Nepal: Un deber judío

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¿Avalancha en Nepal? ¿Hambruna en Biafra? ¿Tsunami en Tailandia? ¿Por qué Israel siempre envía ayuda humanitaria?

“No es necesario estar loco para ser israelí, pero de seguro es una gran ayuda”, dice el dicho popular. Generalmente uno escucha este dicho en referencia al sionismo, pero también podría perfectamente aplicar a otras áreas. Los equipos de búsqueda y recate israelíes y los exhaustivos esfuerzos de Israel para ayudar en las zonas de desastre están entre los más clásicos síntomas de la “locura” israelí. ¿Hambruna en Biafra? ¿Tsunami en Tailandia? ¿Terremoto en Japón? ¿Inundaciones en Estados Unidos? ¿Erupciones volcánicas y avalanchas? Puedes quedarte tranquilo de que los turistas israelíes (y los emisarios de Jabad Lubavitch) estarán ahí, y que las misiones humanitarias israelíes serán enviadas a tiempo, ¡si no se encuentran ahí desde un inicio!

En la tradición judía, salvar una vida (pikúaj néfesh) supera a casi todo lo otro; los costos monetarios no juegan ningún rol. Por eso es que las circunstancias en las que ocurre una tragedia no son relevantes, así como tampoco lo es la causa de la tragedia (Israel hace todo lo posible por liberar a israelíes cuyas propias acciones los llevaron a ser secuestrados, como el caso del Coronel (r) Eljanan Tannenbaum). Lo que importa en esos casos son las vidas que están en peligro, incluso si tan sólo una persona es la que está en dificultades. Como dice el dicho talmúdico: “Quien salva una vida es como si hubiera salvado un mundo entero”.

Si así es como actuamos cuando las víctimas no son parte de los nuestros, entonces obviamente estamos obligados a actuar cuando sí lo son.

Este sentido de solidaridad y de responsabilidad colectiva va más allá de la retórica, de las plegarias y de la recitación de salmos por el bienestar de las víctimas. Involucra acciones concretas e inmediatas para proveer ayuda y salvar tantas vidas como sea posible. Eso es lo más importante de todo.

Sí, hacer esto tiene un elevado costo. Suele verse sujeto a mucha crítica por los recursos tanto económicos como humanos que requiere (y por el riesgo que involucra debido a las condiciones que hay en el terreno). Los críticos dicen que sería más sabio dirigir nuestra atención a las preocupaciones “domésticas” antes de dirigirla hacia afuera. Ellos preferirían ver cómo estos recursos son utilizados en casa, para los ciudadanos que viven “aquí”. Pero a pesar de que esta forma de ver las cosas tiene ciertos méritos y es posible que tenga sentido desde el punto de vista económico, va en contra de la esencia de la tradición judía e israelí.

Después del devastador tsunami que golpeó a Asia en el 2004, resultó que los judíos e israelíes en su mayor parte no se vieron afectados por la catástrofe. Pero Rav Aharon Lichtenstein, director de la Ieshivá Har Etzion, quien falleció la semana pasada, inmediatamente se dirigió a sus estudiantes y les pidió que recitasen salmos. También dijo que quien estuviese calificado para ser parte de la misión humanitaria de las FDI debía hacerlo.

Cuando los estudiantes le preguntaron por qué estaba tan preocupado de ayudar a completos extraños que no tenían ninguna afiliación ni con el estado de Israel ni con su pueblo, él respondió con perplejidad que tenían una obligación moral de hacerlo y que era considerado una mitzvá en muchos niveles: como seres humanos, como judíos y como israelíes. Y si así es como actuamos cuando las víctimas no son parte de los nuestros, entonces obviamente estamos obligados a actuar cuando sí lo son.

Salvar vidas cuesta mucho. Pero el estado de Israel siempre ha actuado estando consciente de esto, sabiendo perfectamente que la vida es invaluable. El dinero viene y va, pero la vida humana —cualquier humano— no tiene substituto. Sí, ser económicamente consiente es una virtud, pero no debemos dejar que nuestra preocupación por la vida de otros sea parte de esa ecuación.

Esta editorial apareció originalmente en Israel Hayom.

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