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Es parte de la razón por la que sólo el 26% de los judíos estadounidenses cree en Dios.
Los resultados recientemente publicados de una encuesta sobre sermones en las sinagogas estadounidenses revelaron lo que todo asistente habitual ya sabía: la mayoría de los sermones se centran en política e Israel. La encuesta, realizada por el Jewish People Policy Institute, utilizó IA para analizar 4.400 sermones pronunciados en 34 sinagogas reformistas, conservadoras y ortodoxas modernas entre octubre del 2021 y octubre del 2024. Incluso antes de que Hamás atacara a Israel el 7 de octubre del 2023, aproximadamente la mitad de los sermones, en todas las denominaciones, se centraban en política.
Crecí en una congregación conservadora en los suburbios de Nueva Jersey, por lo que la trayectoria de mi vida se vio impulsada por este fenómeno. Nuestra familia estaba devotamente dedicada a la sinagoga. Iba a los servicios todos los viernes por la noche y los sábados por la mañana. Fui presidenta del grupo juvenil de nuestra sinagoga y formé parte de la Junta Juvenil Nacional.
El punto cumbre de los servicios de Shabat, que aliviaba el aburrimiento de las plegarias previas y de la lectura de la Torá posterior, era el sermón del rabino. Un orador pulido, el rabino hablaba de política, antisemitismo o Israel, con algún sermón ocasional sobre la psicología de moda. Dios nunca era mencionado.
Mis muchos años de escuela hebrea no me enseñaron nada sobre el concepto judío de Dios.
Siendo innatamente espiritual, yo sabía que Dios existía. Sin embargo, mis muchos años en la escuela hebrea, a la que asistí hasta los 18 años, no me enseñaron nada sobre el concepto judío de Dios. Dios era como nuestros parientes lejanos en Haifa. Sabía que existían, pero no tenía ninguna relación con ellos.
Entonces, cuando estaba en segundo año en la Universidad de Brandeis, tuve una epifanía. Era el año 1968, cuando el 80% de los estudiantes eran judíos. Vi un cartel que anunciaba un panel de discusión sobre Dios en la Unión de Estudiantes. Los cuatro profesores en el panel, todos judíos, incluían al estimado Dr. Abraham Maslow, fundador de la Psicología Humanista, a quien yo adoraba. La conclusión unánime del panel fue lo que llamaban un “concepto humanista de Dios”, es decir, la mejor parte de cada ser humano. En cuanto al Dios trascendente y sobrenatural del judaísmo, lo descartaron de plano.
Estaba emocionada de tener finalmente un concepto de Dios. El Dios humanista era intelectualmente coherente, respaldaba mi sistema de valores y no hacía demandas sobre mi comportamiento. Era suficiente para mí, pero aparentemente no era suficiente para Dios, porque entonces Dios orquestó el camino de mi vida para llevarme a una relación real con Él.
Para mi tercer año de universidad, quería ir al extranjero. Japón era mi primera opción, pero el año escolar japonés no sincronizaba con el calendario estadounidense. Francia era mi segunda opción, pero sólo aceptaban a estudiantes de francés, y yo estudiaba psicología.
Al recorrer desanimada los folletos en la oficina de Estudios en el Extranjero, noté el programa “Año Universitario en India”, de la Universidad de Wisconsin. Aceptaba solicitantes de todas las universidades y de todas las carreras. Envié mi solicitud.
A fines de los años 60, la fascinación de Occidente por la espiritualidad oriental apenas comenzaba. Uno de mis profesores de psicología, James Klee, me había dado una tutoría privada sobre el Bhagavad Gita. Estaba dispuesta a aprender más. Me aceptaron en el programa y en septiembre de 1968 llegué a Varanasi como estudiante del departamento de filosofía de la Universidad Hindú de Benarés.
Durante la orientación de verano, el programa había intentado prepararnos para el choque cultural: no había agua caliente de las canillas, los inodoros eran agujeros en el piso flanqueados por dos reposapiés de porcelana, y el agua sólo podía beberse después de insertar tabletas de yodo.
Mi mayor choque cultural fue encontrarme en una sociedad impregnada de Dios.
Sin embargo, mi mayor choque cultural fue encontrarme en una sociedad impregnada de Dios. Cada 20 metros había un templo, o al menos un santuario. El centro de cada hogar era un santuario para la deidad elegida de la familia. Nadie entraba ni salía de la casa sin inclinarse ante la deidad.
Lo más sorprendente de todo era que todos mis profesores, además del padre de mi amigo Mittoo, que era científico, creían en Dios. No una creencia de los labios para afuera, sino una relación amorosa e íntima con su deidad elegida. Dios importaba. Más que la política. Más que la psicología.
Mientras más estudiaba la filosofía vedanta y más conversaciones tenía con estos creyentes intelectuales y apasionados, el Dios indefinido, invisible y en gran parte irrelevante de mi sinagoga conservadora fue reemplazado en mi mente por una presencia tangible, amorosa y sobrenatural que impregnaba la vida cotidiana.
La conciencia de Dios se convirtió en el objetivo de mi vida. Después de un año en India, regresé a Brandeis y terminé mi carrera. Al día siguiente de graduarme, me uní a un ashram vedanta en los bosques de Massachusetts, dirigido por una gurú india. Pasé allí los siguientes 15 años como miembro monástico.
Vedanta es una filosofía universalista que enseña que todas las religiones son caminos igualmente válidos hacia Dios. Por lo tanto, nuestro ashram rutinariamente invitaba a oradores de otras religiones. Nuestro representante habitual del judaísmo era un rabino de "Renovación Judía" que hablaba más de sufismo que de judaísmo.
