No debemos enfocarnos en lo malo

21/07/2024

2 min de lectura

La idea de la vida es crecer, experimentar cada reto y aprender las enseñanzas de ello.

Cansado de las quejas de los alumnos, el profesor del colegio decidió hacer un experimento. Sacó una hoja en blanco y dibujó un punto negro en el medio de la hoja. Fue caminando alrededor de cada uno de los asientos de los alumnos y a todos les hizo la misma pregunta: “¿Qué ves aquí?”. Los jóvenes, sin entender del todo el cuestionamiento, ya que la respuesta parecía obvia, fueron contestando de uno a uno: “Veo un punto negro”.

El profesor, luego de haber terminado de recorrer todas las filas, les dijo “Quiero que aprendan la lección. La manera en la que vivimos nuestra vida está determinada por cómo enfocamos nuestra mirada. Todos aquí vieron un punto negro, pero nadie logró ver que la mayoría de la hoja es blanca. El punto negro es simplemente un detalle”.

El judaísmo nos enseña que vivir la vida conlleva desafíos. De no ser así, podríamos poner el piloto automático, no pasar por los incómodos momentos de tomar decisiones y simplemente dejar que los días pasen. Sin embargo, eso no sería vivir. La idea de la vida es crecer, experimentar cada reto y aprender las enseñanzas de ello.

Una de las primeras pruebas a las que Dios nos enfrentó fue la de “querer” entrar a la Tierra de Israel. No obstante, los ojos de nuestros ancestros decidieron ver lo que querían ver. Los entonces líderes de nuestro pueblo se quejaron de que “había gigantes que los iban a devorar”; “que ellos eran como hormigas ante sus ojos”. No querer salir de su zona de confort, los convenció de que Israel no era un lugar habitable para ellos y así lograron convencer al resto. Eso hizo que todo el pueblo llorara. Pero fue un llanto gratuito, no basado en la realidad objetiva, sino en lo que ellos decidieron enfocarse.

Llorar de manera gratuita nos condenó a un futuro de lágrimas pesadas y gritos de desesperación. Cuántas tragedias ocurrieron por semejante error (1) y cuán caro lo seguimos pagando...

El 17 de tamuz comenzamos con un período de duelo de tres semanas que finaliza en Tishá BeAv. Son días de reflexión. Días de sentir la ausencia. Días en los que el sentir placer está limitado. El deseo es que por fin logremos vivir esta etapa con sentido. Que sirva para reenfocar nuestra mirada hacia el lado correcto. Para empezar a ver todas las cosas positivas que tenemos y no ese puntito negro que pareciera desenfocarnos completamente.

Que desaparezcan las lágrimas gratuitas, que podamos empezar a vivir y, así, reconstruir, al menos, nuestro Templo (Beit Hamikdash) interno (2).


Notas:

(1) Las Tres semanas, pero en especial el día Tishá BeAv, el 'nueve de av', es un día en el que ocurrieron diversas tragedias. La primera de ellas fue el pecado de los diez espías antes de entrar a la Tierra de Israel. Ese pecado sentó un precedente para que en ese mismo día ocurrieran tragedias tales como la destrucción del Primer Templo; la destrucción del Segundo Templo; también fue aplastada la revuelta de Bar Kojva; comenzaron las cruzadas; la expulsión de Inglaterra; la expulsión de España; comenzó la Primera Guerra Mundial; la liquidación del Gueto de Varsovia; etc.

(2) Con la pérdida del Templo de Jerusalem, nuestro punto principal de conexión con Dios se perdió, pero más allá del Templo físico, cada uno de nosotros tiene —y esa es nuestra verdadera esencia— un alma Divina que siempre puede reconectarse con Dios. Esa es la idea de convertirse uno mismo en un "mini Templo" o cultivar un "punto de conexión interno".

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