Netilat Iadaim: Lavado de manos para la bendición del pan – Guía paso a paso

5 min de lectura

Una guía paso a paso de cómo lavarse las manos antes de comer pan y del simbolismo que esto conlleva.

Las velas están ardiendo, Shalom Alejem y Eshet Jail ya han sido cantadas, y el kidush ha sido recitado para quienes están reunidos alrededor de la hermosa mesa de Shabat.

Es tiempo de empezar la cena. Pero primero, el anfitrión nos invita a la cocina para lavarnos las manos en preparación para comer la jalá.

No, no es por limpieza, sino un paso importante que nos conducirá a hamotzí, la bendición sobre el pan.

Antes de explicar esta simple acción, necesitamos entender algunos simbolismos judíos:

Agua – simboliza Torá; sabiduría. El agua es la esencia de la vida física, ya que sin ella moriríamos, mientras que la sabiduría es la esencia de la vida espiritual, la base del crecimiento y de la auto realización.

Manos – símbolo de nuestra interacción con el mundo físico.

Pan (jalá) – símbolo del sustento físico; el pan de cada día.

Tomamos el agua y la vertemos sobre cada mano; esto se refiere al entendimiento de que todas mis interacciones con el mundo físico – escribir, tocar, trabajar – deben ser hechas de un modo sabio y significativo.

Y es el recordatorio de que esta noche nuestra mesa es sagrada, como un altar. Así como, hace ya tanto tiempo, los cohanim en el Templo se preparaban lavándose las manos, nosotros también lo hacemos antes de nuestra comida. Produce un placer único el poder realizar un acto tan simple que sin embargo representa algo tan significativo.

Guía paso a paso

1. Antes de lavarte, asegúrate de que las jalot, el cuchillo para cortarlas, el cobertor y la sal estén en la mesa.

2. Hay que colocar en la cocina toallas de manos para que nuestros invitados se sequen después del lavado.

3. Puedes utilizar tanto una jarra especial para el lavado (grande, con dos asas) como un vaso regular sin asas, que no tenga fisuras ni forma de pico en el borde superior, y que tenga al menos 150 ml de capacidad.

4. Quita todos los anillos de tus dedos. Sostén la jarra en tu mano derecha mientras la llenas con agua del grifo.

5. Pasa la jarra a tu mano izquierda y vierte casi la mitad del agua sobre la mano derecha, empapando ambos lados de la mano y desde la muñeca hacia abajo. El agua debe cubrir toda el área de la mano.

6. Ahora pasa la jarra a la mano derecha y repite en el lado izquierdo (rellena la jarra si es necesario).

7. Después de que las manos han sido lavadas, deben ser mantenidas en alto para que el agua escurra hacia la muñeca y no hacia los dedos. En este momento se recita la bendición:

Bendición para el lavado de manos

8. Se secan las manos y volvemos a la mesa, cuidando de no hablar hasta que la bendición de hamotzí sea recitada y el pan sea ingerido.

Preguntas y respuestas

¿Por qué vertimos agua primero en la mano derecha?

De acuerdo a la tradición judía, la derecha simboliza jesed (bondad), un rasgo que siempre queremos enfatizar. Este principio se repite en muchas otras áreas, incluyendo la costumbre de los novios de salir de la jupá con su pie derecho. Y también es por esto que primero levantamos la jarra con nuestra mano derecha, y recién después la pasamos a la izquierda.

¿Por qué levantamos nuestras manos después de lavarlas, dejando que el agua escurra hacia nuestras muñecas?

La bendición por el lavado dice, “netilat iadaim”, que literalmente significa, “elevación de las manos”. En un nivel técnico, esto es paralelo al lavado hecho en Templo Sagrado. En un nivel conceptual, estamos elevando nuestras manos espiritualmente.

Reflexiones

Me gusta lavarme las manos antes de la bendición de hamotzí. Me hace frenar y darme cuenta de que hay santidad en la comida. Nos diferencia de los animales y me recuerda que fui creada con un alma. Deja en claro que es algo especial.

