Mientras el antisemitismo crece, el mensaje de Janucá brilla más que nunca

29/12/2024

3 min de lectura

Transformando el odio hacia los judíos en un símbolo de orgullo.

La costumbre anual y la antigua tradición de encender la janukiá adquieren un significado profundo este año mientras las comunidades judías en todo el mundo enfrentan un aumento del antisemitismo. En el corazón de esta festividad se encuentra un concepto poderoso, conocido en el arameo antiguo del Talmud como pirsumei nisa, la obligación de 'publicitar el milagro'. Pero este mandamiento va mucho más allá de simplemente contar una antigua historia de una victoria militar y una vasija de aceite milagroso que ardió ocho veces más de lo esperado. Representa la misión perdurable del pueblo judío de servir como una luz para las naciones, incluso en los momentos más oscuros.

Una historia que escuché recientemente durante un viaje a Londres ilustra hermosamente este principio. Una mujer judía recién convertida de Hungría, apenas tres semanas después de iniciar su viaje en el judaísmo, experimentó lo que pudo haber sido un momento amenazante. Caminaba hacia la sinagoga en su primer Shabat como judía convertida, cuando alguien desde un auto en movimiento bajó la ventana y le gritó: “¡Judía!”.

En lugar de encogerse de miedo, se detuvo y pensó: “Ah, sí, lo soy”, mientras su corazón se llenaba de orgullo por su nueva identidad.

Esta respuesta simple pero profunda encarna el espíritu de Janucá: mantenernos firmes en nuestra identidad judía y transformar momentos de oscuridad en oportunidades para la luz.

Otro relato significativo proviene de la antigua Unión Soviética, donde los acosadores solían gritar constantemente “¡Zhid! ¡Zhid!” (¡Judía! ¡Judía!) a una mujer judía. Ella le preguntó a un rabino de Jabad, a quien conocía y que era más reconociblemente judío, cómo soportaba los insultos constantes. Él le dijo que veía esos comentarios como cumplidos y que, en realidad, no le ocurría con frecuencia, ya que probablemente los acosadores se daban cuenta de que sus palabras no lo ofendían.

Estas historias nos enseñan sobre el poder del orgullo judío inquebrantable. Esta actitud no solo desvía el odio, sino que lo transforma.

El milagro de Janucá no trata solo del aceite que ardió durante ocho días. El verdadero milagro es la supervivencia y el florecimiento del pueblo judío contra todas las adversidades a lo largo de la historia. Como los macabeos, que se negaron a abandonar su fe y valores frente a una abrumadora presión para asimilarse, los judíos de hoy en día siguen encendiendo sus janukiot en ventanas y espacios públicos en todo el mundo, declarando su compromiso inquebrantable con su herencia.

Hay una lección profunda en la física de la luz de las velas que captura perfectamente el enfoque judío de difundir la luz en el mundo. Cuando compartes posesiones materiales, como manzanas, aunque haces algo bueno, terminas con menos. Pero cuando usas una vela para encender otra, la llama original no se reduce. En cambio, la cantidad total de luz en el mundo aumenta. Este principio encapsula perfectamente la misión judía de difundir el milagro. Al compartir nuestra luz —nuestros valores, nuestra sabiduría, nuestra bondad— no disminuimos nuestra propia llama; sino que multiplicamos la luz en el mundo.

El antisemitismo ha vuelto a mostrar su rostro en universidades, calles y redes sociales, y este es, sin duda, un momento desafiante en la historia judía, ya que nuestro pueblo es atacado en todos los frentes. Es precisamente en este momento cuando el mensaje de Janucá se vuelve más relevante que nunca. Cada janukiá encendida en una ventana, cada sevivón girado en público y cada demostración orgullosa de identidad judía sirven como una poderosa respuesta para aquellos que preferirían que nos escondiéramos en las sombras.

La obligación de difundir el milagro nos recuerda que nuestra respuesta ente el odio y la oscuridad nunca debe ser atenuar nuestra propia luz. En cambio, debemos brillar más, mantenernos más firmes y continuar nuestra antigua misión de traer luz al mundo. Al hacerlo, no solo conmemoramos un milagro antiguo, sino que nos convertimos en parte del milagro de la supervivencia judía y el triunfo de la luz sobre la oscuridad.


Este artículo de opinión apareció originalmente en The Washington Examiner.

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