Una mujer hindú que vivía en el ashram era asistente de Elie Wiesel en la Universidad de Boston. A través de él, conoció a Rav Joseph Polak, un rabino ortodoxo que dirigía Hilel en la Universidad de Boston. En noviembre de 1984, invitamos a Rav Polak a hablar sobre el judaísmo en el ashram.
Yo había asistido a los servicios de la sinagoga todos los viernes por la noche y los sábados por la mañana. El rabino nunca había hablado de Dios.
Rav Polak vino y habló sobre “Amar a Dios hasta la locura”, citando a Maimónides. Yo no podía creerlo. Sabía que Maimónides era un importante y reconocido pensador judío, no una figura marginal. Pero… ¿qué tenía que ver el amor a Dios con el judaísmo? Yo había asistido a los servicios de la sinagoga todos los viernes por la noche y los sábados por la mañana. El rabino nunca había hablado de Dios.
Las palabras “amor a Dios” nunca se pronunciaron desde el púlpito de nuestra sinagoga, eso lo podía garantizar. Sin embargo, aquí estaba este rabino ortodoxo hablando del amor a Dios como una dimensión central del judaísmo.
Ocho meses después había dejado el ashram y estaba estudiando Torá en Jerusalem.
Mientras vivía en el ashram, iba a casa a visitar a mis padres dos veces al año. Durante esas visitas, los acompañaba a la sinagoga para los servicios del viernes por la noche. Era una gran sinagoga, con un enorme santuario principal. Después de uno de esos servicios, con su típico sermón sobre política, confronté al rabino.
—¿Por qué nunca habla de Dios?
—¿Notaste cuántas personas había esta noche? —me respondió.
—Sí, el lugar estaba lleno.
Su réplica me dejó atónita:
—¿Cuántas personas crees que vendrían si hablara de Dios?
¿Podía ser cierto? ¿Los judíos están tan desinteresados en Dios?
Un estudio de Pew titulado “Judíos estadounidenses en 2020” reveló que sólo el 26% de los adultos judíos en los Estados Unidos creen en Dios tal como se describe en la Biblia, en comparación con el 80% de los cristianos y el 56% de los adultos estadounidenses en general. Alrededor del 50% de los judíos dicen que creen en alguna otra fuerza espiritual o poder superior en lugar del Dios descrito en la Biblia. Un 22% de los judíos dicen que no creen en ningún tipo de poder superior o fuerza espiritual, en comparación con sólo el 10% de los no judíos estadounidenses.
¿Por qué tan pocos judíos creen en Dios?
Tengo mi propia teoría. (Siéntete libre de publicar tus propias respuestas en la sección de comentarios). En Brandeis, mis profesores judíos no creían en Dios. En India, todos los profesores igualmente intelectuales creían en Dios, porque en India puedes creer en Dios y hacer lo que quieras. (Existen principios éticos llamados yama y niyama, pero no son obligatorios). Pero en el judaísmo, Dios da mandamientos, muchos mandamientos, como “No cometer adulterio, no robar, cuidar la santidad del Shabat, no comer mariscos”.
En el judaísmo, Dios da mandamientos, muchos mandamientos. Así que si quieres comer camarones o cometer adulterio, tienes que deshacerte de Dios.
Así que si quieres comer camarones o cometer adulterio (no necesariamente en ese orden), tienes que deshacerte de Dios.
Cuando Dios se reveló en el Monte Sinaí a toda la nación judía, lo hizo dando los Diez Mandamientos. La declaración implícita fue: Si quieres conectarte conmigo, transfórmate haciendo Mi voluntad.
El libro de Ross Douthat, columnista del New York Times, Believe: Why Everyone Should Be Religious se convirtió en un bestseller de inmediato. El libro presenta razones científicas y racionales para creer en Dios. En una entrevista con Bari Weiss, Douthat, un católico devoto, dijo algo que me hizo reír. Él explicó que un obstáculo para creer es que la práctica religiosa es difícil. Como ejemplo, contó cómo esa mañana, durante la Cuaresma, no pudo hacerles un sándwich de carne a sus hijos.
¿No comer carne durante 40 días? ¿Eso es difícil? Prueba no comer NUNCA tocino, langosta, almejas o stroganoff de carne. Prueba cuidar la santidad del Shabat sin ir al cine los viernes por la noche. Prueba no empezar algo con tu secretaria joven y casada. No es de extrañar que tan pocos judíos crean en el Dios de la Biblia.
Sin embargo, la paradoja de los mandamientos del judaísmo es que son el medio mismo para crear una relación amorosa con el Dios infinito. Los dos mandamientos fundamentales de la Torá son:
En India, uno muestra amor por su deidad elegida ofreciendo flores, frutas o dulces al ídolo. En el judaísmo, uno muestra amor por Dios cumpliendo las mitzvot.
Así como muestro mi amor por mi esposo dándole lo que quiere para su cumpleaños, muestro mi amor por Dios haciendo Su voluntad. ¿No quieres que coma helado de postre durante una comida de carne? Está bien, puedo esperar por el Bourbon Praline Pecan porque te amo. Cada mitzvá (encender las velas de Shabat, desconectarse de los aparatos electrónicos aunque sea por unas horas en Shabat, dar caridad, llamar a tu madre) forja una relación con Aquel que lo ordenó.
De acuerdo con el judaísmo, creer en Dios e ignorar Su voluntad es como estar casado con un cónyuge que vive en otro continente y nunca se comunica salvo por mensaje de texto. Los judíos entienden que tener una relación con Dios implica cumplir (una por una, poco a poco) Sus mandamientos.
No es de extrañar que sea más fácil para el rabino hablar de política.
Pero ¿no es hora de que el 50% de los judíos que creen en “una fuerza espiritual o un poder superior en lugar del Dios descrito en la Biblia” empiecen a aprender quién es realmente el Dios del judaísmo?
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