Gal Gadot gana el "premio nobel judío"


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Algo está cambiando. ¿Estamos viviendo los dolores de parto de la era mesiánica?
Desde el 7 de octubre, algo ha cambiado.
Judíos de todos los orígenes se aferran más que nunca a su identidad. Algunos se sienten sacudidos por lo que el mundo realmente piensa de nosotros. Otros sienten una calma sensación de que somos parte de algo más grande.
En mi hogar, ese cambio se volvió personal. Una noche, mi esposa me dijo abrumada: “¿Esto es el comienzo de la era mesiánica? ¿Se supone que sea así de aterrador? ¿Es sólo guerra y colapso?”
Saqué un libro que no leía desde hacía años: El verdadero Mesías de Rav Aryeh Kaplan, escrito en los años 70, pero más relevante que nunca. Durante generaciones, la llegada del Mesías sonaba como una fantasía: los cielos se abren, un Templo desciende sobre Jerusalem, el mundo se transforma en un instante. Pero… ¿y si no funciona así? El libro describe la era mesiánica y todas sus promesas desarrollándose naturalmente a través de la tecnología.
La tradición judía describe la era mesiánica como una época en la que la humanidad cumple su propósito. Un mundo donde las naciones eligen la cooperación por sobre la guerra, donde nadie pasa hambre ni es olvidado, y la verdad es evidente, no oculta. Un mundo que se sigue pareciendo al nuestro, pero que finalmente funciona en armonía de la manera en que debe hacerlo.
Hace casi 2000 años, el Zóhar, el principal texto místico del judaísmo, predijo que en el año 5600 (1840) habría una súbita “apertura de las compuertas de la sabiduría de arriba y de abajo”, una expansión espiritual y tecnológica que prepararía al mundo para una nueva fase. Ese año marcó el inicio de la Revolución Industrial, desatando fuerzas que transformarían cada rincón de la vida humana.
El Zóhar predijo que en el año 1840 comenzaría una gran apertura de sabiduría, coincidiendo con la Revolución Industrial y una transformación que alteraría todos los aspectos de la vida humana.
Desde entonces, la profecía y el progreso han marchado en un paralelo inquietante. Las visiones del Talmud sobre cosechas gigantescas o una agricultura transformada en un momento parecían míticas. Hoy, la edición genética, la agricultura vertical y la impresión 3D son reales. Maimónides dijo que estas profecías eran metáforas de un mundo en el que la naturaleza cumple su propósito y el esfuerzo humano se eleva. (Ver Maimónides sobre Sanedrín 10:1 y Shabat 30b).
En apenas 200 años, el mundo ha cambiado más que en los 2.000 anteriores. Llevamos acceso a la Torá global en nuestros bolsillos. Satélites y drones rastrean movimientos en vivo. La inteligencia artificial procesa complejidad al instante. La tecnología blockchain ofrece confianza más allá de las instituciones. Los viajes espaciales rompen barreras. Estas son señales. Ya tenemos las herramientas para acabar con el hambre, liberar a las personas de la rutina y acercar la justicia. Esto no es sólo progreso, es el andamiaje de la redención. Entonces, ¿por qué no ha ocurrido?
Porque tener herramientas no es lo mismo que estar alineados.
El lucro distorsiona la atención médica. Los medios de comunicación tuercen la verdad. Incluso la ciencia se politiza. El mundo está equipado, pero las personas no lo están. Aun así, las grietas se hacen visibles. La corrupción aflora. Las instituciones tiemblan. Parece que algo más profundo está comenzando a desmoronarse.
La era mesiánica describe una transformación en la que la humanidad se alinea lo suficiente como para apoyar a un líder judío sabio y justo que unifica al mundo alrededor de la verdad, basada en la sabiduría y los valores judíos. Su fuerza reside en una claridad moral decisiva: saber cuándo contenerse y cuándo actuar. En un mundo dividido entre agresión y confusión, él despierta incluso a las naciones endurecidas hacia una claridad, propósito y juicio que ya no pueden ignorar.
Maimónides nos da un criterio claro: si surge un líder judío, descendiente del Rey David, devoto de la Torá y las mitzvot, que restaura la ley y reúne al pueblo judío en su tierra, lo consideramos un posible Mesías. Si además reconstruye el Templo en Jerusalem, entonces su identidad es segura. (Ver Maimónides, Leyes de los Reyes, capítulos 11 y 12).
La era mesiánica trata del despertar del mundo. Las ilusiones se desvanecen y la humanidad ve lo Divino en todo.
