Historias
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Mi abuelo despertó esa mañana en Berlín y vio la sinagoga envuelta en llamas.
Kristallnacht, la Noche de los Cristales Rotos, marca el comienzo del fin, que llevó a la destrucción de la judería europea. Fue un pogromo nacional de saqueos y golpizas en el cual destruyeron sinagogas y profanaron cementerios. Fue un evento que hizo trizas las esperanzas de un futuro para los judíos en Alemania y Austria. Quienes pudieron, escaparon. Fue mucho más que cristal lo que se rompió esa noche.
Quiero compartir con ustedes la historia de mi familia.
Mi abuelo cuando era un niño
Mi abuelo nació en Berlín en 1925 y lo llamaron Norbert o Natan. Su padre era un comerciante textil y su madre ama de casa. Vivían en un suburbio de Berlín en un departamento frente a la sinagoga Grunewald. En septiembre de 1938 celebró allí su Bar Mitzvá. El encargado de la sinagoga, Isidore (cuya hija luego se casaría con Norbert), había donado el rollo de la Torá del que él leyó.
En la mañana del jueves 10 de noviembre, menos de dos meses después de su Bar Mitzvá, mi abuelo se despertó a las 7 de la mañana. Caminó hacia el salón de su departamento y vio la sinagoga envuelta en llamas. Corrió a la habitación de su padre gritando: “¡La sinagoga se está quemando!” Su padre llamó de inmediato a los bomberos, que le respondieron que ya les habían informado, pero tenían órdenes de autoridades superiores de no interceder. La sinagoga quedó completamente destruida. En la década de 1950 limpiaron las ruinas y construyeron un edificio residencial que sigue ahí hoy en día.
Isidore Dobrin observa el rollo de Torá que acababa de donar en Berlín.
Pero no todo fue destruido por las llamas. Cuando el cuidador de la sinagoga notó el fuego, logró salvar los rollos de la Torá, envolverlos en mantas y llevarlos a la casa de Isidore. Algunos días después de Kristallnacht, arriesgándose a ser castigado, mi abuelo logró salvar también de entre las ruinas algunos libros de rezos.
El padre de mi abuelo tuvo que esconderse en la casa de su sirvienta durante más de dos semanas después de Kristallnacht para evitar ser enviado a un campo de concentración. Él entendió que tenían que irse de Alemania.
Isidore fue deportado a Auschwitz y el destino de los rollos de la Torá salvados sigue siendo desconocido.
Aunque ellos luego lograron escapar a Gran Bretaña, las llamas de Kristallnacht se propagaron y consumieron a millones de judíos en Europa. En 1943, Isidore, el cuidador, en cuya casa estaban escondidos los rollos de la Torá, logró enviar a su hija en un Kindertransport y en 1963 ella se casó con Norbert. Pero ese mismo año Isidore fue deportado a Auschwitz, donde murió. El destino de los rollos de Torá salvados sigue siendo desconocido.
Setenta años después, el nieto de Isidore, mi tío, mandó a escribir un rollo de Torá en ocasión del Bar Mitzvá de su hijo para "reemplazar" el que se había perdido. Siete años después llevó el rollo a Berlín y a Auschwitz, antes de llevarlo de regreso a Jerusalem.
Mi abuelo.
Esta historia me enseñó que aunque hemos perdido tanto, debemos luchar por reconstruir lo que se perdió. Como dicen nuestros Sabios en Pirkei Avot: “No estás obligado a terminar el trabajo, pero tampoco eres libre de desistir de él”. Aunque reconstruir todo lo que perdimos es imposible, nunca debemos dejar de intentarlo.
Hace 86 años los alemanes saquearon e incendiaron nuestras sinagogas, quemándolas por completo. Pero el único fuego que sigue ardiendo es el nuestro. La única llama encendida en nuestras sinagogas es la llama eterna, el ner tamid, que se encuentra sobre el Arca Sagrada, un fuego que “nunca será extinguido”.
P.D.: Mi abuelo, quien fue testigo del ascenso de los nazis al poder, ya no está en este mundo. Él llevó la carga de recordar su pasado; ahora nosotros tenemos la responsabilidad de transmitirlo a las futuras generaciones para asegurarnos que nunca sea olvidado.
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