Los tres errores más comunes de los padres

4 min de lectura

Y cómo dejar de cometerlos.

Estos son tres errores comunes que muchos padres cometemos y producen niños demasiado consentidos y malagradecidos.

1. La actitud de “mientras que estén felices”

Cuando pregunto: “¿Qué les gustaría para sus hijos?”, la respuesta más común que recibo es: solamente queremos que sean felices. Gran error.

La felicidad no es la meta. El objetivo del juego es desarrollar el carácter, la bondad, que lleguen a ser niños éticos y morales. Cuando lo único que deseamos es niños felices haremos cualquier cosa para evitar sus quejas, lágrimas y berrinches. Haremos excepciones a las reglas, ignoraremos el mejor juicio y miraremos para otro lado cuando se porten mal.

Estos son los padres que dejan de conversar cuando su hijo de 5 años entra en la habitación. Mientras hablan por teléfono permiten que los interrumpan constantemente. Cuando los niños son pequeños, los padres los llenan de golosinas y premios, cediendo fácilmente a sus molestias y quejas.

A medida que los niños crecen, nos volvemos reacios a pedirles que ayuden. Como no queremos enfrentar su enojo dejamos de guiarlos para que suden más, para que den más y hagan más por otras personas. Cuando enfrentan el desafío de demostrar bondad hacia aquellos con quienes ellos preferirían no estar, no participan o responden con comentarios sarcásticos.

La solución: deja de definir la buena educación como “niños felices”. Si tu hijo llora no significa que eres un mal padre. La respuesta a una vida feliz no son premios, juguetes o no experimentar nunca una incomodidad. El placer y la alegría llegan cuando hay un sentimiento de satisfacción. Aprender a estar satisfechos con lo que tenemos y agradecidos por lo que nos han dado, crea felicidad. Hacer sentir a los niños que ellos son el centro de nuestro universo desde el momento en que son pequeños, crea arrogancia

No tengas miedo de las lágrimas de los niños. Resuelve no ceder ante los berrinches porque te hacen sentir inseguro de ti mismo como padre. Permítele ver a tu hijo que otros pueden estar primero. No es el fin del mundo cuando tiene que estar incomodo o salir de su zona de confort. Estos son los momentos en los que se forma el carácter.

2. El padre que quiere darle “la mejor infancia del mundo”

Los padres que quieren darles a sus hijos todos los lujos y las experiencias que ellos nunca tuvieron de niños, a menudo exageran. Ellos consienten y miman. Se hace difícil poner límites. Los hijos se atoran con demasiada azúcar material. Pensando que están siendo excelentes padres, siguen extralimitándose. Los niños empiezan a sentir que esa es la forma en la que viven y dejan de valorarlo.

Hay niños de dos años con sus propios aparatos, niños con ropa de diseñadores famosos y adolescentes que tienen tarjetas de crédito sin límite. Vacaciones extravagantes, preadolescentes vistiendo ropa inapropiada y bar/bat mitzvás que desafían la imaginación, todo forma parte del paquete de “la mejor infancia del mundo”.

Cuando se les da demasiado, los niños se aburren fácilmente. Dejan de valorar. Los padres deben alimentar constantemente sus expectativas con más y mejor.

La solución: se consistente. Disciplina sabiamente. Crea límites y síguelos. No permitas que la insistencia de los niños te haga cruzar líneas con las que estás incómodo. Resuelve mirar las necesidades versus los deseos. Deja de consentir en exceso. Concéntrate más en el tiempo que pasan juntos y menos en las cosas que le das.

Los niños a los que se les da todo pierden su sensación de asombro. La magia de este universo, el asombro por este mundo increíble en el que vivimos, son emociones que nos ayudan a crecer. Cuando surge la monotonía porque “ya pasamos por eso”, perdemos la pasión. No hay nada que esperar. Todo es aburrido.

3. El padre que “arregla todo”

Hay niños que no pueden recoger sus propias cosas. Ellos pierden las tareas, olvidan libros y se quedan dormidos sin oír el despertador por la mañana a pesar de conversaciones y amenazas. Se levantan y preguntan dónde está su almuerzo, pero son completamente capaces de prepararlo solos.

Los padres salen corriendo a la escuela con libros olvidados en casa, escriben notas de excusa, llevan guantes al campo de béisbol y llaman al entrenador para demandar mejores posiciones en el equipo. Mientras su hijo está durmiendo, los padres están escribiendo en la computadora el reporte del libro que debe entregar por la mañana. Nunca sacan a pasear al perro que suplicaron que les regalen. La ropa está tirada hasta que mamá la cuelga. ¿Qué tiene de malo esta situación?

Estos niños no entienden el significado de las consecuencias. Ellos asumen que los padres siempre estarán ahí para remediar la situación. No se toman seriamente las responsabilidades Después de todo, si mamá y papá se ocuparán de eso, ¿por qué deben hacerlo?

Pero eso no es la vida real. En cierto punto el niño estará lejos de casa, deberá responder a una autoridad superior y ser un esposo o esposa y padre que deberá cuidar a otros. Estos niños no tienen la posibilidad de pararse sobre sus propios pies. Ellos cederán ante la presión de las fechas límite, al tener que alimentar a un bebé en medio de la noche y ante el estrés inherente a la vida y las relaciones. No ayudamos a nuestros hijos cuando intervenimos constantemente. De hecho, les estamos haciendo daño. Ellos no sabrán cómo manejar la vida real. Las decepciones se vuelven abrumadoras.

La solución: deja de arreglar todo. En cambio, ayuda a tu hijo a encontrar soluciones. Deja que tus hijos comentan errores, que experimenten fracasos y vean cómo ocurren las consecuencias naturales. Reconoce sus esfuerzos por ser mejores. Intenta no expresar impaciencia si ellos trabajan a un ritmo más lento o no siguen tu ritmo.

Da un paso atrás. Habla sobre horarios de estudio, reglas de la casa y cumplir las responsabilidades acordadas. Ser parte de una familia significa que todos tienen que contribuir y ayudar. No les permitas a los niños ser perezosos simplemente porque es más fácil hacerlo tú antes que perseguirlos. La responsabilidad lleva al respeto.

Padres, tengan la valentía de decir no. Comprendan que la felicidad viene de adentro. Permítanles a los niños sentir el sabor del éxito que se obtiene con trabajo duro y sudor. Verán que los niños que contribuyen más aprecian más las bendiciones de la vida y traen bondad a este mundo. 

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