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La porción de la Torá de esta semana relata la historia del nacimiento de Moshé y cómo fue colocado en una canasta en el río Nilo, de donde lo rescató nada más ni nada menos que la hija del Faraón, quien lo educó como su hijo adoptivo en el palacio. El Ibn Ezra(1) pregunta por qué la Providencia Divina determinó que Moshé creciera de esa manera, en contraste con el resto de sus hermanos, que soportaron la esclavitud.
El Ibn Ezra responde que la razón por la cual la Providencia llevó a Moshé al palacio fue para crear un futuro líder de Israel que hubiera sido educado en una atmósfera de realeza y poder, y no en un medio de esclavitud y sumisión. Si Moshé hubiera crecido como un esclavo, pensando como un esclavo y actuando con sumisión como un esclavo, le habría sido mucho más difícil convertirse en el líder de una nación.
El Ibn Ezra apoya esta idea con el relato del episodio en el cual Moshé mató al egipcio que estaba golpeando a un judío. Un esclavo, siempre oprimido y despreciado, no tendría la fuerza y la confianza necesaria para protestar contra la injusticia y castigar personalmente al perpetrador. No podemos llegar a imaginar a alguien con mentalidad de esclavo haciendo algo así. En cambio, alguien que fue criado en la casa del rey, creyéndose un príncipe, posee automáticamente cierta aura y confianza que le permiten intervenir en situaciones que personas con menos autoestima tratarían de evitar.
El Ibn Ezra también señala la intervención de Moshé en favor de las hijas de Itró cuando eran acosadas por los pastores en el pozo en Midián. Moshé era un forastero que acababa de llegar a la ciudad. Sólo una persona que ha crecido en una casa de autoridad y liderazgo tiene el valor y la firmeza necesarios para tomar las riendas y administrar justicia allí donde sea necesario hacerlo. Estas capacidades de liderazgo se cultivaban más fácilmente en el palacio del rey que en una casa de esclavos.
El Ibn Ezra(2) expresa el mismo principio, pero a la inversa, en Beshalaj, en su comentario sobre los acontecimientos que condujeron a la división del Mar Rojo. Él señala que había unos cientos de soldados egipcios acercándose al pueblo judío, mientras que había unos seiscientos mil hombres judíos. Sin duda los judíos hubieran podido vencer fácilmente a sus perseguidores por la mera fuera numérica. Sin embargo, vemos que temieron mucho de los egipcios. El Ibn Ezra explica: "La respuesta es que esto se debe a que los egipcios eran los amos de Israel, y esa generación que salía de Egipto había aprendido desde su juventud a sufrir bajo el yugo de los egipcios y su espíritu era débil. ¿Cómo podían llegar a luchar contra sus amos, siendo que Israel era débil y no estaba acostumbrado a la batalla?"
El Ibn Ezra continúa diciendo que esa sumisión estaba tan arraigada a la naturaleza de esa generación que tuvieron que morir antes de entrar a Eretz Israel, porque no habrían tenido la fuerza para luchar contra los canaanitas. Por lo tanto, una nueva generación, que no estaba sujeta a ese servilismo y tenía un espíritu mucho más fuerte, pudo conquistar la Tierra de Israel. Luego el Ibn Ezra vuelve a referirse a sus palabras en Shemot, respecto a que Moshé pudo actuar con gran confianza debido a la educación que había recibido.
En el mundo existe un viejo debate respecto a qué tiene más fuerza, si la naturaleza o la educación. ¿Acaso la genética natural de la persona define principalmente su naturaleza o lo que más influye es su educación? El Ibn Ezra apoya el punto de vista que concede gran importancia a la educación a la hora de determinar en qué se convierte eventualmente una persona.
En el mismo sentido, Rav Ierujam Levovitz(3) señala que dos gemelos genéticamente idénticos crecerán siendo individuos muy diferentes si están expuestos a diferentes educaciones y diferentes ambientes en sus años de formación. Esto subraya el poder de la educación, la fuerza del entorno y el poder de un hogar enriquecedor.
Rav Isasjar Frand analiza las ramificaciones de este tema en el mundo moderno:
Observamos a nuestro alrededor y, por desgracia, vemos los muchos males que asolan a nuestra sociedad. ¿Qué le está pasando a la sociedad? ¿Por qué ocurre esto? Parte de la respuesta es que para un gran número de niños que crecen en nuestra sociedad no existe una verdadera vida familiar. No es nada sorprendente y no hace falta ser un gran científico social para ver la relación causa-efecto entre cómo se educa a una persona y cómo resulta. Lo contrario también es cierto. Cuando se toma a un individuo y se lo colma de amor y confianza, dándole un sentido de sí mismo y un sentido de presencia, hay muchas posibilidades de que el individuo crezca y demuestre una capacidad de liderazgo mucho mayor que alguien con el mismo talento que no se benefició de una educación tan ilustrada.
Con todo esto no se pretende quitar importancia al hecho de que cada persona puede elegir cómo utilizar su situación de la forma más óptima. Pero aquí nos enfocamos en cómo un padre, un profesor o cualquiera pueda influir en los demás. Del Ibn Ezra aprendemos que uno puede influir enormemente en la imagen que tiene de sí mismo su hijo o alumno y sentar las bases que conduzcan al éxito más adelante en la vida.
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