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Estoy muy orgullosa de él, pero desearía que no estuviera allí.
Mi hijo levantó su mochila naranja, su casco y su chaleco antibalas, y arrojó todo al camión militar.
"No se acerquen más", nos dijo un oficial a mi marido y a mí. Nos detuvimos en seco y entonces nos ofreció sacarnos una foto con nuestro amado hijo. Sonreímos para la cámara, pero nuestros corazones no cantaban. ¿Qué padre quiere enviar a su hijo a una zona de guerra?
El mes pasado, cuando mi hijo volvió al servicio de reserva, su hermano también regresó a cumplir su deber en la zona de Gaza. Yo entré en un ciclón de ansiedad. ¿Por qué me resultaba más difícil que las tres veces anteriores que los habían llamado a las filas en esta guerra?
Estaba cansada de la guerra, y no era la única. Los soldados están cansados, sus cónyuges están cansados, sus hijos están cansados y los padres están cansados. Mis sentimientos no eran nada especial y sabía que tenía que estar a la altura de las circunstancias para ser fuerte por mis hijos, mis nueras, mis nietos, mi esposo y por mí misma.
A medida que mis plegarias se volvían más sinceras, comenzó a molestarme otra pregunta. Si me preocupo por todos los soldados, ¿por qué mis plegarias son más intensas cuando uno de mis hijos está sirviendo en una zona de conflicto?
Todos rezamos, y no puedo evitar preguntarme de quién fueron las plegarias que protegieron a mi hijo y a sus compañeros cuando la semana pasada su tanque pasó por encima de un artefacto explosivo. Por un milagro ninguno resultó herido, aunque el tanque sufrió algunos daños. Con su típica bravuconería de soldado, mi hijo se quejó de que las semillas de girasol que tenían dentro el tanque se derramaron por el suelo.
Él puede haberle quitado importancia al incidente, pero yo estaba traumatizada. Así que cuando recibió un permiso de 48 horas para ver a su familia, estaba decidida a ver con mis propios ojos que él estaba bien.
Al finalizar su permiso, mi hijo viajo haciendo autostop hasta el centro de Israel, donde nos encontramos con él para llevarlo al sur. Debía llegar al punto de encuentro cerca de Beeri al mediodía, en punto.
"¿Qué pasa si llegamos unos minutos tarde?", preguntó su padre.
"Alguien no podrá volver a casa", respondió mi hijo.
Conversamos sobre toda clase de cosas durante las dos horas que estuvimos juntos, pero yo no mencioné a Ofir ben Shoshana Tzipora. Varios años más joven que mi hijo, también Ofir creció en Shiló. Él estaba sirviendo en las colinas de Jevrón cuando el último Shabat un ataque terrorista le arrebató una pierna.
En Shiló nos consolamos diciéndonos que con una buena prótesis y fisioterapia, junto con la actitud adecuada, podrá tener una buena vida. Sin embargo, no he hablado con su madre, sólo a través de mensajes, y rezo para que todos puedan mantener una perspectiva positiva. Aunque no tan intensas como las plegarias por mis hijos, también mis súplicas por el bienestar de Ofir son sinceras.
Es muy probable que mi hijo ya supiera del ataque. De todos modos, hay cosas que no es prudente hablar con un soldado. Hablamos de su compañero de escuela primaria que resultó herido y regresó a Gaza dos semanas después de su lesión.
Mi hijo insiste que es un honor servir en el ejército de Israel y defender a su pueblo. Yo estoy sumamente orgullosa de él, pero desearía que no estuviera allí. Probablemente sólo otra madre que tenga un hijo en el ejército puede entender mis emociones.
Llegamos a su lugar de reunión 20 minutos temprano, así que nos dio una rápida visita guiada por Najal Oz, nos mostró la torre de vigilancia de donde fueron secuestradas las jóvenes soldadas, entre ellas Liri Albag, Karina Ariev, Agam Berger, Daniela Gilboa y Naama Levy. Nos mostró la estructura donde murieron quemados 60 soldados. Escalofriante e inquietante, no hay palabras para comprender la tragedia.
Al llegar al estacionamiento donde se reúnen los soldados que van a entrar a Gaza, mi marido y yo estábamos sombríos. En cambio, nuestro hijo y sus compañeros estaban animados. Tenían un trabajo por delante, y estaban decididos a hacerlo.
Cuando nos despedimos, nuestra misión estaba a punto de terminar. Aún nos quedaba otra parada: el lugar del festival Nova, donde fueron asesinadas 380 personas. Al principio dudamos de ir, no queríamos parecer curiosos. Pero con el tiempo, entendimos que teníamos la responsabilidad de dar testimonio.
Nuestra visita a Nova
No estábamos solos. Había autobuses y autos repletos de gente, no como turistas, sino como miembros del pueblo judío tratando de comprender la tragedia ocurrida en Simjat Torá del año pasado. Me apareció en la cabeza el verso de una canción: el día que murió la música. No hay un judío cuya vida no se haya visto afectada por el 7 de octubre del 2023.
Entre los árboles y los monumentos, nos encontramos con un servicio en memoria de Yona Brief z"l que resultó gravemente herido ese día y luchó por su vida durante 416 días. Tras los discursos, alguien tocó un shofar y todos los presentes cantaron el Hatikva y Ani Maamim, Yo creo. Alguien me dio un pañuelo de papel para secar las lágrimas de mi cara.
A pesar de no haber conocido a Yona Brief, sentí pena. Entendí que en realidad me importan todos los soldados, pero la naturaleza humana hace que mis plegarias sean más intensas cuando los que están sirviendo son mis hijos o los hijos de conocidos. Cuando con ayuda de Dios mis hijos vuelvan a casa, creo que seguiré rezando con fuerza. ¿Quién sabe la vida de qué soldado pueden llegar a salvar mis plegarias?
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Excelente y comovedor el amor de un madre a sus hijos