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Estos son los descendientes de Aharón y Moshé… Nadab, Abihu, Elazar e Itamar (Números 3:1-2)
Rashi resalta que aunque la Torá menciona sólo a los hijos de Aharón, ellos son considerados también como los hijos de Moshé, porque Moshé les enseñó Torá. Esto nos enseña que si alguien enseña Torá al hijo de otra persona, se lo considera como si le hubiera dado la vida.
Este es un principio importante que todo maestro de Torá debe tener presente. Debes tratar a cada niño que educas como si fuera tu propio hijo. Menos que eso, se considera que no estás cumpliendo con la obligación de un maestro de Torá.
Enseñar Torá no es lo mismo que enseñar materias seculares. Un profesor de materias seculares cumple con su responsabilidad cuando logra transmitir con éxito conocimientos a sus estudiantes. Un profesor dedicado que hizo un esfuerzo sincero por enseñar álgebra a sus alumnos, puede irse a casa con la conciencia tranquila y dormir en paz. El hecho de que uno o más de sus alumnos no hayan sido capaces de comprender la materia no lo perturba. Él no ha descuidado su obligación.
Pero no es así con alguien que enseña Torá. La Torá coloca una increíble responsabilidad en un maestro de Torá. Él debe considerar a cada niño como si fuera su propio hijo biológico. ¿Cómo se sentiría un padre si su hijo no aprende bien o si no se porta correctamente? La Torá nos dice que eso es lo que debe sentir un maestro de Torá. Debe hacer que el niño sea evaluado para descartar una posible dificultad de aprendizaje. Incluso debe tratar de investigar si puede haber algo en el ambiente hogareño que esté impidiéndole a ese niño aprender.
Si un maestro descubriera que su propio hijo fue humillado en una clase, se enfurecería. Si descubriera que el maestro de su hijo lo avergonzó en clase, se enojaría con ese maestro. Si supiera que el maestro de su hijo dedica la mayor parte de su atención a los estudiantes más brillantes y no trata de maximizar el potencial de su hijo, sin duda reaccionaría. Si su hijo fuera expulsado por mal comportamiento, investigaría qué ha sucedido y suplicaría que lo volvieran a admitir en la clase.
Los padres esperan que sus hijos los amen, tal como ellos aman a sus hijos. También los maestros deben amar a sus estudiantes y relacionarse con ellos de una manera que puedan ganarse su amor.
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