Esa clase de liderazgo no aparece de la nada. Un pueblo fracturado no puede sostener un liderazgo trascendente, del mismo modo que ninguna empresa puede atraer a un verdadero director ejecutivo sin antes definir su misión. Hasta que no reconozcamos lo que nos falta, no podremos prepararnos para recibirlo.
Y cuando el rol está listo y el pueblo alineado, ocurre algo más profundo. La era mesiánica no se trata sólo de un líder, sino del despertar del mundo. Las ilusiones se desvanecen. La humanidad ve lo Divino en todo. El sentido de la vida no se debate, se vive. Y comienza la era de la consciencia; no sólo de abundancia, sino de asombro.
Durante casi 2.000 años, el retorno judío a Sion fue una plegaria. Hoy, se está convirtiendo en realidad.
En 1948, Israel renació, tal como lo predijo Isaías: “Reunirá a los dispersos de Israel de los cuatro extremos de la tierra” (Isaías 11:12). En las décadas siguientes, los judíos regresaron de tierras árabes, de Etiopía, de Irán y de la ex Unión Soviética.
Hoy viven en Israel más de 7 millones de judíos... Y desde el 7 de octubre, el movimiento no se ha detenido. Algunos vienen a proteger, otros a construir. Muchos ven este cambio demográfico como espiritualmente significativo, en línea con la tradición que sostiene que cuando la mayoría de los judíos vivan en la Tierra de Israel, comenzarán a manifestarse las condiciones para una redención natural.
El estudio de Torá, antes ligado a comunidades físicas, ahora se esparce por todo el mundo. Lo que antes parecían sueños, ahora es real: un pueblo reunido, un idioma revivido, una antigua sabiduría renacida y digitalizada.
En la tradición judía, la guerra de Gog y Magog se refiere a una agitación global previa a la era mesiánica. Algunos la ven como un enfrentamiento físico; otros, como un colapso de los sistemas morales.
El Jafetz Jaim, un venerado sabio judío del siglo XIX–XX, conocido por sus enseñanzas sobre la integridad personal y el habla ética, advirtió que la guerra final no sólo se libraría con armas, sino con ideologías.
El Talmud (Sanedrín 97a) describe esa generación: “La verdad estará ausente… el rostro de la generación será como el rostro de un perro… quienes teman al pecado serán despreciados”.
El Midrash nombra a Persia, actual Irán, como una pieza central en la confrontación final. Hoy, eso suena escalofriantemente real.
Como un perro que corre al frente pero constantemente mira hacia atrás para ver hacia dónde va su dueño, nuestros líderes aparentan liderar, pero en realidad van mirando qué opina la multitud. Esto se siente actual en una época donde los valores se ponen a prueba con encuestas y la verdad se inclina ante las modas.
El Midrash nombra a Persia, actual Irán, como una pieza central en la confrontación final. Hoy, eso suena escalofriantemente real.
Los ojos del mundo siempre están sobre nosotros. A veces se siente como presión o como odio. Pero tal vez sea algo más profundo. Quizás, en el fondo, perciben que hay algo en el pueblo judío que están destinados a presenciar, e incluso a admirar. Algo noble, antiguo e inquebrantablemente verdadero.
El pueblo judío nunca estuvo destinado a mezclarse. Fuimos destinados a liderar, con claridad. A reflejar algo superior y ayudar al mundo a elevarse.
Este es el trabajo de nuestro tiempo: educar a nuestras familias con claridad, no con miedo. Vivir con coraje y dignidad incluso cuando no nos entienden. Infundir nuestros hogares, comunidades y decisiones con verdad.
No estamos viendo la historia. La estamos escribiendo.
La redención no está en el horizonte. Somos parte de ella.
Y la era ya ha comenzado.
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Yo considero que si es el inicio de la era mecánica, desde aquella ocasión que se presentó la pandemia, y del terrible acontecimiento del ataque el 7 de octubre a Israel perpetrado por Hamas, y ahora con la situación actual que estamos viviendo, sumado que casi todos los políticos del planeta son corruptos, avalando lo malo como bueno y lo bueno como malo, la legalidad del aborto, la legalidad de la homosexualidad , la legalidad del terrorismo en el planeta como sucede en México la protección del gobierno federal actual al crimen organizado, que para ellos el homicidio y desaparición de personas es indiferente, y el tráfico de drogas y personas es normal....si así es la maldad esta en su plenitud.