Los nombres de Dios

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Explorando el significado de los dos nombres más esenciales de Dios: Un extracto del nuevo libro de Rav Noson Weisz, PrayerWorks.

Uno de los aspectos más complicados del libro de rezos judío es la cantidad de nombres de Dios que puedes encontrar. ¿Por qué hacen falta tantos nombres? ¿Están puestos aleatoriamente o hay una relación entre el contexto en que aparece el nombre y el nombre seleccionado? El siguiente extracto del nuevo libro de Rav Weisz, PrayerWorks: How The Words of Prayer Move the World (“El Rezo Funciona: Como las Palabras de Rezo Mueven el Mundo”, sitio en inglés), examina parte de este asunto.

Los Nombres de Dios

¿Qué involucra un nombre? Por lo general, un nombre encapsula nuestro conocimiento de la persona o de la entidad que está siendo nombrada. Si conoces bien a "Jorge", y él es amigable, alto, pelirrojo y tiene unos 30 años, entonces el nombre Jorge te transmite todo ese conocimiento. Cuando alguien te dice: "Vi a Jorge hoy", no te lo tiene que describir; el nombre en sí mismo conlleva los muchos rasgos que tú asocias con Jorge.

Sin embargo, en nuestra relación con Dios el Nombre no es el resumen de todo lo que conocemos, sino que es la fuente de todo lo que conocemos. Dios es tan distante de todo marco de referencia con el que nosotros, como seres humanos, podemos relacionarnos, que al final de cuentas Su naturaleza nos resulta absolutamente misteriosa. El hombre, siendo finito, no puede conceptualizar al Dios infinito, eterno e incorpóreo.

No podemos cumplir nuestro propósito en la tierra sin establecer una relación con Dios, y es imposible relacionarnos con un misterio. Para resolver este problema Dios nos dio Sus nombres. Ninguno de esos nombres fue hecho por el hombre; son términos que Dios usa para describirse a Sí mismo en la Torá. Y son una interfaz de fácil uso que elimina el misterio y nos permite relacionarnos con Dios de formas que nos resulten familiares a partir de nuestras relaciones cotidianas. Habiendo dicho eso, ¿implica esto que, en realidad, los nombres no tienen nada que ver con Dios y que se nos dieron como una especie de sustituto para lo verdaderamente auténtico?

Una buena metáfora para entender esto es imaginar a una persona reuniéndose con el Presidente. El visitante, privilegiado por tener un acceso tan personal, se encontrará sentado literalmente cara a cara con el Presidente, y aún así apenas podrá percibir sólo una pizca de su verdadera personalidad. A partir de este breve y preparado encuentro, no podrá determinar si el Presidente es amable o duro, caritativo o avaro, perspicaz o tosco. El encuentro será demasiado breve y controlado para otorgar una imagen precisa.

Sus nombres son Su oficina – el lugar en donde nos cruzamos con Su camino y obtenemos una leve idea de Su esencia.

De la misma forma, cuando interactuamos con Dios por medio de Sus nombres, es en realidad con Dios Mismo que nos estamos conectando, pero sólo podemos encontrarlo en, por decir de alguna manera, Su oficina. Sus nombres son Su oficina – el lugar en donde nos cruzamos con Su camino y obtenemos una leve idea de Su esencia.

Los dos nombres más importantes, que nos fueron enseñados por Dios en la Torá, son los nombres mencionados en el primer versículo del ShemáElokim e IHVH, o el Shem.

Elokim: El Nombre de Poder

El Shulján Aruj dice que cuando nos referimos a Dios como "Todopoderoso", estamos utilizando la traducción al español del nombre Elokim (Oraj Jaim 5). Pero debemos esforzarnos un poco para entender la implicancia del nombre “Todopoderoso” para poder beneficiarnos en términos de la relación. Expresemos primero a qué nos referimos cuando decimos Todopoderoso y luego lo explicaremos. Por medio de este nombre reconocemos que Dios no sólo es el Creador, sino el Amo de todo el poder y la energía del universo.

¿Qué significa esto en español? En su libro, Nefesh Hajaim, Rav Jaim de Volozhin explica cómo entender el poder de Dios en relación al nuestro: Los seres humanos pueden ser creadores; por ejemplo, un hombre puede crear un inmenso edificio. Sin embargo, una vez que termina su creación, ésta puede existir sin su creador. El edificio – salvo circunstancias inusuales – seguirá existiendo mucho tiempo después de que sus arquitectos y personal de construcción hayan desaparecido de este mundo. Incluso un niño – una vez creado y traído a la vida por sus padres – puede existir independientemente de ellos.

Por otro lado, Elokim crea, pero Sus creaciones no tienen una existencia independiente más allá de Él. Él es el poder que no sólo los trae a la existencia, sino que también les permite continuar existiendo.

