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Ideas de la parashá inspiradas en las enseñanzas de Rav Yaakov Weinberg zt''l.
Todos lo hemos dicho, o hemos escuchado a alguien decirlo: "Si Dios se presentara e hiciera un milagro, entonces creería en Él y le obedecería". Honestamente creemos que esa sería nuestra reacción si viéramos una maravilla o una señal del Cielo.
Pero… ¿sería así? La historia, incluyendo el episodio del Becerro de Oro de esta parashá, probó lo contrario.
Conocemos la historia del Becerro de Oro. El pueblo judío oyó hablar a Dios y recibió de Él la Torá, sin ningún intermediario. Dios también les informó que Moshé es Su fiel profeta y que todo lo que dijera en Su nombre debía ser aceptado como la palabra de Dios. A continuación, Moshé ascendió a la cima del Monte Sinaí para recibir todos los detalles de la Torá. Moshé les dijo que volvería en 40 días (ver Éxodo 24:12-18). Cuando, de acuerdo con su cálculo erróneo, pensaron que Moshé se demoró (ver Rashi 32:1), crearon la imagen de un Becerro de Oro y la adoraron.
Es poco probable que sus acciones hayan involucrado la adoración de ídolos. Más adelante en la historia judía, el idólatra rey Ierovam reintrodujo becerros de oro para la adoración judía. Incluso usó en referencia a los becerros la misma frase por la que los judíos del desierto fueron castigados con tanta severidad: “Estos son tus dioses, Israel, quienes te sacaron de la tierra de Egipto” (comparar Éxodo 32:4 con Reyes I 12:28). ¿Cómo es posible que los judíos hayan tolerado la instauración de becerros de oro como ídolos, cuando debían tener conciencia de los terribles castigos que resultaron del Becerro de Oro original?
Quizás podría racionalizarse el uso de otros ídolos, ¿pero hacer la misma imagen que causó una terrible destrucción a los judíos y pedirles que la adoraran? Esto no se entiende, salvo que el Becerro de Oro original no haya sido idolatría. Más bien el pecado fue utilizar una imagen como inspiración o foco para la plegaria y el servicio. Ierovam les dijo que los becerros de oro como símbolos o foco fueron inapropiados en la época del desierto, pero que no estaban prohibidos para todas las generaciones, porque no involucran idolatría real. Por supuesto, Ierovam se equivocó. Dios considera el uso de cualquier imagen como un derivado de la idolatría, incluso si su objetivo es mejorar el servicio Divino, y lo computa de esa forma.
Al leer la historia del Becerro de Oro es común preguntarse: ¿cómo pudieron los judíos cometer semejante trasgresión apenas 40 días después de haber recibido la Torá? ¿Acaso el impacto de escuchar a Dios no debería haber durado mucho más de 40 días? ¿Cómo es posible?
Para algunas personas, la rebelión de los judíos poco después de la Revelación en Sinaí prueba que la Torá no es verdad. Después de todo, si Dios realmente se presentó ante los judíos, ¿como pudieron pecar tan rápido? Debe ser que en realidad Dios no se les reveló como dice la Torá.
¿Como respondemos a esta acusación?
Piensa por un momento. Incluso si por el bien de la discusión queremos sugerir que Dios no es el autor de la Biblia, sino que fue escrita por un ser humano, debemos aceptar que este autor era muy perceptivo y que sabía mucho de psicología. Esto es tan cierto que, en toda la historia de la humanidad, nadie más fue capaz de escribir un libro que llegara a todos los corazones. Ningún libro fue traducido a tantos idiomas ni tuvo un efecto tan profundo en la humanidad. Entonces, si nosotros somos lo suficientemente inteligentes como para advertir que hay un problema de desconexión en que los judíos pecaran 40 días después de la Revelación en Sinaí, ¿cómo es posible que el autor de la Biblia no lo advirtiera?
En consecuencia, debemos admitir que ese fenómeno puede ocurrir. La revelación de Dios en el Sinaí puede ocurrir y las personas pueden ignorarla poco tiempo después.
¿Cuál es la razón de esto? ¿Cómo es posible que los seres humanos sean capaces de obviar una clara inspiración y la milagrosa aparición de Dios?
La respuesta es que somos resilientes tanto en un sentido positivo como en uno negativo. Puede ser que las experiencias que me tocaron y me conmovieron hoy duren un par de días, pero siempre pierden el efecto. Pude haber oído un discurso inspirador sobre el control del enojo, y realmente creer que de ahora en adelante lo controlaré. Pero todos sabemos que, una semana más tarde, el efecto del discurso se habrá perdido casi por completo.
¿Fuiste alguna vez al funeral de una persona joven? ¿No partiste del funeral jurando valorar más la vida y seguro de que les dirías a tus seres queridos cuánto los quieres todos los días, por el resto de la vida? Sin embargo, generalmente nuestras decisiones no duran más de uno o dos días. Por supuesto, esta tendencia aplica también en un sentido positivo. Somos capaces de recomponernos de inmediato de experiencias negativas. Pero nuestra elasticidad emocional nos ataca cada vez que buscamos mantener la inspiración y el crecimiento. Podemos llamarle a esto el síndrome de “lo que vivimos en los últimos tiempos”.
Este síndrome destruye incluso el impacto de los eventos milagrosos. No es cierto que “si Dios se me apareciera e hiciera un milagro, entonces creería en Él y le obedecería”. Por desgracia, por lo general el estímulo espiritual no dura. Eliahu Hanaví nos enseña esto de la manera más concisa.
