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En una época en que los roles femeninos estaban estrictamente definidos, estas extraordinarias mujeres judías insistieron en ser voluntarias y ayudar a los Aliados.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres judías tuvieron roles esenciales en las Fuerzas Aliadas. En el Ejército de los Estados Unidos sirvieron más de medio millón de judíos durante la guerra. De ellos, 10.000 fueron mujeres. Entre 5.000 y 6.000 mujeres judías sirvieron en las fuerzas británicas, además de otras 4.000 mujeres judías que vivían en Palestina y apoyaron a las tropas británicas en el Medio Oriente. En Canadá, 280 mujeres judías sirvieron en el ejército durante la guerra.
En una época en que los roles femeninos estaban estrictamente definidos y cuando el antisemitismo acosaba a los judíos incluso en las fuerzas armadas de los Aliados, estas extraordinarias mujeres judías insistieron en ser voluntarias, ayudando a los Aliados de cualquier forma que pudieran. Sus historias poco conocidas merecen ser contadas.
Después del ataque japonés a Pearl Harbor, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos comenzó a movilizar a todos los pilotos que pudo. Ante la escasez de pilotos, propusieron una novedosa solución: formar una fuerza aérea femenina auxiliar para proveer personal adicional durante la guerra.
Selma Cronan
Al principio, esta solución poco convencional encontró fuerte resistencia. Estados Unidos estaba en guerra y cada día morían miles de soldados. ¿Acaso la Fuerza Aérea realmente quería arriesgar también la vida de sus mujeres? Llevó más de un año, pero eventualmente en 1943 se formó el Servicio de Mujeres Pilotos de la Fuerza Aérea (WASP por su sigla en inglés), proveyendo mujeres pilotos para examinar y entregar aviones. En algunos casos, las soldadas de WASP volaron en misiones militares, rastreando reflectores y también instruyeron a pilotos hombres en entrenamiento.
Pocos se dieron cuenta de que la mujer a cargo del entrenamiento de WASP era una joven e idealista mujer judía llamada Selma Cronan. Después de la guerra, Selma continuó su carrera de vuelo, convirtiéndose en una piloto profesional competitiva y volando en espectáculos de aviación por todo el mundo.
Los padres de Muriel Byck eran judíos de Rusia que llegaron a Londres, en donde nació Muriel. Educada en Francia, Alemania y Londres, cuando Gran Bretaña declaró la guerra en contra de la Alemania nazi, Muriel se ofreció para ayudar. Ella se unió a la Fuerza Aérea Real Auxiliar de Mujeres y ascendió de rango hasta convertirse en oficial de sección. Con el destino de los judíos de Europa pendiendo de un hilo, ella ansiaba hacer más para luchar contra Hitler.
Muriel Byck
Su oportunidad llegó cuando un ejecutivo de Operaciones Especiales Ultrasecretas, que planeaba vigilancia y sabotaje por toda la Europa ocupada por los nazis le preguntó a Muriel si estaba dispuesta a arriesgar su vida para entrar a Europa y espiar en favor de los Aliados.
Muriel accedió. Después de recibir un extenso entrenamiento en maniobras militares y operaciones de radio, Muriel bajó en paracaídas en la Francia ocupada durante la noche del 8 de abril de 1944. De los cuatro miembros de su célula de espionaje ella era la única mujer. El trabajo de Muriel era instalar comunicaciones de radio con Gran Bretaña y con otros operativos secretos en el país. El trabajo era increíblemente arriesgado: cada vez que ella transmitía en su radio, las ondas podían ser detectadas por las fuerzas nazis y revelar su ubicación.
Durante dos meses, Muriel trabajó sin quedarse nunca en el mismo lugar demasiado tiempo y arriesgando su vida con cada transmisión de radio. Muriel falleció en Francia por una enfermedad algunas semanas después de haber regresado al país y fue enterrada en el cementerio militar Pornic en Francia.
Al crecer en una familia judía tradicional en Nueva York, Charlotte Chaney nunca se vio a sí misma como una heroína. Ella asistió a la escuela de enfermería y comenzó a salir con un hombre llamado Bernard Chaney cuando todavía era una adolescente. Cuando Bernard fue reclutado y asignado a Camp Bowie en Tejas, Charlotte decidió que ella también serviría a su país y fue como voluntaria para servir en la Fuerza Aérea del Ejercito.
Charlotte Chaney, en el extremo derecho
Ella trabajó como enfermera en Camp Bowie hasta 1944, cuando ella y Bernard se casaron. Algunos meses después, Charlotte escuchó que la enviarían al exterior. En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, Charlotte fue enviada a Reims y Neufchateu al norte de Francia y para la época de Pésaj la enviaron al sur de Francia. Allí, Charlotte ayudó a procurar provisiones de Pésaj para los soldados estadounidenses. En mayo de 1945, ella fue enviada al recientemente liberado campo de concentración Dachau en Alemania para ayudar a establecer un hospital. Charlotte era la única enfermera judía ayudando a manejar el nuevo hospital.
Lo que Charlotte vio en Dachau cambiaría su vida. Siendo el más antiguo de los campos de concentración nazi, Dachau se convirtió en el modelo para todos los otros campos. Allí estuvieron prisioneras casi un cuarto millón de personas y murieron más de 40.000. La mayoría de los prisioneros judíos que Charlotte atendió en su hospital estaban cerca de la muerte. Estaban increíblemente malnutridos y gravemente enfermos con tifus, tuberculosis y otras enfermedades. Más de cien pacientes fallecían cada día, a pesar de los cuidados de Charlotte. Durante tres meses, Charlotte hizo todo lo que pudo para salvar a los esqueléticos pacientes. Durante el resto de su vida, ella habló sobre los horrores que vio en Dachau, educando a otros sobre lo que ella presenció.
