Libérate de los pensamientos que te limitan

4 min de lectura

La libertad viene del interior.

¿Cuántos de nosotros tenemos creencias que nos limitan y ni siquiera lo sabemos? Pensamientos como: “No tengo suficiente tiempo”, “No debería ser así”, o “¡Ya no aguanto más!”.

Imagina este escenario. El reloj marca las 6:31 p.m., tienes una cita a las 7 p.m. y todavía estás en la oficina. Mientras das los últimos retoques a un email y lo envías, saboreando el vino y la comida que planeas disfrutar, tu jefe pone otra pila de papeles sobre tu escritorio y te dice: “Necesito una propuesta para mañana a las 9 a.m., espero que no tengas planes para esta noche”.

O este escenario. El reloj marca las 6:31 p.m., tus niños deben comenzar a prepararse para ir a la cama a las 7 p.m. y aún no has salido de la cocina. Sigues mirando la puerta, ansiando que llegue tu marido. Los niños se persiguen unos a otros, arrojan pasta al piso, alguien se lastima. “Ouch, mami, ¡es su culpa!”. “No, es tu culpa, ¡bebé!”. “¡No soy un bebé!”. “Mami, Sara se accidentó”.

Allí estás, quizás sintiéndote víctima, tratada injustamente, abrumada o atrapada. ¿Es tu jefe el que hace que te sientas así? ¿Tus hijos? ¿No tener suficiente tiempo?

¿De dónde vienen tus sentimientos?

La mayoría de las personas creen estar aprisionadas por las circunstancias (presentes o pasadas). Equivocadamente esperan que la vida controle o cambie las circunstancias y, por ende, culpan a la “vida” por cómo se sienten.

Así, en el primer escenario probablemente comienzas a acumular sentimientos negativos hacia tu jefe, consideras buscar otro trabajo, te quejas de los plazos. En el segundo escenario probablemente les gritas a tus hijos, culpas a tu marido por su tardanza, y te recriminas por haber decidido comenzar a enseñarles a ir solos al baño.

Nuestro aprisionamiento está en nuestra mente, no en las circunstancias.

Creer que nuestros sentimientos vienen desde afuera es una ilusión. La forma en que sentimos la vida viene de nuestro interior. Nuestro aprisionamiento está en nuestra mente, no en las circunstancias. La única forma en que una persona puede sentirse abusada, estresada o enojada es si se ve a sí misma como víctima, estresada o enojada en el momento (“¡No tengo suficiente tiempo!”, “¡No debería ser así!” o “¡Ya no aguanto más!”).

Sin darnos cuenta tomamos demasiado en serio los convincentes y urgentes sentimientos que genera esta forma de pensar, y luego somos engañados para creer que la causa de nuestro enojo es aquello en lo que estamos pensando (nuestro jefe, nuestros hijos, nuestra pareja); pero en realidad, nuestro enojo viene directamente del pensamiento que tenemos sobre nuestro jefe, nuestros hijos o nuestra pareja.

La verdadera libertad se alcanza cuando cambia nuestra relación con nuestros pensamientos. El pensamiento es el canal a través del cual vivimos la vida. Cuando nuestra mente está ocupada, no estamos presentes en lo que tenemos delante de nosotros. De la misma forma, cuando nuestra mente está tranquila, estamos más presentes en nuestras vidas. Vivimos o en nuestra cabeza o en nuestra vida. Cuando tomamos conciencia de que nuestros pensamientos son los que crean nuestro estado de ánimo —y no la vida—, nos liberamos de esta situación. Es el comienzo de la verdadera libertad psicológica.

Si bien siempre podemos aprender nuevas ideas que podrían ayudarnos a liberarnos de las limitaciones que creamos para nosotros mismos, en Pésaj hay una energía espiritual que hace que nuestra capacidad para liberarnos de las ilusiones sea un poco mayor. Ver en esta dirección en este momento del año es la mejor inversión que podemos hacer para alcanzar nuestra propia libertad psicológica.

Nuestro estado de ánimo es un gran barómetro de la calidad de nuestro pensamiento, y nos permite saber si vivimos en una ilusión o conectados y presentes en nuestra vida.

Los sentimientos de descontento, ansiedad, estrés, inseguridad, etc., indican que nuestro pensamiento no es tan confiable y que lo más probable es que nos tomamos las cosas de forma personal y con demasiada seriedad. Los sentimientos de conexión, compasión, seguridad, paz interior, etc., indican que nuestro pensamiento tiene una naturaleza más divina y confiable, y muy probablemente sean también más ciertos.

Aunque no lo creas, el solo hecho de saber que sentimos lo que pensamos en todo momento es suficiente para ayudar a que nuestro “GPS interior” se corrija a sí mismo. El estado de ánimo es una bandera roja que nos hace saber cuándo debemos “recalcular”. En esos momentos, podemos sentir como si estuviéramos siendo liberados de prisión.

Nuestros sentimientos son más un reflejo de nuestros pensamientos que de nuestra realidad. Cuando pensamos: “No tengo suficiente tiempo” o “No debería ser así”, nos sentimos presionados y estresados, independientemente de lo que tenemos que hacer. Hay mucha evidencia para demostrar que nuestras circunstancias crean nuestra frustración; sin embargo, si nuestro interés en ese pensamiento disminuyera, aparecerían nuevos pensamientos tras de él, trayendo consigo una experiencia completamente nueva.

Imagina que mientras tu jefe pone la propuesta sobre tu escritorio, tú levantas la vista y observas el dolor y el estrés en sus ojos. Sentirías compasión por el pobre hombre y entenderías que tu cita tendrá que ser otro día. No es tan grave, sólo hay que esperar un poco más. Imagina, como madre sobrecargada, que te enfocaras en que tus hijos están haciendo el desorden de forma inocente; no quieren hacerte la vida imposible. Te reirías ante lo absurdo de la situación.

Cuando podemos ver nuestras opiniones, nuestras desilusiones, nuestras expectativas, nuestro juicio propio como un pensamiento momentáneo más que como una realidad, podemos salirnos de la ilusión.

Cuando vivimos la vida con esta perspectiva, podemos liberarnos de una gran cantidad de hábitos insalubres y estamos preparados para nuevas posibilidades, una mayor variedad de elecciones y una experiencia más profunda de nuestra fe en Dios.

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