Mujeres en el Autobús

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Yo sé que supuestamente debería sentirme reprimida, suprimida, oprimida y quizás hasta deprimida. ¿Pero qué pasa si no lo hago?

Una parienta mía que escribe para una revista secular de mujeres en Israel me llamó para preguntarme si quería ser entrevistada sobre el hecho de que las mujeres deben sentarse en el fondo de los buses en los que viaja el público jaredí (ultra-ortodoxo).

"Quiero escuchar cómo te sientes por ser relegada al fondo del autobús, por ser considerada un cero a la izquierda, por dejar que los rabinos controlen tu vida. Quiero escuchar tu voz verdadera".

"¿Estaría bien si mi ‘voz verdadera’ dijera algo diferente?" le pregunté vía email.

Me pregunto si ella era consciente de la ironía de su respuesta cuando me respondió: "No queremos slogans, ¡queremos la verdad!".

Entonces, ¿cuál es la verdad? Sé que supuestamente debería sentirme reprimida, suprimida, oprimida y quizás hasta deprimida por el liderazgo patriarcal, relegada al fondo del autobús por fanáticos de barbas frondosas vestidos de negro. ¿Pero qué pasa si no lo hago? Como auténtica mujer jaredí, viviendo en el corazón de una tierra jaredí, que pasa buena parte de su semana enseñándole pensamiento judío a cientos de estudiantes universitarios seculares, a menudo me siento un poco esquizofrénica – como si tuviese un pie en cada mundo.

Utilizar los anteojos propios para ver el sistema de valores de otra persona nunca funciona.

Y al igual que cualquier otra persona que se mueve en culturas diferentes, he descubierto que lo que ves desde aquí no lo puedes ver desde allá. Utilizar los anteojos propios para ver el sistema de valores de otra persona nunca funciona.

Por lo que no me sorprendí por su anuncio de que ésta era la forma en la que veía las cosas – desde su perspectiva, tenía todo el sentido del mundo. Pero me pregunto si le hubiese parecido bien si mi "voz verdadera" veía no a la mujer jaredí, sino a la femineidad en general, como la "empujada al fondo del autobús".

Los hombres y las mujeres a menudo difieren en la forma de ver la dinámica masculina/femenina. Las mujeres parecieran preferir que la relación física refleje y exprese un lazo emocional o espiritual más profundo. También nos gusta el compromiso, lo antes posible. Las mujeres parecieran escuchar al chico que no se quiere comprometer como diciendo (a pesar de sus declaraciones de amor): “Quiero dejar la puerta trasera abierta, no sea que encuentre a alguien que me haga más feliz que tú”, lo cual es muy molesto para algunas.

Por el otro lado, los hombres son más capaces de disfrutar una conexión exclusivamente física sin ninguna relación emocional (o, como lo dijo una de mis estudiantes: olvida la relación – ¿no te interesaría al menos saber mi nombre?).

Esto se ve confirmado por el postulado que hace el misticismo judío, sobre que el mundo físico es paralelo al mundo espiritual. Los órganos masculinos son externos, y los de las mujeres son internos. La mujer literalmente incorpora la experiencia a su ser; el hombre tiene la capacidad de externalizar la experiencia por completo, y puede dejarse a sí mismo fuera de la misma.

Entonces, ¿qué hace una mujer con estos inconvenientes deseos de exclusividad, de compromiso y de relación profunda, en un mundo en donde esto es visto, en el mejor de los casos, como inocente, y en el peor, como represión sexual? La respuesta es que ella los entierra bien adentro suyo y sale al exterior a negociar en un mundo de hombres. Lo último que necesita es ser vista como "obsesionada" con determinado hombre.

En un mundo que sólo legitima la perspectiva masculina, una mujer se da cuenta rápidamente de que lo mejor es que calle sus incesantes demandas, y, parafraseando a Henry Higgins, ‘sea más como un hombre’.

De hecho, es la mujer la que está contenta con la "nueva monogamia", que también tiene sus "trofeos masculinos" en su repisa y que no tiene ningún interés en sentar cabeza, la que a menudo es idealizada como la mujer verdaderamente liberada y moderna. Finalmente hay alguien que ha sido liberada de las cadenas de una sociedad que la ha silenciado durante todos estos años diciéndole que todo lo que quiere una mujer es amor e intimidad.

¡Hurra! Finalmente ella puede decir la verdad – ¡lo único que siempre quiso tener era una relación sin compromiso!

