Moshé: defensor y no espectador

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Shemot (Éxodo 1:1-6:1 )

En 1964, Kitty Genovese fue apuñalada y asesinada en Kew Gardens, Queens. El New York Times informó que 38 testigos vieron o escucharon el ataque, pero nadie hizo nada para ayudarla. Este artículo (que después se demostró que había exagerado), motivó a los psicólogos sociales John M. Darley y Bibb Latané a tratar de entender por qué la gente no ayudó.

En una serie de experimentos, Darley y Latané demostraron lo que denominaron el "efecto espectador". Las personas tienden a ayudar menos a alguien en peligro cuando hay otras personas presentes. Con los años, se presentaron diversas explicaciones para este fenómeno, incluyendo entre otras cosas el hecho de asumir que otro va a actuar (difusión de responsabilidad), incertidumbre respecto a si se debe actuar y cómo actuar y el temor a repercusiones físicas o sociales.

En el segundo capítulo del Libro de Éxodo, encontramos la breve pero poderosa historia del origen de Moshé. Después de haber sido salvado y educado por la hija del Faraón, Moshé madura ("vaigdal") y observa la escena de la esclavitud egipcia. Su primera reacción es notar el dolor y el sufrimiento de los esclavos hebreos ("y vio su dolor"). Rashi explica que él reconoció y empatizó con su sufrimiento. Rav Iojanán Luria indica que esto no fue sólo un ejercicio cognitivo o emocional por parte de Moshé. Él buscaba activamente cómo ayudar y proteger a los oprimidos de las manos de los opresores. A continuación, la narración presenta tres historias sucesivas que demuestran esta cualidad básica de Moshé.

Primero Moshé vio que un egipcio golpeaba a un hebreo, "se volteó hacia uno y otro lado y vio que no había ningún hombre", y mató al egipcio (Shemot 2:12). Una forma de entender lo que hizo Moshé es que miró en todas las direcciones para asegurarse que nadie lo viera para que no lo atraparan.

Sin embargo, Rav Tzadok Tzvi Mecklenburg ofrece una explicación completamente diferente que cambia la forma en que se entiende toda la escena. Él sugiere que el egipcio en verdad estaba golpeando al hebreo ante la presencia de otros esclavos hebreos. Moshé miró en ambas direcciones no para ver si había alguien presente, sino para ver si alguno de los otros hebreos que estaban presentes defenderían a su hermano del egipcio.

Moshé vio que allí no había "ish", ninguna persona de sustancia o de nivel que fuera a actuar en esa situación. Cuando todos los demás eran espectadores, Moshé actuó y defendió al hebreo.

En la segunda historia, Moshé vio a dos hebreos peleando e intervino para detenerlos. Los detalles de la pelea no están claros en los versículos, y los comentaristas ofrecen diferentes ideas. Rav Itzjak Arama asume que ambas partes eran responsables de la pelea y considera que Moshé demostró aquí una cualidad esencial de liderazgo: el deseo y la capacidad de salir adelante e intervenir en el conflicto. En contraste, Rav Jaim Ibn Attar sugiere que esta escena involucra a un perpetrador y a una víctima, paralela a la historia previa con el egipcio. Moshé una vez más intervino demostrando su capacidad de actuar en defensa del oprimido.

En la historia final, Moshé se acerca a un pozo de agua en Midián y ve que los pastores acosan a un grupo de jovencitas. Moshé ve la injusticia y salva a los oprimidos de manos del opresor. Lo que hace que la tercera historia sea todavía más convincente, es que tuvo lugar luego de que Moshé pagara un precio por haber intervenido en las dos primeras historias. Moshé no fue recompensado por su comportamiento valiente, sino que debido a su intervención tuvo que huir para salvar su vida. Sin embargo, al confrontar una tercera injusticia, él no dejó que la historia se interpusiera y le impidiera hacer lo correcto.

Rav Itzjak Karo señala que hay una progresión en cada una de estas historias. Si bien cada una de estas intervenciones fue muy impresionante, quizás la primera es la que más se entiende, porque Moshé protegió a uno de los suyos de un extraño. La segunda historia ofrece más justificativos para no actuar, ya que el perpetrador es un par, pero él actuó de todos modos. Finalmente, incluso en el tercer encuentro, donde ambas partes son extrañas y Moshé fácilmente hubiera podido limitarse a ocuparse de sus propios asuntos y marcharse, él intervino y salvó a las jovencitas.

Con estas tres historias, la Torá nos otorga un paradigma de lo que significa ser un defensor en vez de un espectador. Puede haber muchos factores psicológicos que lleven a no actuar en tales escenarios. Sin embargo, a pesar de esos factores, cuando hay alguien que necesita ayuda, debemos imitar a Moshé e interceder en su beneficio.

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