Como ilustración de esta idea, imagina un vaso suspendido en el aire. Si la fuerza que mantiene el vaso en el aire es retirada, el vaso caerá a la tierra y se estrellará al ser llevado por la gravedad de vuelta a su estado natural. La creación del Todopoderoso – todo el universo y todo lo que hay en él – es exactamente como este vaso suspendido. Sin la mano del Todopoderoso sustentando constantemente el vaso de la existencia, la realidad que Él creó simplemente se desvanecería, dejando en su lugar la nada que precedió a la Creación.

En el relato de la Creación de la Torá (Génesis 1), el Todopoderoso es referido como Elokim 32 veces. De hecho, ningún otro nombre sagrado aparece en todo el capítulo. El número 32 corresponde al valor numérico de la palabra hebrea para corazón – lev­. Esta correlación enseña que el rol de Elokim en la creación es como el rol del corazón en un ser humano. El pulso del poder de Elokim mantiene a la creación en existencia al igual que el constante latir de nuestros corazones nos mantienen con vida. En referencia a Su rol como autor, planificador y continua fuente de poder de toda la existencia, Dios es llamado Elokim.

Tzelem Elokim: La Imagen de Dios

Todo el mundo está familiarizado con la idea de que el hombre fue creado a imagen de Dios. Sin embargo, la Torá es más específica, porque no es a Dios en general a quien el hombre se parece, sino a Dios en su rol de Elokim. En otras palabras, al ser creados como "tzelem Elokim", de alguna manera formamos parte en la provisión del continuo flujo de energía sustentadora que Elokim provee a la creación.

Dios ha puesto en las manos de la humanidad la llave que regula el flujo de poder de Elokim en el universo.

¿Qué rol podría jugar el hombre en el flujo de este poder exclusivamente Divino? El hombre es tzelem Elokim porque Dios ha puesto en sus manos la llave que regula el flujo de poder de Elokim en el universo. Pese a que el hombre no puede producir el poder, sí puede influir en su cantidad, intensidad y brillo. Por medio de su influencia, el mundo puede estar lleno de energía Divina, o cubierto por un estado de sombría oscuridad.

Son las decisiones de libre albedrío de las personas las que regulan el flujo de poder de Elokim en el mundo. Las palabras que elegimos decir, las acciones que elegimos hacer y las cosas que elegimos pensar actúan disminuyendo o intensificando la fuerza con la que se expresa en nuestro mundo el poder sustentador de Dios.

La electricidad es una excelente metáfora para visualizar el proceso: Cuando encendemos o apagamos las luces, lo único que estamos haciendo en realidad es abrir o cerrar el circuito que permite que los electrones fluyan por el conductor. Sin embargo, nosotros consideramos que somos los creadores de la corriente. Asimismo, nosotros controlamos la calidad de la existencia en el universo por medio de nuestras acciones.

La palabra Elokim y la palabra hebrea hateva, que significa "naturaleza", tienen el mismo valor numérico: 86. De acuerdo al pensamiento judío, la naturaleza incluye todos los fenómenos que fueron creados en los siete días de creación descritos en Génesis 1, tanto física como metafísicamente. Todo el universo y lo que hay en él es impulsado por el nombre Elokim. El poder de Elokim que sustenta al universo emana desde una fuente, el Todopoderoso, y baja hacia la naturaleza usando al hombre como conducto. El hombre es el interruptor que permite que la energía fluya.

El Nombre: IHVH

Pero la naturaleza tiene reglas bastante fijas y sus leyes no parecen tener la capacidad de tolerar la flexibilidad que la plegaria asume, ya que toda plegaria constituye en realidad un pedido de que el mundo cambie sólo para mí. Para explicar los supuestos sobre nuestra relación con Dios que están implicados en la plegaria, debemos aprender a relacionarnos con otro nombre de Dios: IHVH.

De acuerdo a la tradición judía, IHVH es el nombre personal de Dios, por decir de alguna forma, en contraste al nombre Elokim, que se refiere al Todopoderoso en términos de a las funciones presidenciales de Su oficina. Las descripciones de los sentimientos, los rasgos de carácter y las motivaciones del Todopoderoso siempre son asociadas con el nombre IHVH y nunca con el nombre Elokim. Literalmente, el Shem identifica a Dios como independiente del tiempo y como la fuente de toda la existencia. El Shulján Aruj (ibíd.) lo traduce así: "Él fue, es y será –el autor de toda existencia". Es la fuente de todo –pasado, presente y futuro.

Cada incremento de existencia es producido separadamente por Dios.

¿Qué es lo que este nombre nos enseña sobre la naturaleza de la conexión de Dios con el universo? Como mencionamos, toda la existencia es sólo una manifestación de la energía que es emitida constantemente por Dios, en cada momento. Esa energía no tiene un ímpetu propio. No es como una pelota que es tirada en una dirección y continúa viajando en ella hasta que algo la detenga. No hay un continuo entre un momento y el siguiente. Cada pequeño incremento de existencia es producido separadamente por Dios; cada uno es un paquete único y discreto de existencia, independiente de lo que sea que lo haya precedido.