En Reyes I, Capítulos 18-19 (Haftará de Ki Tisá), Eliahu desafió al idólatra rey Ajav a una competencia que tendría lugar frente a todo el pueblo. Los idólatras y falsos profetas del ídolo Báal, le ofrecerían sacrificios y le rezarían a Báal, mientras que Eliahu ofrecería sacrificios y le rezaría a Dios. Quien respondiera con un fuego que consumiera el sacrificio sería aceptado como el verdadero Dios.
Esta propuesta fue aceptada y descendió un fuego que consumió sólo el sacrificio de Eliahu, no el de los hombres de Báal. Todos los presentes vieron esto y proclamaron: "¡Hashem, Él es Dios! ¡Hashem, Él es Dios!" (Reyes I 18:39) (Esta es la frase con la que terminamos el servicio de plegarias de Iom Kipur). Luego Eliahu destruyó a los falsos profetas de Báal. Eliahu también trajo una lluvia milagrosa que puso fin a una prolongada sequía.
El rey Ajav regresa totalmente abatido a su esposa, la reina Izebel, que era tan malvada como él. Aparentemente Eliahu los había derrotado, a ellos y a sus prácticas idólatras. El pueblo judío renunciaría al servicio al Báal para servirle sólo a Dios. ¡Eso amenazaba a todo el reino de Ajav e Izebel! Pero entonces ocurrió algo muy curioso. Con gran incoherencia, Izebel envía un mensajero para que le diga a Eliahu: “Mañana te mataré”. Eliahu recibe el mensaje, sale corriendo al desierto y está dispuesto a darse por vencido. Le pide a Dios que tome su alma. Quiere morir.
¿Qué está pasando? ¿Eliahu realmente creyó que Izebel lograría su objetivo? Izebel era el epítome del mal. Era obvio que Eliahu no podía esperar cambiar sus costumbres idolatras. Además, Eliahu había huido de ella durante toda su vida, sin renunciar jamás a su misión de erradicar la idolatría entre el pueblo judío. ¿Ahora quiere darse por vencido? ¿No acababa de hacer un milagro que transformó a toda la nación judía?
¿Y cómo podemos explicar el comportamiento de Izebel? ¿No se dio cuenta que todo estaba en su contra después de que Eliahu derrotara milagrosamente a los sacerdotes del Báal? Si realmente no le importaba la opinión pública, sino que simplemente quería asesinar a Eliahu porque era una molestia en su camino, ¿por qué no matarlo ese mismo día? ¿Por qué dijo que recién lo mataría “mañana”?
Es claro que Izebel no le envió a Eliahu un mensaje para advertirle que quería matarlo. Ese no era el mensaje. Más bien le estaba diciendo lo siguiente: "Eliahu, ¿crees que me has derrotado? Hiciste un gran milagro ante todos. Hoy no puedo tocarte. Pero MAÑANA te mataré, y a nadie le importará. El efecto de tu milagro sólo durará un día. Esa es la efectividad de tu milagro".
Eliahu creyó que la reacción de los judíos ante su milagro monumental sería un cambio grandioso. Se dirigió al alma nacional judía y sintió que, finalmente, se arrepentirían como resultado de su milagro. Pero al oír el mensaje de Izebel, Eliahu comprendió que su análisis de la situación era más acertado que el de él. La reacción ante este nuevo milagro no sería diferente a lo que ocurrió siempre. La fuerza y la inspiración de los milagros no dura permanentemente. Sí, Izebel tenía razón. Por eso Eliahu quiso renunciar, porque sintió que ya no podía hacer nada para ayudar a transformar al pueblo judío.
Creemos que si el mundo viera milagros sería un mundo diferente. Pero no es así. Sería exactamente el mismo mundo. Los milagros no cambian a las personas. Seguimos teniendo la capacidad de rebelarnos y pecar poco después, cuando los efectos del milagro desvanecen.
El judaísmo no se basa en milagros. Maimónides escribe (Mishná Torá, Iesodei HaTorá, Capítulo 8) que Moshé no hizo milagros para probar la verdad de su profecía. Él (como mensajero de Dios) sacó agua de una roca porque los judíos tenían sed. Hizo bajar el maná del cielo porque tenían hambre, etc. Creemos en la verdad de la Torá sólo porque Dios apareció en el Monte Sinaí y nos dijo que es verdadera.
Sabemos que la inspiración se desvanece. Sabemos que las emociones que sentimos después de cada atentado terrorista se pierden. Pero de todas maneras deseamos lograr algo permanente cuando nos vemos inspirados a cambiar. No queremos desperdiciar la inspiración. ¿Qué podemos hacer?
Aquí hay una clave. Cuando nos vemos motivados a cambiar, debemos pensar en un área pequeña en la cual podamos crecer. Si nos proponemos algo demasiado drástico y abrumador, seguramente fracasaremos. Deberíamos tomar, por ejemplo, el área de la plegaria, y comprometernos a recitar una sección breve que nunca antes dijimos. O podemos elegir el área del estudio de Torá y estudiar unos minutos más por día. Podemos decidir hacer un nuevo acto de jésed por día, o sólo sonreírle a una persona todos los días. Hay miles de cosas pequeñas que podemos hacer para producir un cambio sutil. Por supuesto, el objetivo a largo plazo es aumentar la cantidad y el nivel del cambio, pero sólo lograremos cambiar si comenzamos de a poco (ver “Ve despacio” y “Actúa y no sólo reacciones”)
Entonces, cuando ocurra el próximo evento inspirador en nuestra vida, sabremos qué hacer. Nunca esperes que la inspiración dure.
Haz sólo un cambio pequeño. En toda una vida, esas decenas y decenas de cambios producirán la transformación que estamos buscando.
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