Los alimentos son un regalo, no un derecho. Y ese regalo viene de Dios, un Dios que está manteniendo todo en funcionamiento.

Para mí, las preparaciones y peculiaridades del lavado y hamotzí tienen sentido, porque el pan no es una manzana. Es el resultado de un proceso largo y complejo, que sólo puede provenir del hombre civilizado. Declara firmemente que el hombre tiene que estar involucrado en su propia existencia, y aún así el pan es la culminación; porque cuando Dios es el socio en todo esto, es como tomar la creación y hacerla aún mejor.

* * *

Siempre recuerdo que en todas las bodas a las que asistí de niña decían algo mientras sostenían una gran jalá trenzada. Pero yo no relacionaba la bendición del altoparlante con los pequeños cubos de pan que repartían.

Cuando estaba viajando por Israel, pasé un Shabat con una familia en la Ciudad Vieja de Jerusalem. Me explicaron lo que iban a hacer con el lavado de manos, el no hablar y todo lo demás. No dudé en hacer lo mismo y participar. Parecía una cosa cultural y divertida, y fue hecha de forma muy agradable.

* * *

Recuerdo una de mis primeras experiencias de Shabat como si fuera ayer. Estaba en la casa del rabino, un viernes a la noche, y después del kidush fue anunciado que era el “momento de lavarse”.

Luego escuché un tintinear. Eran las mujeres sacándose los anillos y poniéndolos sobre sus platos. Recuerdo sentirme muy avergonzada pensando en que no estaba usando anillos para esta ceremonia, por lo que no podía participar de ella.

Recién después de tres o cuatro Shabatot me di cuenta de que sólo te sacas los anillos para lavarte si estás usando alguno. Vive y aprende.

* * *

Me gusta Shabat. Me gusta la comida. Me gusta la compañía. Me gusta todo. ¡Pero pareciera que no puedo dejar de hablar entre el lavado de manos y la jalá!

* * *

Estaba en el almuerzo de una comunidad judía cuando de repente uno de los organizadores vino a mi mesa y me preguntó si podía darme el honor de hacer la bendición de hamotzí para todos los presentes.

Si bien no soy rabino, era uno de los pocos judíos que tenían kipá, por lo que acepté la invitación y esperé que anunciaran hamotzí y me presentasen.

De repente se cruzó un horrible pensamiento por mi mente: Sólo podía decir hamotzí si me había lavado las manos, y allí no había ningún lavabo a la vista.

Repasé todas las opciones en un instante: rechazar cortésmente el honor… fingir sentirme enfermo en el último momento y huir del salón… o tratar desesperadamente de encontrar un lavatorio donde poder lavarme.

Aunque no era lo ideal, me decidí por la última opción, pero antes de que pudiera parame para echar una mirada, escuché desde el micrófono: “…quien nos honrará con hamotzí”.

Pánico. En un segundo, que pareció ser una eternidad, tuve un momento de claridad y actué intuitivamente. Con un hábil movimiento, tomé mi vaso de agua con hielo, lo puse debajo de la mesa, arrojé agua sobre mis manos (dejando charcos de hielo en el piso) y fui dando largos pasos hacia la mesa principal, recitando la bendición “al netilat iadáim” en voz baja.

Ahora no podía hablar, por lo que asentí ceremoniosamente al invitado de honor y a su comitiva, y tomé la voluminosa jalá trenzada que estaba frente a mí. Antes de que pudiera decir hamotzí, alguien me tocó el hombro. Era un mozo, que acababa de traer una bandeja con un gran recipiente y una jarra llena de… agua.

Habían tenido en cuenta que iba a lavarme las manos desde el principio. Y ahora estaba en un gran problema, porque no sabía qué hacer, ¿lavarme de nuevo? ¿Rechazarla?

Para resumir, me lavé de nuevo y fingí decir la bendición, levanté la jalá, dije hamotzí en el micrófono con la mayor concentración que pude, la corté y comí un trozo.

Después volví a mi asiento… poniendo mis pies en los charcos.


Adaptado de “Friday Night and Beyond” por Lori Palatnik

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