Nunca olvidaré lo encolerizada que estaba una de mis estudiantes cuando otra mujer en la clase dijo orgullosamente cómo ella nunca se involucraba emocionalmente en estas relaciones.

"Entonces, ¿qué quieres que hagamos?" dijo esta estudiante. "¿Pararnos y aplaudir? ¿Por qué no hay hombres jactándose de ser como una mujer y de que no pueden imaginarse en una relación sin un vínculo profundo y personal que la preceda?".

Hay muchas formas de ser controlados, y tener tus deseos básicos suprimidos es una de ellas. La antigua maldición: "Y él te dominará" pareciera describir la realidad moderna – es un mundo de hombres, y más vale que te adhieras al sistema.

Pero una maldición no es algo bueno. El objetivo es volver a un mundo de unidad y amor. Esperamos estar en una lenta y continua progresión hacia un tiempo de perfección, en donde las maldiciones ya no aplicarán.

Entonces, ¿quién se supone que debe mantenernos en línea? ¿De quién es la voz que habla de interior, de profundidad, de amor y de intimidad? Puede que sea de la mujer, ¿pero quién está escuchando?

La ley judía pareciera identificar la perspectiva femenina de las relaciones como la ideal, y establece un programa para acercar a los hombres a dicha perspectiva.

Interesantemente, el judaísmo lo está. En una dinámica fascinante, la halajá (ley judía) pareciera identificar la perspectiva femenina de las relaciones como la ideal, y establece un programa para acercar a los hombres a dicha perspectiva. La halajá sobre ‘cuidar lo que uno mira’ le enseña sobre exclusividad. La ketuvá le enseña a asumir responsabilidad y a estar comprometido. El ciclo de permitido/prohibido de taharat hamishpajá (pureza ritual) ayuda a la pareja a desarrollar un lazo emocional, al tiempo que le provee un marco para mantener la magia y la excitación en el matrimonio. Lo que ella sabe por naturaleza, él adquiere por medio de la disciplina.

Permitir que la perspectiva femenina influya en la sociedad tiene ramificaciones inmensas. Kate Bolick discute esto en un artículo publicado en la revista Atlantic.

"En las sociedades en las que el hombre supera en número a la mujer", escribe, "las mujeres son valoradas y tratadas con deferencia y respeto, y utilizan su poder en la pareja para crear amor, lazos de compromiso con su compañero y para criar familias. Las tazas de infidelidad y divorcio son bajas".

Pese a que Bolick afirma que la influencia de la mujer depende de la demografía, hay otras formas de asegurar que la sociedad crezca en dirección hacia el interior de la persona y del amor, dirección hacia la cual la voz femenina siempre ha empujado.

Es completamente erróneo sermonear a una mujer que elige sentarse al frente del autobús, pero tampoco se trata de mujeres subyugadas que están esperando a que alguien las libere.

Una forma es el enfrentar con coraje lo que nos pasa a todas cuando trivializamos las ramificaciones de la pérdida del recato sexual. El costo es muy alto – para nosotras, para nuestras relaciones y para la sociedad en general. Permanecer fiel a la voz femenina no es fácil en un mundo que la niega, o peor aún, la ridiculiza considerándola inalcanzable. Pero la halajá ayuda, y en ocasiones las estructuras sociales también lo hacen.

Darle expresión a esta visión requiere compromiso y disciplina. Los hombres que se suscriban a ella estarán limitados en cuanto a los lugares a los que pueden ir, lo que pueden hacer y a quiénes pueden escuchar. Notoriamente, los hombres jaredim, con sus largas batas y sus sacos, tienden a vestirse con más modestia aún que las mujeres jarediot, quizás fortaleciendo la tesis hacia la perspectiva femenina de mirar hacia el interior.

¿Es hacer que las mujeres se sienten en la parte trasera del autobús la mejor protección para esta visión? Eso seguramente es debatible. Pero es un debate consciente que se lleva a cabo dentro de una sociedad que se adhiere a un sistema de valores en particular – y en el que la gente no está interesada en ser aplastada junto con el otro sexo en el viaje en autobús.

Es completamente erróneo sermonear a una mujer que elige sentarse al frente del autobús, pero tampoco se trata de mujeres subyugadas que están esperando a que alguien las libere de un liderazgo chauvinista y patriarcal. Se trata de hombres y mujeres en el mismo bando – luchando para mantener una conexión con su alma.

Este artículo apareció originalmente en el Jerusalem Post.

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