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Sobrevivió a 18 campos de concentración. Se salvó por una pala, una sirena y estiércol de caballo.
Mi abuelo, Moshé Jaim Gefen, me enseñó cómo crear milagros.
A los 13 años fue secuestrado y se convirtió en esclavo de los nazis.
Sufrió durante cinco años… en 18 campos de concentración… y sobrevivió tres espantosas marchas de la muerte.
Sus padres y hermanos fueron asesinados. Se quedó sin nada.
Sin embargo, cuando veías a mi abuelo, nunca hubieses podido creer que bajo su luminosa sonrisa y sus ojos cálidos había enterrada una historia de horror.
Aunque para él era demasiado doloroso hablar sobre esa época espantosa, hubo unas pocas ocasiones en el Séder de Pésaj familiar en las que reveló algunos de los milagros que experimentó.
En una ocasión, cuando cavaba una zanja, cayó un poco de tierra en la cara de un soldado nazi. El nazi levantó su arma, apuntó a mi abuelo y le dijo: “¡Estás muerto!” La bala voló hacia el corazón de mi abuelo, pero pegó en la pala que tenía en sus manos. Él se tiró al suelo y pretendió estar muerto.
En otra oportunidad, estaba parado en una fila a unos pocos metros de entrar a la cámara de gas, cuando de repente un soldado nazi lo llamó y lo hizo salir de la fila. “¡Limpia esto judío sucio!”, gritó el nazi. Un caballo había defecado en la bota del nazi. Para cuando mi abuelo terminó de limpiarla, la fila había acabado y él se había salvado.
Lo colgaron… dos veces.
A mi abuelo lo colgaron… dos veces. La primera vez, tenía la cuerda alrededor del cuello y pronunció las palabras finales que dice un judío antes de morir, “Shemá Israel”. De pronto, empezaron a sonar las sirenas y los nazis huyeron. Mi abuelo corrió y escapó hacia el bosque. Fue una falsa alarma.
Unos días después lo atraparon y nuevamente intentaron colgarlo. Una vez más, después de que las palabras del “Shemá” salieran de sus labios, sonaron las sirenas. (Esta vez no fue una falsa alarma).
Sí, los nazis intentaron dispararle, colgarlo y gasearlo, pero él se salvó por una pala, una sirena y estiércol de caballo. Se convirtió en un milagro andante.
Sin embargo, siempre hubo algo que me inquietaba.
¿Por qué mi abuelo tuvo el mérito de experimentar tantos milagros revelados? ¿Qué provoca un milagro? ¿Tenemos algo que ver con los milagros que nos ocurren?
Esta pregunta me inquietó durante muchos años. Entonces, hace unas semanas, recibí un mensaje de audio de mi padre diciéndome: “¡Tienes que escuchar esto!”.
Era una historia sobre mi abuelo contada por uno de sus amigos. Algo que nunca habíamos escuchado.
Se trataba de otro milagro. Para mí fue el mayor milagro de todos, el que explicaba todos los otros milagros.
Muchos judíos morían de inanición en los campos. Un día, mi abuelo guardaba un pequeño trozo de pan en su chaqueta. Era su reserva de emergencia. A menudo se tentaba de comerlo, pero siempre se contuvo, diciéndose que lo cuidaría para el último momento, cuando no tuviera más energía y literalmente pudiera morir de hambre.
Un día, mientras trabajaba en el campo, mi abuelo vio que alguien cayó al suelo. Corrió hacia él y le preguntó si estaba bien. Este judío débil, derrotado y quebrado levantó la vista y le dijo: “He terminado. Ya no queda nada en mí. No puedo seguir”.
Sin dudarlo, mi abuelo metió la mano en su bolsillo y sacó su trozo de pan de emergencia. Él arriesgó su propia vida para salvar la vida de otro.
Ahora finalmente lo entendía.
Para Dios es fácil crear milagros. Después de todo, Él creó el mundo.
Cuando quiebras tu naturaleza, la naturaleza se quiebra para ti.
Pero… ¿que un simple ser humano arriesgue su propia vida para salvar a otro? Ese es el mayor milagro de todos.
¿Qué causa que Dios realice milagros? ¡Nosotros!
Cuando quiebras tu naturaleza, la naturaleza se quiebra para ti.
Cada uno tiene el poder de crear milagros.
Moshé Jaim Gefen y su nieto
En los días de la historia de Janucá, los macabeos enfrentaron dificultades insuperables contra la superpotencia mundial, los sirio-griegos. Sin embargo, con gran confianza en sí mismos, se mantuvieron enfocados en su meta, no desesperaron y, finalmente, prevalecieron milagrosamente.
Este es también el legado de Moshé Jaim Gefen y de todos los judíos orgullosos de su herencia que se niegan a transigir con la bondad, la justicia y la fe.
¡Feliz Janucá!
לעילוי נשמת משה חיים בן פנחס מנחם זצ"ל
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