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Si no va a figurar en mi lápida, no aparece en mi lista de deseos.
En esta etapa tardía de la vida me picó el bichito de los viajes. Me encanta explorar nuevos lugares, ver arquitectura interesante, paisajes inusuales y estar en un huso horario diferente al de mis hijos.
Pero por más que disfruto estas nuevas aventuras y a pesar de tener una lista de lugares que me gustaría ver (¿A alguien le interesa un viaje kósher a Irlanda?), nunca se me ocurriría enumerarlos en mi lista de deseos. De hecho, nunca pensaría en crear una lista de deseos que incluya los placeres físicos de este mundo.
Esa no sería mi lista de deseos porque son cosas que no van a figurar en mi lápida. Tal como no hay ninguna lápida que diga: “Él creó un gran negocio internacional”, tampoco hay ninguna que diga: “Ella caminó por la Gran Muralla China” o “Ella disfrutó de un crucero kósher por Alaska” (aunque en verdad lo hice). Por más maravillosos que sean estos placeres, son insignificantes en comparación con los grandes placeres de la vida. Y no reflejan ninguna clase de logro ni crecimiento.
Por eso, ahora que se aproxima el mes de Elul y con Rosh Hashaná en mente, quiero crear una lista de deseos espirituales, una lista de la forma en que me gustaría crecer y cualidades que me gustaría desarrollar y mejorar. Se trata de ideas y logros que me enorgullecería que fueran inscriptos en mi lápida. Me gustaría ser más amable. Me gustaría ser más paciente. Me gustaría ser más considerada. Me gustaría poner a los otros antes que yo, en especial a mi esposo. Me gustaría estar menos involucrada con mi ego. Me gustaría estar menos sujeta a la atracción de mis inclinaciones negativas. Me gustaría ser más afectuosa. Me gustaría profundizar mi conexión con Dios.
Esta lista de deseos puede parecer menos emocionante. No planeo hacer rápel en las montañas ni bucear en la Gran Barrera de Coral. No voy a nadar con delfines, tiburones ni cualquier otro pez grande. No hay un safari en África ni un hotel de hielo en Islandia. No hay estepas en Rusia ni un crucero por el río Mekong. No es que no me gustaría hacer todas esas cosas (bueno, ¡detestaría hacer rápel y bucear!), pero no son mi prioridad.
Son oportunidades únicas que pueden rejuvenecer y profundizar mi asombro, pero no me mantendrán en un camino diario de crecimiento. No mantendrán nutrida mi alma. No crearán una conexión constante y duradera con Dios.
Sin dudas Jack Nicholson no aceptaría el rol protagónico en una película sobre mi lista de deseos. Pero cuando se trata de nuestras metas, la vida es demasiado seria y el tiempo es demasiado valioso para limitarlos a nuestras experiencias físicas. Yo quiero más. Quiero desarrollar mi potencial con toda su profundidad y sus posibilidades y eso implica trabajar duro y no sólo tomarse unas bellas vacaciones.
Esta es la oportunidad del mes de Elul: reflexionar sobre nuestra lista de deseos espirituales y planificar cómo concretar la promesa y el potencial de esas metas. Nuestra lista de deseos espirituales quizás no será un éxito de taquilla, pero tendrá un impacto que realmente cuenta.
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