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Bereshit, 6:9: "Estas son las generaciones de Nóaj: Nóaj era un hombre justo (tzadik), puro (tamim) en su generación".
Bereshit, 7:1: "Y Dios dijo a Nóaj: 'Entra tú con toda tu casa al arca, porque he visto que eres justo (tzadik) delante de Mí en esta generación'"
Rashi, 7:1: "Sin embargo no está escrito tzadik tamim [como en el versículo anterior]. De aquí aprendemos que en presencia de una persona sólo se menciona una parte de su elogio, y todo su elogio cuando no está presente".
La porción de Nóaj comienza con Dios describiendo a Nóaj como un tzadik y tamim, justo y puro. Sin embargo, algunos versículos más adelante, cuando Dios habla directamente con Nóaj y lo elogia por ser recto, omite el otro término del elogio, puro. Rashi explica la diferencia. En el primer versículo, la Torá describe a Nóaj cuando él no está presente, mientras que cuando Dios habló con Nóaj, le estaba hablando sobre la grandeza de Nóaj a él mismo. Rashi escribe que de esto aprendemos que al elogiar a una persona ante su presencia, debemos hacerlo de forma parcial, pero cuando la persona no está presente, podemos elogiarlo de forma completa.
El Maharil Diskin(1) ofrece un enfoque diferente para explicar la diferencia entre estos versículos. Él explica el significado exacto de los términos "justo" y "puro". El título "justo" se refiere específicamente a una persona que ha conquistado sus deseos más básicos. Por ejemplo, Iosef es llamado Iosef HaTzadik (el justo), porque superó sus inclinaciones al sobreponerse a las grandes tentaciones de la esposa de Potifar. En contraste, la palabra "puro" se aplica a alguien que tiene una creencia pura en Dios, como dice en Devarim: tamim tihié im Hashem Elokeja, sé puro con Hashem, tu Dios. El primer versículo de la parashá nos enseña que Nóaj se destacaba en ambas áreas: había controlado sus deseos y era puro en su creencia.
A continuación, el Maharil Diskin analiza las dos generaciones que encontramos en esta parashá: la generación del Diluvio y la generación de la dispersión que construyó la Torre de Babel. La generación del Diluvio creía en Dios, pero no era capaz de controlar sus deseos más bajos. En consecuencia, sus pecados principales eran en el área de inmoralidad y corrupción. En contraste, la generación de la dispersión no pecó en áreas relacionadas con los deseos más básicos, sino que fue culpable de herejía: quisieron rebelarse contra Hashem. Está escrito: "Partieron de Kedem". Kedem se refiere a Kadmonó shel Olam, Dios, que fue el primero en el mundo.
Regresando a Nóaj, el Maharil Diskin explica que el primer capítulo de la parashá enseña que Nóaj se destacaba en ambas áreas: tenía control absoluto sobre sus deseos y no pecó en áreas de inmoralidad, y al mismo tiempo no tenía ningún rastro de herejía.(2) Sin embargo, algunos versículos más tarde, cuando Dios le ordena a Nóaj entrar al arca, contrasta las acciones de Nóaj con el comportamiento de la generación del diluvio. Como dijimos, esa generación fracasó principalmente no en el área de la creencia en Dios, sino en el reino de la lujuria y la inmoralidad. Por lo tanto, en ese momento, Dios enfatizó que Nóaj se destacaba en esa área en particular. En ese punto, no era necesario que Dios resaltara la emuná (fe) de Nóaj, porque ese no era el principal problema de la generación del Diluvio.
A lo largo de la historia, estas dos áreas han sido la causa de que los judíos abandonaran el camino de la Torá. Sin embargo, es interesante señalar que los factores decisivos cambiaron con el tiempo. Después de la Ilustración, muchos judíos llegaron a cuestionar las bases de la creencia, se vieron influenciados por diversas ideologías heréticas que ofrecían falsas promesas de salvación para el gran sufrimiento que soportaban los judíos. De esta manera, aunque la lujuria puede haber sido un factor que contribuyó, la causa principal por la que los judíos se alejaban del camino de la Torá estaba en el reino de la creencia.
En las generaciones más recientes, esto ha cambiado. La gente se aleja de la Torá por diversas razones,(3) pero la ideología como causa principal se encuentra muy abajo en la lista de razones. Cuando se les cuestiona sobre su actitud hacia Dios, muchas de estas personas no han desarrollado argumentos ideológicos, sino que más bien se ven motivadas porque sienten enojo hacia ciertos aspectos del judaísmo. Además, a menudo, la atracción física del mundo secular, es mucho más atractiva en un nivel superficial que lo que se percibe como las restricciones de una vida de observancia de la Torá. Lo mismo se aplica en general respecto a las personas que crecen seculares: los deseos materiales a menudo son un factor motivante mucho más fuerte que la ideología.
Muchos no quieren seguir el camino de la Torá porque erróneamente perciben que eso va a quitar algo valioso de sus vidas. Su deseo por los placeres físicos es una causa subyacente que los lleva a rechazar la Torá.
La falla de la generación del Diluvio es la causa principal de la secularización de la población judía. La forma de enfrentar este desafío es demostrar que la Torá puede proporcionar "placeres" mucho más profundos y significativos que cualquier otra cosa que pueda ofrecer el mundo secular.
Notas:
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