es que la antipatía católica hacia los judíos de España creció hasta el punto en que, en abril de 1492, el Rey Fernando y la Reina Isabel proclamaron el “Edicto de Expulsión”: los judíos tenían la opción de convertirse, irse, o ser quemados en la estaca. Así comenzó la Inquisición.
La historia real de la judería española es bastante diferente. En 1391, un siglo entero antes de la expulsión, hizo erupción la violencia anti-judía. La respuesta de una gran cantidad de judíos, incluyendo a algunos de los líderes de la judería española, fue convertirse al catolicismo ("después de todo, ¿quién quiere usar la estrella amarilla?"). Durante el curso de los siguientes cincuenta años, más de la mitad de los judíos españoles se convirtieron, muchos de los cuales continuaron practicando secretamente los rituales judíos. Como escribe el historiador Maurice Kriegel sobre el período previo a la expulsión:
La combinación de intimidación con la promesa de integración [a la sociedad española] era realmente muy difícil de resistir. Miembros de la elite intelectual judía, propensos a una cierta indiferencia hacia las manifestaciones externas de la religión, pudieron de esta forma justificar su aceptación del bautismo. Entonces, a mediados del siglo 15, los nuevos cristianos eran más numerosos que quienes continuaban profesando el judaísmo a pesar de la persecución y la tentación.
El verdadero propósito de la Inquisición y de la expulsión no fue el resolver el problema judío, sino que fue el resolver el problema de los que abogaban por la asimilación, los ‘conversos’, quienes se sospechaba que adherían secretamente a su religión anterior. De acuerdo a Paul Johnson en su libro “Historia de los Judíos”, las 700 personas (algunas fuentes dicen que fueron 2.000) que fueron quemadas durante la Inquisición entre 1481 y 1489 fueron conversos. En las palabras de Johnson: "Un marrano era mucho menos popular que un judío practicante, porque era un intruso en el comercio y la producción, una amenaza económica y, dado que quizás era secretamente judío, era un hipócrita y también un subversivo clandestino".
El objetivo de la expulsión fue eliminar la influencia de los judíos practicantes sobre los conversos. De nuevo citando a Kriegel: "Mientras hubo una comunidad judía grande y activa sobre suelo español, ellos [los inquisidores españoles] decían: todos los intentos de la Inquisición para disuadir y castigar a los cristianos que se convierten al judaísmo serán en vano". Los conversos fueron el catalizador que llevó a la expulsión, tanto histórica como espiritualmente.
La expulsión eliminó a los judíos de España, pero salvó a la judería española [sefaradí]. De los 200.000 judíos reconocidos en España en 1492, 150.000 eligieron irse. Fundaron nuevas comunidades en el norte de África, Turquía, Holanda y Palestina. Esas comunidades se volvieron centros pujantes, creativos y enérgicos de vida judía. La comunidad mística de Tzfat en el siglo 16, por ejemplo, estaba completamente compuesta por descendientes de exiliados españoles. ¿Qué le hubiera pasado a esos 150.000 judíos si se les hubiese permitido permanecer en España, una tierra en donde las olas de la conversión ya habían tragado a la mayoría de los judíos, incluyendo rabinos y líderes comunitarios?
Esto no significa que todas las persecuciones que los judíos hemos sufrido durante nuestro largo exilio de 2.000 años sean el resultado de la asimilación; en ocasiones, el sufrimiento puede ser causado por muchas formas de equivocaciones espirituales que están más allá de la capacidad de entendimiento del hombre. El Talmud declara explícitamente que la destrucción del Segundo Templo y el exilio que le siguió, considerada la mayor tragedia de la historia judía, fueron causados por el odio infundado entre los judíos (una declaración que es también una advertencia para nuestros tiempos).
La idea de que Dios produce el antisemitismo para asegurar la supervivencia del pueblo judío no significa que los antisemitas estén exonerados del mal que perpetran. Los antisemitas, al igual que cualquier otro, tienen libre albedrío para elegir entre el bien y el mal, y son por tanto responsables de sus elecciones. Sin embargo, como dice el Midrash: "Dios tiene muchos osos y leones". Si no hay terroristas árabes, siempre habrá una variedad de líderes o académicos europeos antisionistas…
Hace poco estaba caminando a casa con mi hijo en el sector judío de la Ciudad Vieja de Jerusalem, bastante después de que la oscuridad de la noche había mandado a la mayoría de los turistas de vuelta a sus hoteles. Justo después del negocio de faláfel, llamó nuestra atención un letrero que prometía: ARTE 3D. Al costado de la calle peatonal vimos una mesa con una imagen de un paisaje de Jerusalem apoyada sobre una caja de madera. En la caja había un tipo especial de luz fluorescente que hacía que la pintura blanca de la imagen brillara en la oscuridad, creando un efecto tridimensional.
"¿Cómo lo haces?", le preguntó mi hijo al joven artista.
"Tengo pintura especial que brilla en la oscuridad", contestó.
El artista nos contó que acababa de hacer aliá hacía dos meses, proveniente de Sudáfrica. Me di cuenta que necesitaba vender, pero no teníamos dinero, y los jóvenes locales, que estaban sentados en torno a las mesas del negocio de faláfel, claramente no eran clientes de arte. Abrí mi boca para aconsejarle: si quieres vender cuadros, deberías venir durante el día, cuando los turistas están aquí. Ellos son tu clientela natural.
Pero antes de mencionar una palabra, me di cuenta que esas pinturas no podrían ser expuestas favorablemente a la luz del día. En la luz, el efecto especial se perdería; la belleza particular de esas pinturas se puede apreciar sólo en la oscuridad.
El alma judía está revestida con una pintura especial que brilla en la oscuridad.
El antisemitismo es una oscuridad envolvente. Cuando los judíos ven los carteles de "maten a los judíos" en las manifestaciones por la paz de los países occidentales, o leen a un respetado académico en un importante periódico opinando que el estado judío no tiene derecho a existir, nos llenamos de miedo. Como expresa tan gráficamente la Sra. Chesler el miedo que todos sentimos: "Hay una época sangrienta acechándonos. Lo supe desde el momento en que dos reservistas israelíes fueron linchados en Ramala en otoño del año 2000… lloré porque entendí que la historia judía estaba, una vez más, repitiéndose a sí misma. Que tonta había sido en pensar que finalmente habíamos escapado de ella".
Sin embargo, el alma judía está revestida con una pintura especial que brilla en la oscuridad. La oscuridad no es nuestro fracaso, sino nuestro desafío, nuestra oportunidad para brillar. El objetivo de la vida es bailar en la oscuridad*. Sólo en la oscuridad se manifiesta la grandeza del alma. ¿Y qué pasa con la luz? Está allí para mostrarnos el lugar en donde están los escalones, para que podamos aprender a navegarlos. Pero la prueba real del alma es cuando las luces se apagan.
Los judíos no deben dejarse intimidar por el veneno, el odio, las mentiras de nuestros enemigos. Ser popular no es un valor judío. Ser fiel al pacto de Dios sí lo es.
* Escuchado de Rav Leiv Kelemen, basado en un ensayo de Rav Yerujam Levovitz, de bendita memoria.
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