Llegar a la plenitud

09/03/2025

2 min de lectura

Ki Tisá (Éxodo 30:11-34:35 )

La porción de la Torá de esta semana comienza con la orden de que cada miembro del pueblo judío debe contribuir con medio shekel, la moneda de los judíos en el desierto, como una ofrenda a Dios. ¿Por qué la Torá ordena específicamente dar sólo medio shekel y no uno entero? Los judíos salieron de Egipto con enormes riquezas, ciertamente podían aportar un shekel entero. Además, ¿por qué todos estaban obligados a dar la misma cantidad? La mitzvá de maaser, el diezmo, exige que demos un porcentaje de nuestras ganancias al levita o a los pobres, de manera que lo que damos sea directamente proporcional a lo que tenemos. ¿Por qué no se ordenó a los judíos dar de manera similar, cada uno según lo que poseía?

Lección:

El medio shekel nos enseña muchas lecciones hermosas sobre la unidad y la humildad. Aunque probablemente todos podían haber dado un shekel entero, la Torá enfatiza la importancia de la unidad. Un shekel entero representa integridad: es total y su valor monetario se sostiene por sí mismo. Un medio shekel, en cambio, es sólo una parte de un todo. Sólo cuando se combina con otra mitad de shekel puede realmente valer algo.

Todos somos ‘mitades’ de un ‘todo’ en muchos niveles. Marido y mujer son dos mitades de un alma, que se unen en plenitud para ayudarse mutuamente a alcanzar su potencial. Sin embargo, esto también es sólo un microcosmos del pueblo judío. Somos interdependientes y nos necesitamos unos a otros para completar nuestra misión colectiva como judíos. El Segundo Templo fue destruido debido a sinat jinam, el odio gratuito entre los judíos. Por lo tanto, sabemos que el antídoto es el amor gratuito hacia nuestros semejantes. Ya sabemos qué debemos hacer para reconstruir el Templo: ¡simplemente amar a nuestros semejantes judíos! ¿Cómo podemos lograrlo? Al no pensar en nosotros mismos como un todo, sino sólo como una mitad.

Nadie está completo: como judíos, todos somos parte de algo mucho más grande y trascendental que nosotros mismos. Cuando reconocemos que cada judío es especial, único y parte de nuestra misión colectiva en este mundo, podemos lograr la unidad necesaria para reconstruir el Templo. Además, el hecho de que todos estuvieran obligados a dar la misma cantidad –medio shekel– sin importar lo que poseyeran, enfatiza aún más que cada persona tiene igual importancia y valor. Independientemente de lo que poseas, de tus talentos o capacidades, Dios te creó con un propósito único que es tan importante como el de cualquier otra persona.

Ejercicio:

Piensa en alguien con quien te resulte más difícil llevarte bien y concéntrate en sus cualidades positivas. Visualiza tener una interacción positiva con esa persona (puede ser imaginaria). Reconoce que no puedes completar tu misión sin ella.

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