Nosotros percibimos esos incrementos como un flujo a lo largo de la línea de tiempo. Percibimos causa y efecto en la forma en que Dios une estos momentos uno con el siguiente, pero en realidad, el universo que percibimos como fijo y no cambiante es más parecido a una película –una serie de imágenes quietas, puestas juntas y siendo hechas pasar frente a nuestros ojos demasiado rápido como para que podamos distinguir las imágenes individuales. En realidad, Dios está constantemente renovando la existencia; un nanosegundo de existencia no tiene una conexión causal con el siguiente.

Por ejemplo, si una persona se agacha para ponerse los zapatos, completa la tarea, y luego se pone de pie con los zapatos puestos, nosotros percibiremos el agacharse y ponerse los zapatos como la causa por la que ahora está con los zapatos puestos. Sin embargo, desde la perspectiva Divina, cada uno de esos movimientos fue una expresión separada de Su voluntad, y la única razón por la que el hombre está usando zapatos es porque Dios quiso que eso ocurriese en ese momento.

En otras palabras, nada tiene que pasar como resultado de una ocurrencia previa. El hombre podría haber estado peinándose el cabello y luego aparecer con los zapatos puestos. Si hubiésemos atestiguado eso, concluiríamos que la causa –peinarse el cabello- lleva al efecto –aparecen zapatos en los pies.

Tal como una película puede ser empalmada en muchas formas diferentes de acuerdo al antojo de su editor, asimismo Dios puede empalmar la realidad de muchas formas diferentes. En el caso de la película, la audiencia percibe el flujo ordenado por el editor como la película real. De la misma forma, sin importar cómo el Gran Editor acomode los eventos, nosotros los vemos como una progresión continua del pasado al futuro. Lo que sea que veamos, lo interpretamos como causa y efecto.

La dimensión que IHVH trae a nuestra relación con Dios surge de esta trascendencia del tiempo. Mientras que Elokim representa un sistema de leyes que permanece relativamente estable, proveyéndonos sólo con la capacidad para influenciar su intensidad, IHVH es totalmente interactivo con nosotros cada momento. Dios empalma los momentos de nuestra existencia como Él cree que corresponde hacer, en el orden o forma que Él elije hacerlo. Nosotros, los observadores, asumimos automáticamente que esto procede de acuerdo a las invariables leyes de la naturaleza, causa y efecto; pero esta asunción es sólo un medio por el cual nuestras mentes entienden la realidad, y no una descripción precisa de la realidad misma.

La Necesidad de una Pantalla

Imagina que tu corazón, en lugar de funcionar involuntariamente, requiriera la participación activa de otra persona para funcionar; minuto a minuto, el operador debería hacerlo bombear. Si este fuera el caso, sentirías que tu vida pende de un hilo en cada momento, porque si el operador llegara a olvidar hacer su trabajo, o se quedara dormido, morirías. Bajo estas circunstancias sería imposible funcionar.

Los corazones laten, los pulmones respiran, los estómagos digieren, los cerebros dirigen los circuitos del cuerpo, y todo esto es sin el esfuerzo directo de nadie. Tener a otra persona a cargo de nuestra supervivencia física en cada momento pondría sobre nosotros un estrés intolerable. En el mundo espiritual ocurre lo mismo. Si fuésemos conscientes de la voluntad Divina que dirige nuestras vidas cada momento, nos sentiríamos como marionetas indefensas, conscientes todo el tiempo de que nuestro Amo es quien maneja los hilos. Para que podamos funcionar, no podemos sentir todo el tiempo nuestra vulnerabilidad al control de Dios sobre nuestras vidas.

El mundo natural, representado por el nombre Elokim, provee una pantalla protectora mediante la que el hombre puede lograr una consciencia de Dios.

Es por esto que, de acuerdo a los comentaristas, no podemos interactuar con el aspecto de Dios IHVH de forma directa. La consciencia de Su Presencia en este nivel es demasiado abrumadora; bajo esta intensa luz, perderíamos la consciencia de nosotros mismos como entidades separadas de Dios, porque sería claro para nosotros que no hay nada más fuera de Él. Eso dejaría a la Creación Divina vacía de toda inteligencia que pudiera apreciarla, frustrando así su propósito.

Dios deseaba que el hombre pudiese percibir exitosamente a su Creador sin sentirse abrumado. El mundo natural, representado por el nombre Elokim, provee una pantalla protectora mediante la cual el hombre puede lograr esta consciencia. Si no fuese por ella, no podríamos sobrevivir el interactuar con el Shem.

El Rey David declara (Salmos 84:12): "IHVH Elokim es como el sol y un escudo". El Tania (Cap. 4) explica que tal como es imposible mirar directamente al sol sin quedar ciego, es imposible interactuar directamente con el Shem IHVH y sobrevivir como entidades separadas de Él. Para poder mirar al sol, debemos hacerlo mediante una gruesa pantalla que protege nuestros ojos de los rayos ultravioletas. Para lograr ese mismo objetivo protector en un nivel espiritual, Dios insertó la realidad descrita por el nombre Elokim entre el Shem y nosotros.

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