Las hermanas judías Ellan y Dorothy Levitsky trabajaron como enfermeras en hospitales en Filadelfia durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de eso, Ellan no estaba tranquila. Con tanta matanza ocurriendo en Europa, ella quería reclutarse y ayudar a las fuerzas armadas. Dorothy no podía imaginar dejar que su hermana se reclutara sola, así que accedió a inscribirse también.
Compañeras de tienda de campaña frente a una ambulancia WC.54. De izquierda a derecha: subteniente Dorothy F. Levitsky, subteniente Angeline F. Paul, teniente Ellan J. Levitsky, subteniente Agnes C. Stern.
Después de completar su entrenamiento básico, las dos tenientes Levitsky fueron enviadas a Francia, justo a tiempo para la última gran ofensiva de Alemania en la guerra, conocida como la Batalla de las Ardenas o la Batalla de la bolsa. Durante más de un mes en diciembre de 1944 y enero de 1945, las fuerzas alemanas batallaron contra los Aliados en el área de las Ardenas de Bélgica y Luxemburgo. Fue la batalla más letal en la historia militar de los Estados Unidos. Hubo 75.000 heridos estadounidenses y casi 20.000 murieron. Las hermanas Levitsky trabajaron frenéticamente para atenderlos, ayudando a asegurar que los Aliados salieran victoriosos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Dorothy y Ellan regresaron a los Estados Unidos, en donde cada una se casó y continuó su carrera de enfermería, sin olvidar nunca los intensos meses en los que se pusieron a sí mismas en peligro para ayudar al esfuerzo de guerra de los Aliados.
Muchas de las mujeres judías que sirvieron durante la Segunda Guerra Mundial eran jovencitas. Matilda Blaustine ya era madre de una hija grande, Bernice, cuando ambas se unieron al Cuerpo Militar Auxiliar de Mujeres en 1942. Después de un entrenamiento básico, Matilda trabajó como observadora de radar para la Inteligencia Naval de Estados Unidos en Nueva York, localizando aeronaves enemigas.
Matilda Blaustine y su hija, Bernice.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Bernice se casó y formó una familia. Matilda siguió trabajando como voluntaria para la Sociedad Hebrea de ayuda a los Inmigrantes, ayudando a sobrevivientes del Holocausto a instalarse en Campamentos para Refugiados en Europa y llevándolos a salvo a Israel, Estados Unidos y otras partes.
Hasta que cumplió 20 años, la vida de Marthe Cohn era común y corriente. Ella era parte de una familia judía muy unida en la ciudad francesa Metz, en donde vivía con sus padres, cinco hermanas y dos hermanos. Marthe comprendió el peligro en el que estaban los judíos en el país vecino de Alemania. Después de Kristallnacht, un pogromo masivo por toda Alemania y Austria en noviembre de 1938, la familia abrió las puertas de su casa a primos de Alemania que escapaban del intenso antisemitismo.
Marthe Cohn
Después de que Alemania invadiera Francia en mayo de 1940, la vida para Marthe y de todos los judíos franceses cambió de un día a otro. El novio de Marthe, un luchador de la resistencia francesa, fue arrestado por los nazis, torturado y asesinado. La hermana de Marthe fue arrestada y asesinada en Auschwitz. Marthe quería desesperadamente hacer todo lo que pudiera y se ofreció como voluntaria para ayudar a la Resistencia. Ella hablaba alemán con fluidez y tenía cabello rubio y ojos azules, convirtiéndola en la candidata perfecta para espiar en Alemania. Finalmente, en 1944, Marthe tuvo su oportunidad: el Ejercito de la Francia Libre la aceptó como soldada. Eventualmente trabajó para el Servicio de Inteligencia de la Francia Libre.
Le dieron una orden muy riesgosa: hacerse pasar por una enfermera alemana que quiere saber qué pasó con su novio en Alemania, y cruzar la frontera a Alemania para espiar. Le tomó a Marthe decenas de intentos, pero eventualmente tuvo éxito, entrando a Alemania y haciéndose pasar por alemana. Ella recuerda que estaba aterrorizada, pero perseveró, recolectando eventualmente valiosa información para las fuerzas Aliadas.
Después de la guerra, Marthe se casó y formó una orgullosa familia judía, pero nunca habló de su heroísmo en tiempos de guerra hasta el 2006, cuando publicó sus memorias, Behind Enemy Lines: The True Story of a French Jewish Spy in Nazi Germany.
Cuando le preguntaron por qué escribió su historia, Marthe respondió: “La gente tiene una memoria corta, muy corta. Y si no conoces el pasado no puedes prepararte para el futuro”.
Estas mujeres e innumerables más mostraron enorme valentía y dedicación durante los días más oscuros de la Segunda Guerra Mundial. Nuestro deber es no olvidar nunca su sacrificio y su legado.
Con agradecimiento al Jewish Women’s Archive
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La palabra "soldado" es de género neutro, por lo cual es gramaticalmente incorrecto llamarlas "soldadas". Se debe decir "mujeres soldado".