Crecimiento personal
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A los 38 años, Jenifer Teege, una alemana negra, descubrió que su abuelo fue Amon Goeth, el villano de La Lista de Schindler.
Con 1,80 metros de altura, birracial y hablando en alemán, Jenifer Teege era notablemente diferente del resto de los estudiantes de la Universidad de Tel Aviv a principios de 1990. Jennifer misma todavía no sabía cuán diferente era en realidad. Muy pronto iba a descubrir que era la nieta de un genocida nazi.
Los primeros años de Jennifer Teege fueron duros y difíciles. Su madre alemana, Monika Goeth, se separó de su padre nigeriano cuando Jennifer nació, en 1970. Con dificultades económicas y sufriendo de depresión, Monika dejó a Jennifer en el orfanato católico local cuando tenía un mes de vida. Monika y su madre, Ruth Irene Kalder, la visitaban intermitentemente, pero mostraban poco afecto por la niña.
Las visitas disminuyeron cuando Jennifer tenía tres años y fue a vivir con una familia en guarda, y se detuvieron por completo cuando fue legalmente adoptada a los siete años. Sus nuevos padres se rehusaron a permitirle a Monika, que tenía un matrimonio abusivo, que amargara su vida.
Jennifer no volvió a ver a su madre hasta después de cumplir veinte años. En los años intermedios fue criada en un hogar estable de clase media. Fue un desafío saber que su madre biológica la había rechazado y se sentía humillada cuando otros niños formulaban preguntas sobre el color de su piel (su familia adoptiva era blanca), pero Jennifer era una sobreviviente. Dotada con inteligencia y espíritu de lucha, junto con una familia que la apoyaba y la alentaba, logró superar su propio episodio de depresión a los 20 años y se fue a estudiar a la Sorbona, en París.
Su tiempo en Paris terminó repentinamente cuando una amiga israelí la invitó a pasar las vacaciones en la casa de sus padres.
Rodeada de amigas judías, Jennifer amaba Israel y sabía que lo extrañaría cuando se fuera. Ella describió lo que ocurrió como un “capricho del destino”. Jennifer se quedó dormida la mañana que tenía planificado regresar y perdió su vuelo. Una cosa llevó a la otra (agregando a la mezcla un novio israelí), y decidió quedarse en Israel. Pasó los cuatro años siguientes en la Universidad de Tel Aviv, donde obtuvo un título en Estudios de Medio Oriente y África, y dominó el hebreo.
A Jennifer, que tenía amigas judías cuando vivía en Francia, no le resultaba incómodo ser una estudiante alemana en una universidad israelí. Más de 45 años después del fin de la guerra, ella nunca sintió una tendencia anti-alemana entre sus (ampliamente liberales) pares y profesores.
Ella había aprendido sobre el Holocausto en la escuela, y a pesar de que se lo habían enseñado como un tema académico, nunca se había encontrado con víctimas. Ella se identificaba con la “nueva Alemania” que se desconecta de su pasado.
Jennifer Teege frente a las paredes de un antiguo gueto judío.
Cuando se estrenó en Israel la película La Lista de Schindler, Jennifer no sintió la urgencia de verla de inmediato. Eventualmente la vio. “Fue impactante, horroroso, pero me relacioné con eso como un ser humano, no como alemana”.
Jennifer tampoco prestó atención al hecho de que el villano de la historia, Amon Goeth, “el carnicero de Plaszow”, compartía su apellido de nacimiento. Jennifer llevaba el nombre de sus padres adoptivos y no tenía razón para relacionarlo con ella.
Mas de una década después, Jennifer Teege llevaba una vida plena y gratificante en Hamburgo. Con un devoto esposo, dos niños pequeños y un buen trabajo, su incierto comienzo hacía tiempo había sido olvidado.
A los 38 años, al visitar una gran biblioteca en su pueblo natal, Jennifer desenterró una mina que amenazaba con hacer estallar el sólido edificio que ella había construido. Todo lo que hizo falta fue un libro. Jennifer se vio atraída hacia un delgado libro rojo con un título extraño: “Tengo que amar a mi padre, ¿verdad?”
¿Por qué alguien se formularía esta pregunta?, pensó. Después de hojear las páginas, Jennifer encontró la respuesta. El libro había sido coescrito por la hija de uno de los más infames asesinos de la Alemania nazi, Amon Goeth, el comandante del campo de concentración de Plaszow, el villano de La Lista de Schindler.
Jennifer leyó al final del libro los detalles biográficos de la mujer y sus peores miedos se confirmaron: la autora era su madre biológica. ¡Eso significaba que Amon Goeth era su abuelo!
La hija de Goeth, cuya foto estaba en la portada del libro, se parecía siniestramente a una persona que alguna vez había conocido. La autora, Monika Hertwig (el apellido de su segundo esposo), era su madre biológica.
¡Eso significaba que Amon Goeth era su abuelo!
Un abuelo que fue un monstruo cruel… una abuela que había estado junto a él… una madre que no lo denunció. Ese mismo día, la televisión alemana transmitió un documental de PBS titulado “Herencia”, que presentaba a Monika y a Helen Jonas-Rosenzweig, una sirvienta judía que fue sometida al barbarismo de Goeth. Era demasiado para procesar y sus emociones se cerraron.
Jennifer Teege y su abuelo, Amon Goeth
Jennifer, quebrada, volvió a caer en la depresión que la había atacado años antes. Incapaz de enfrentar al mundo, a sus amigas judías y -más que nada- a sí misma, sólo veía la oscuridad.
Siguieron meses de intensiva terapia y feroz introspección hasta que Jennifer pudo salir de su capullo de enojo, dolor y culpa. Al comenzar a liberarse de sus redes sofocantes, fue a visitar Plaszow, en donde su abuelo causó la muerte de miles de judíos. Jennifer también visitó Israel y habló con sobrevivientes del Holocausto. Visitó a su madre biológica, de quien había estado separada durante mucho tiempo, y escuchó la amarga verdad sobre su abuela, Ruth Irene Kalder, quien fue la amante de Goeth en su villa en Plaszow. Hasta el final de sus días, ella negó absolutamente que Goeth hubiera hecho algo malo.
Eventualmente, Jennifer pudo enfrentarlo y decir “es hora de seguir adelante”.
En el 2013, Jennifer escribió su autobiografía registrando su travesía: Mi abuelo me habría pegado un tiro. El título alude a que Goeth le hubiera disparado por su imagen no-aria.
Jennifer logró escapar de los demonios que controlan a Monika y a muchos de los hijos de los nazis, lo cual ella describe como “vivir con los muertos”. Responsabilidad no es lo mismo que culpa. Aunque reconoce la gravedad de las acciones de sus antepasados, llegó a entender que ella no tiene la culpa por sus pecados. “No hay un gen nazi. Podemos decidir por nosotros mismos quién y cómo queremos ser”, escribió Jennifer.
Hoy en día, Jennifer se dedica a dar conferencias motivadoras. Ella ha contado su historia a miles de personas alrededor del mundo, usando el legado de uno de los hombres más malvados de la historia para inspirar a muchos a superar los desafíos que enfrentan.
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