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¿Está permitido alterar el orden de la creación?
El desarrollo de nuevas tecnologías que ayudan a la edición genética ha suscitado preocupaciones éticas. CRISPR-cas9 es una nueva tecnología que les da a los científicos una herramienta muy eficaz para editar el ADN. Esta utiliza una bacteria para insertar y eliminar secuencias genéticas específicas. Por ejemplo, los estudiantes en un laboratorio de MIT tomaron los genes de la cualidad traslúcida de la piel de una medusa y los insertaron en un ratón. El resultado fue un ratón brillante.
La eficiencia de CRISPR-cas9 abrió nuevas fronteras en la medicina y la ciencia. Ofrece la posibilidad de corregir las mutaciones genéticas causantes de la metástasis del cáncer. A nivel embrionario, puede utilizarse para corregir mutaciones genéticas devastadoras, como el síndrome del cromosoma X frágil.
Ratones brillantes gracias a la ingeniería genética.
Sin embargo, la capacidad de alterar el orden existente en la naturaleza puede provocar resultados imprevistos y las posibilidades son aterradoras. Hay informes respecto a que un laboratorio en China intentó crear monos altamente inteligentes. A nivel social, la edición genética podría utilizarse para crear lo que algunos llaman "bebés de diseño" o atletas perfectos. Estas preocupaciones éticas y morales llevaron a la comunidad científica a limitar el uso de estas tecnologías. En este artículo analizaremos cómo se relaciona la literatura rabínica con algunas de estas preocupaciones éticas.
Por un lado, las fuentes judías clásicas valoran el respeto del orden de la naturaleza. Najmánides, un importante comentarista bíblico del siglo XII, da una explicación filosófica de la prohibición bíblica de cruzar diferentes especies de animales o árboles frutales. Él escribió: "Quien cruza dos especies altera la creación divina del mundo, como si dijera que Él no completó Su mundo lo suficiente y necesita ayuda en la creación haciendo nuevas creaciones".(1)
Mientras que las restricciones de mezclar especies parecen indicar un respeto por el orden natural, el mandamiento de la circuncisión indica lo contrario. Le preguntaron a Rabí Akiva, un sabio talmúdico: "Si a Dios no le gusta el prepucio, ¿por qué creó al hombre con él?". Rabí Akiva respondió: "Los mandamientos fueron dados para refinar a la humanidad". El Maharal de Praga, un gran erudito de la Torá del siglo XVI, explica que Dios creó intencionalmente un mundo imperfecto y le ordenó a la humanidad perfeccionarlo.
En el pensamiento judío clásico hay dos valores opuestos. El valor de respetar el orden natural de la naturaleza versus la noción de que el mundo fue creado imperfecto y que el hombre tiene el mandato de perfeccionarlo.
Los comentarios de Rav Shabtai Rappaport,(2) un importante jurista judío del siglo XVII, nos ayudan a entender mejor este tema. Él escribió que está permitido que un gran santo use el misticismo judío para realizar hazañas sobrenaturales, aunque eso vaya en contra del orden natural de la creación. Sin embargo, él advierte que sólo debe utilizarse para un fin importante.
Estos comentarios brindan un importante equilibrio. Por un lado, Rav Rappaport aborda la preocupación de alterar el orden de la creación. Su respuesta es que sí, la humanidad tiene permiso de usar sus habilidades para cambiar la naturaleza. Sin embargo, este permiso es muy específico. Solo debe usarse para razones importantes.
La humanidad tiene permiso de usar sus habilidades para cambiar la naturaleza. Pero sólo por razones importantes como curar una enfermedad, no para diseñar bebés.
Con estas ideas en mente, parece que de acuerdo con la ley judía la ingeniería genética es apropiada para el tratamiento de las enfermedades o para corregir devastadoras enfermedades genéticas, pero no para usos frívolos como diseñar bebés o hacer ratones brillantes.
Aunque dijimos que la ley judía no prohíbe necesariamente cambiar el orden de la creación (a menos que se cumplan criterios específicos), las fuentes judías clásicas reconocen nuestra responsabilidad de considerar las repercusiones que tales acciones pueden tener sobre la sociedad en su conjunto.
El "Drashot HaRan", una importante obra filosófica, explica que hay dos clases vitales de ley. Las leyes de la Torá son leyes Divinas basadas en verdades inherentes que no cambian con el tiempo. Por ejemplo, las leyes de kashrut o de observar el Shabat son inherentemente verdaderas e intemporales. No se trata de medidas correctivas temporales que responden a un problema social pasajero. Son valores eternos que nos llevan a nuestro propósito fundamental de conectarnos con Dios. Por lo tanto, no se puede esperar que rectifiquen todos los problemas de todas las sociedades.
La ley judía reconoce la necesidad de leyes de base humana para hacer frente a las deficiencias de cada sociedad y generación. Esto forma parte integral del mandamiento de la Torá de tener un sistema judicial. Estas leyes son creadas por el hombre para convivir con los demás en armonía, como las regulaciones para mantener la seguridad en la construcción y las leyes de comercio justo. Estas "leyes humanas" no provienen de la Torá, que es Divina, sino que son creadas por la humanidad para mantener una sociedad justa. Por lo tanto, estas leyes pueden cambiar de vez en cuando. Por ejemplo, en una sociedad en la que el crimen es raro, podemos ser menos severos con el castigo que en una época en la que el crimen es rampante. La necesidad de estas leyes es universal.
De estos conceptos podemos aprender que mientras que la ingeniería genética puede no estar inherentemente prohibida por las "Leyes Divinas" de la Torá, nuestra obligación de crear "leyes humanas" para mejorar la sociedad nos obliga a evitar el mal uso de estas poderosas tecnologías.
La humanidad fue creada a imagen de Dios y debe emular Sus caminos. Podemos aprender de Dios mismo cómo usar la fuerza de la creación para modificar el mundo para curar a los enfermos de su dolor y evitar tragedias. Sin embargo, en el mismo sentido debemos respetar estos poderes divinos y no usarlos de formas frívolas. Así mismo, aunque no está directamente prohibido por la ley de la Torá, tenemos la obligación de evitar el uso de estas tecnologías de una manera que pueda ser dañina para la sociedad.
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