Mi encuentro con la princesa Diana

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Mi encuentro con su alteza real me recordó que cada uno puede ser un rey o una reina.

Cuando era Rabino de la sinagoga de New West End, vivía al frente del Palacio Kensington. Mis hijos jugaban en la plaza justo afuera del palacio y a menudo el helicóptero rojo de la Fuerza Aérea Real que traía a la princesa Diana aterrizaba fuera del palacio. La princesa bajaba del helicóptero, nos saludaba con la mano y luego entraba al palacio.

A menudo escuchábamos el helicóptero de Diana sobrevolar peligrosamente sobre nuestra casa a altas horas de la noche, cuando regresaba al palacio después de un compromiso. Yo le decía a mi esposa: "Diana está volviendo muy tarde a casa. Como su Rabino ortodoxo local, tendré que hablar con ella".

Y de hecho, tuve la oportunidad de hacerlo. El 29 de noviembre de 1996, fui a la peluquería para cortarme el cabello. Lucas, mi peluquero, le estaba cortando el cabello a un adolescente rubio, y a su lado estaba sentada una mujer joven que se parecía mucho a Diana, la Princesa de Gales.

"¿Esa es la princesa?", le pregunté en voz baja a un hombre que estaba sentado al lado de la ventana.

Él encogió los hombros y me dijo: "No sé". (Resultó que era un guardia de seguridad).

Una mujer joven entró corriendo a la peluquería y le preguntó a la princesa: "¿Me puedo sacar una foto con usted?"

"Preferiría que no, gracias", le respondió Diana.

Entonces estuve seguro de que ella era la princesa y que el adolescente en la silla del peluquero era el Príncipe William, el futuro rey de Inglaterra.

Me senté en el sofá frente a la princesa y la saludé con la cabeza. Ella respondió a mi saludo.

Junté coraje y le dije: "Yo soy el rabino de la sinagoga local, en St. Petersburg…"

Ella me interrumpió en medio de la frase y me dijo: "¿Quiere decir que los rabinos pueden tomarse media hora para ir a cortarse el cabello?".

"Parece que incluso las princesas pueden tomarse media hora para cortarse el cabello", le respondí.

Diana acababa de revelar al pueblo británico los problemas de su matrimonio, y yo le dije: "Princesa, en hebreo decimos jazak vematz, sé fuerte y ten coraje. Le deseo lo mejor a la princesa".

Esa noche, en la mesa de Shabat, les dije a mi esposa y a mis hijos: "Adivinen con quién me encontré hoy".

Después de algunos intentos, les dije: "¡Me encontré con la princesa de Gales! De hecho, ¡me senté en la misma silla que el Príncipe William, el futuro Rey de Inglaterra!"

Cuando la emoción se calmó, les dije a mis pequeños hijos: "¿Saben algo? Él es un rey… ¡y yo también soy un rey! Diana es una reina… y también mami es una reina. Miren nuestra mesa de Shabat, digna de un rey y de una reina. Y ustedes, los niños, son los leales ciudadanos del reino. Todos estamos vestidos con nuestras mejores ropas de Shabat. En la mesa tenemos nuestros mejores platos y copas de cristal en honor a la Reina Shabat. Mami y yo somos los reyes de nuestra casa, no porque estamos a cargo de la casa. La esencia del reinado es que un rey y una reina se preocupan por sus súbditos y proveen a sus necesidades. Mami y yo los cuidamos y nos preocupamos por ustedes, los alentamos y los amamos. Cumplimos el mismo rol que los reyes y las reinas cumplen respecto a sus súbditos".

Descubrir nuestra realeza implica descubrir nuestra capacidad de dar.

Cada uno tiene la capacidad de ser un rey o una reina. Pero a menudo no logramos serlo porque nos decimos a nosotros mismos que no tenemos ningún valor.

Tenemos que aprender a descubrir nuestro valor básico, y actuar como la realeza. Al manifestar preocupación y dedicación por un esposo, un hijo, un vecino o un extraño, podemos superar nuestro aislamiento y nuestra soledad. Podemos activar sentimientos positivos al desarrollar nuestras cualidades de entrega y al estar disponibles para los demás. Descubrir nuestra realeza implica descubrir nuestra capacidad de dar.

Si te sientes deprimido, tienes la fuerza de salir de tu mentalidad negativa recordando que en esencia tienes una naturaleza real. Hay un núcleo de realeza latente en tu interior y para activarlo tienes que cumplir un acto de generosidad o bondad, porque esa es la esencia de la realeza.

La esencia del reinado es que el monarca "provee" a las necesidades de sus súbditos. Dios, nuestro Rey, nos provee todo: la vista, alimento, oxígeno, un cerebro… Todo lo que necesitamos para nuestro camino en la vida. Por eso Dios es llamado el "Rey de reyes". Él es el máximo proveedor, quien nos da la vida misma. A cambio, se nos invita a sentir y expresar gratitud a Dios.

Reforzar tu esencia real te permite tomar control de tu vida. Cuando aprovechas esta energía y tomas responsabilidad por tus actos, no es necesario culpar a los demás.

Cuando te sientes deprimido, realizar un acto de bondad es una de las formas más concretas de sentir energía. Sal de la casa y visita a alguien menos afortunado, llévale comida a una persona mayor, ofrécete como voluntario en el hospital local. Llama por teléfono a un familiar que está enfermo. Al poner en acciones concretas tu naturaleza de generosidad real, puedes fortalecer tu autoestima y sentirte bien contigo mismo.

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