Mi abuelo sobrevivió a los campos de exterminio de Ucrania

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Yankel Wiesenfeld salió milagrosamente del infierno ucraniano con su vida y su fe intactas.

En agosto de 1941, Hitler le concedió una enorme franja de la tierra ucraniana conquistada a su aliado, el dictador rumano y feroz antisemita, Ion Antonescu. El propósito de esta poco conocida región era servir como un sitio de desecho y asesinato para la población judía de Rumania.

Esta área abarcaba 4.000 metros cuadrados del congelado campo ucraniano, limitado por el río Bug al norte y por el río Dniester al sur. Para acceder a esta vasta tierra había que cruzar el Dniester, de donde el área obtuvo su nombre: Transnistria, que significa “cruzando el Dniester”.

Cientos de miles de judíos rumanos fueron obligados a abordar barcazas que los hicieron cruzar el rio hacia su muerte. Transnistria contaba con decenas de guetos, campos de trabajo y campos de exterminio con nombres tales como Golta, Sarsgorod y Mogilev-Podolsk. Estos campos no eran como las eficientes fábricas de muerte en Alemania y Polonia. Los rumanos no contaban con la sagacidad organizacional de los alemanes. Los prisioneros judíos no recibieron números ni uniformes, y tampoco construyeron cámaras de gas o crematorios.

Judíos en la ribera occidental del rio Dniester antes de su deportación a Transnitria, en la ribera oriental. 10 de junio de 1942 (Yad Vashem)

 

La estrategia rumana para la solución final fue forzar la muerte a través del frío, el hambre, la enfermedad y el asesinato. A menudo los prisioneros no recibían nada de comida ni el mínimo albergue. El hambre era rampante y la violación era parte de la vida. Como no tenían manera de reemplazar la ropa podrida, muchos prisioneros estaban desnudos. Epidemias de Tifus, temperaturas heladas, marchas forzadas y pelotones de fusilamiento asolaron a los deportados y a la población local.

Mi abuelo, Yankel Wiesenfeld, fue deportado a Transnistria en 1942, un mes antes de cumplir 19 años. Él nació y creció en el barrio judío de Czernowitz, una próspera ciudad con una gran comunidad judía. Czernowitz era la ciudad principal de Bukovina, un territorio en disputa, que la Unión Soviética les sacó a los rumanos y sólo volvió al control rumano con el avance de la Wehrmacht, el ejército alemán. Muy pronto la Gestapo asumió el control de Czernowitz, estableció un gueto judío y ordenó que todos los judíos cosieran una estrella amarilla en sus ropas.

El alcalde de Czernowitz, Traian Popovici, era una rareza entre los rumanos: él no odiaba a los judíos. Popovici luchó para proteger a los judíos de su ciudad de la deportación, pero sólo logró obtener un pequeño número de permisos de excepción para artesanos expertos. Yankel, sus padres y sus hermanos, al no contar con riqueza ni conexiones, no estuvieron dentro de los afortunados que obtuvieron un “permiso Popovici”. Ellos fueron arreados hacia la estación de tren y apretujados en sucios carros de tren con destino a Transnistria.

Yankel en Italia, 1947

 

En Transnitria, Yankel vio sucumbir uno por uno a los miembros de su familia y a sus amigos, y perdió la esperanza de sobrevivir. De los 130.000 judíos de Czernowitz que fueron deportados al otro lado del Dniester, sólo quedaron vivos 10.000. Yankel nunca entendió cómo ni por qué él fue uno de los pocos afortunados. El hecho de que lograra salir del infierno ucraniano no sólo con vida, sino también con su fe intacta, desafía toda explicación racional.

En una ocasión, Yankel y dos compañeros lograron esquivar a los guardias y alejarse por el campo para buscar comida. Pronto escucharon el aterrador sonido de los soldados rumanos y sus perros pisándoles los talones. En medio de una fuerte nevada, Yankel y sus compañeros escalaron un árbol y se escondieron entre las ramas. Quienes los buscaban, sabiendo que los hambrientos fugitivos estaban cerca, arrojaron papas en la nieve, apostando a que los jóvenes no tendrían la fuerza de superar la tentación. Casi lograron tentar a Yankel a bajar al suelo. Sus compañeros tuvieron que obligarlo a quedarse arriba del árbol.

Hacia el final de la guerra en Ucrania, cuando la liberación era inminente, los guardias rumanos obligaron a todos los judíos en el campo de trabajo de Yankel a cavar una fosa común. Los prisioneros fueron alineados frente a la fosa y les dispararon a quemarropa. Yankel estaba entre ellos. Cuando los soviéticos llegaron a liberar la región, el cuerpo comatoso de Yankel fue rescatado entre medio del montón de cadáveres por un judío que vivía cerca con documentos falsos.

El autor con su abuelo

Los soviéticos le dieron a Yankel dos meses para recuperarse y luego lo enviaron a pelear al frente. Después de la guerra, Yankel llegó a los campamentos de refugiados en Italia, donde se quedó durante dos años. No logró obtener permiso de entrada a Israel, pero recibió permiso para emigrar a los Estados Unidos. Yankel llegó a la isla Ellis Island en 1948 a los 25 años, sin un centavo y completamente solo. Sin embargo, logró construir una vida y una familia siguiendo las tradiciones judías de su juventud.

Annie y Yankel en el día de su boda

Yankel pidió prestados unos cientos de dólares, compró una carretilla y salió a trabajar como ropavejero en el lado este de Nueva York. Trabajaba sin descanso y era escrupulosamente honesto. Eventualmente reemplazó su carretilla con una furgoneta y luego su furgoneta con una tienda. Finalmente compró el edificio en donde estaba ubicada la tienda. La honestidad de Yankel era tal que el Servicio de Impuestos Internos inspeccionó su negocio y terminó dándole a él un cheque por $20.000 dólares.

Yankel comenzó a hacer negocios con un judío holandés llamado Gustav van Dam, un veterano de guerra que había sido capturado y torturado por los japoneses. Gustav le presentó a Yankel a su hija, Annie, quien también había pasado la guerra en un campo de prisioneros controlado por los japoneses en Indonesia. Yankel y Annie se casaron y se mudaron al último piso de una casa para dos familias en Boro Park. Los padres de Annie se mudaron al piso de abajo.

Trágicamente, Annie tuvo un tumor cerebral poco después del nacimiento de su tercer hijo. Después de una década de batalla contra la enfermedad, Annie falleció. Yankel nunca volvió a casarse.

Yankel falleció en el 2007 cuando yo tenía 18 años. Lo recuerdo como una persona excesivamente privada e introvertida. Claramente perseguido por sus experiencias en el Holocausto, por lo general no compartía sus recuerdos. A comienzos del año 2016, al conversar con mi hermana sobre el Holocausto, se me ocurrió que nosotros somos la última generación que conoció personalmente a los sobrevivientes. En cierto sentido, el Holocausto muere con nosotros. Resolví registrar por escrito la historia de mi abuelo para la posteridad.

Mi abuelo hablaba muy poco sobre sus experiencias durante la guerra, así que tuve que rastrear viejos amigos y parientes, documentos, registros, libros y videos en un esfuerzo de varios años para lograr reconstruir su historia. Espero que el libro The Man Across the River (El hombre al otro lado del rio) honre la memoria y el recuerdo de todos quienes murieron en los campos de exterminio ucranianos.

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