¿Luchar o huir?

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Vaierá (Génesis 18-22 )

Hay momentos en los que nuestro mundo parece caerse en pedazos y por las mañanas no queremos levantarnos de la cama y enfrentar la realidad. La Torá presenta dos enfoques respecto a cómo se puede enfrentar un mundo que literalmente se hizo añicos, y nos enseña cómo podemos recoger los pedazos de nuestras propias vidas.

Después de que el Diluvio destruyera casi todo el mundo, "las aguas retrocedieron… la tierra se secó" (Génesis 8:13) y Nóaj vio desde su arca la devastación. Es difícil imaginar la desesperación que debe haber sentido Nóaj como el padre de la única familia que quedó en todo el mundo. Es posible que Nóaj se sintiera desconsolado por la tragedia humana o culpable por no haber intentado salvar a nadie de su generación. Su reacción fue típica: se quedó paralizado en su refugio seguro hasta el momento en que Dios le ordenó: "sal del arca" (8:16). Llama la atención que Nóaj, una persona recta en comparación a su generación (Rashi sobre 6:9), necesitara esperar el mandato en vez de saltar intuitivamente del arca apenas tuvo la oportunidad de reconstruir el mundo. "Nóaj hizo todo lo que Dios le ordenó" (6:22) y su primer acto independiente que quedó registrado fue que "se profanó a sí mismo y plantó una viña. Bebió del vino y se embriagó" (9:20-21). En medio de esa catástrofe global, Nóaj es la historia de un siervo que cumple obedientemente los mandatos explícitos de Dios, pero que carece de su propia brújula interna e intenta escaparse de las abrumadoras necesidades de un mundo destrozado. ¿Cuál era la forma de escaparse de la realidad? A través del alcohol.

Avancemos diez generaciones, hasta el momento de la destrucción inminente de Sodoma. Aunque Abraham no vivía en la ciudad, sintió una responsabilidad innata de prevenir la tragedia de una muerte masiva. Abraham invirtió todas sus fuerzas para tratar de salvar a los habitantes de la ciudad. ¡Incluso llegó a discutir con Dios! Él buscó todas las oportunidades posibles para salvar a la ciudad y preguntó: "¿También al justo destruirás junto con el malvado?" (18:23). Para su decepción, no logró salvar a la ciudad y Sodoma fue aniquilada. Aunque no en la misma escala que el Diluvio, la destrucción de Sodoma fue más severa, porque involucró "azufre y fuego" (19:24) que no sólo aniquiló a sus habitantes, sino que también destruyó "a toda la llanura… y a la hierba de la tierra" (19:24), sin dejar la oportunidad de que volviera a crecer.

Abraham, como Nóaj, enfrentó una destrucción completa. Mientras que el mundo externo de Nóaj se vio destrozado, su mundo personal se mantuvo intacto. En contraste, la conexión de Abraham con lo colectivo se entrelazó de forma inextricable con su mundo personal cuando trató de salvar la ciudad. No logró salvarla. Aunque la destrucción fue para Abraham un duro golpe personal, su reacción fue completamente diferente a la de Nóaj. Nóaj dudó en dejar el arca y después bebió para ahogar sus penas en un aturdimiento ebrio.

En cambio, ante el horror externo y la desesperación interna: "Abraham madrugó muy de mañana y fue al lugar donde había estado parado delante de Dios. Observó en dirección a Sodoma y Amorá… La humareda de la tierra subía como humareda de hornaza" (19:27-28). El Talmud cita estos versículos para enseñar que cuando dice que Abraham "estuvo parado" se refiere a que rezó (Brajot 26b). Abraham madrugó a la mañana siguiente a la destrucción de Sodoma y mientras el lugar todavía ardía, rezó de la misma forma que lo había hecho el día anterior y de la misma manera que lo haría al día siguiente. Abraham no tenía ninguna obligación de rezar. De hecho, él fue la primera persona que conectó a la plegaria con un momento fijo. Ante semejante destrucción, hubiera sido entendible que Abraham eligiera levantarse más tarde o incluso no rezar ese día. Pero Abraham personifica el compromiso más firme y consistente, y por eso rezó entre los restos cuando todavía salía de ellos humo.

Nuestro sistema nervioso autónomo desencadena respuestas instintivas ante cualquier estímulo, y su rama simpática nos hace luchar o huir cuando enfrentamos un peligro. En una vigésima de segundo aumenta nuestro ritmo cardíaco, nuestros músculos se tensan, las membranas mucosas se secan y nuestros ojos se dilatan para que podamos ver mejor, respirar con más facilidad y luchar más fuerte o huir más rápido. Otra reacción común ante circunstancias abrumadoras es quedarse paralizado.

Estas reacciones naturales instintivas ante experiencias estresantes también se extienden a situaciones en las que los tiempos de respuesta son más prolongados. Estas respuestas, si se repiten en múltiples situaciones, pueden convertirse en comportamientos aprendidos. Por ejemplo, uno puede sentirse impotente frente a situaciones dolorosas recurrentes y, después de experimentar una sensación repetida de falta de control sobre la situación personal, se puede desarrollar un "desamparo aprendido". Otros se vuelven más determinados cada vez que enfrentan una circunstancia determinada y cultivan un sentido de resiliencia, la capacidad de enfrentar las dificultades con más tenacidad. Las pruebas y dificultades a largo plazo nos ofrecen la oportunidad de cultivar nuestra capacidad de entrenar a nuestros instintos para responder.

La vida consiste en un torbellino de emociones y, a menudo, nos abofetea con circunstancias inesperadas y difíciles. Después del Diluvio, el primer acto independiente de Nóaj fue quedarse paralizado. Luego, cuando Dios lo alentó a salir del arca, entró en modo de "huida" y se escapó intoxicándose. En cambio, Abraham se levantó temprano para luchar contra la desesperación y enfrentar la destrucción concentrándose en las necesidades del mundo futuro. Estos dos personajes de la Biblia ejemplifican las respuestas instintivas de lucha, huida o parálisis que experimenta todo ser humano.

Después de cualquier estímulo, hay un breve momento durante el cual tenemos la posibilidad de elegir nuestra respuesta. En esa pausa cósmica momentánea, ¿elegiremos el camino de Nóaj, el enfoque más fácil y natural de escapar de la realidad? ¿O elegiremos seguir el modelo de nuestro patriarca Abraham, levantarnos temprano y seguir hacia adelante y hacia arriba para reconstruir un mundo mejor?

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